En las Sátiras del antiguo poeta
romano, Aulo Persio Flaco, aparece la
máxima latina, Qui resistit, vincit que, traducida al español, sería utilizada
profusamente por nuestro Premio Nobel Camilo José Cela. Tanto en sus diálogos
frecuentes, como en muchas de sus conferencias, sacaba a relucir esa sentencia,
con estas u otras frases similares: “vence
quien dura” o “en España quien
resiste gana”. Y como no podía ser menos, la frase EL QUE RESISTE GANA terminó figurando como divisa de su escudo.
Y eso es precisamente lo que
intenta hacer el presidente del Gobierno que nos han impuesto los enemigos
declarados de España, resistir contra viento y marea, para terminar saliendo
con la suya. No olvidemos, que Pedro
Sánchez llegó de manera totalmente irregular a La Moncloa, porque su moción
de censura contra Mariano Rajoy, no
cumplía ninguno de los requisitos exigidos por nuestra Constitución.
Para empezar, el aspirante a
regir los destinos de España, basó toda su argumentación en una valoración
improcedente, que el juez José Ricardo de Prada
introdujo de manera francamente arbitraria en la sentencia de Gürtel. Sin
guardar la más mínima apariencia de imparcialidad, y con toda su mala intención
de perjudicar al Partido Popular, dio por hecho que existía la famosa ‘caja
B’ de este partido político.
Este entuerto del juez José Ricardo de Prada, que posibilitó
esa moción de censura, fue oportunamente subsanado por el Pleno de la Sala de
lo Penal de la Audiencia Nacional, de la siguiente manera: borrando ese inciso
de la sentencia y apartando a ese juez del juicio pendiente sobre la financiación
del Partido Popular, por su evidente falta de imparcialidad.
Y por si fuera esto poco, tampoco
puede presumir el secretario general del
PSOE de haber contado con una mayoría suficiente para llegar al poder, a
través de la moción de censura. Si nos atenemos a los hechos, vemos que aquella
mayoría era claramente ficticia. En aquella votación, más que un sí a Pedro Sánchez, encontramos un no
rotundo a Mariano Rajoy, para que
abandonara la presidencia del Gobierno. Querían hacerle pagar la postura
inflexible que adoptó contra los organizadores del referéndum del 1 de octubre
de 2017.
Según explica el propio Pedro Sánchez, presentó esa moción de
censura para “recuperar la normalidad institucional” y “regenerar la política española”. Por sus casos de corrupción, era
intolerable que el Partido Popular siguiera al frente del Gobierno. Y hace esta
afirmación, quién lo diría, el líder de un partido, que aún no ha sido capaz de
explicar satisfactoriamente el paradero
de los 680 millones de euros, que desaparecieron en Andalucía, cuando gobernaba allí el PSOE. Se trata, por lo visto, del mismo
partido que creó la trama de las empresas de Filesa, Malesa y Time-Export, para
financiar ilegalmente sus propios gastos.
Tenemos que reconocer, que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa como
un caballo desbocado, con unas ansias locas de disfrutar del poder. Pero de
momento tenía que ser muy cauto, ya que no contaba con más apoyos que sus 84
diputados. La primera prueba de su extremada debilidad, se la dieron los
independentistas catalanes, cuando se negó rotundamente a traspasar la línea roja de la autodeterminación
de Cataluña. En esa ocasión, tanto las mesnadas de JxCat, como las de ERC
rechazaron de plano los Presupuestos Generales del Estado y el presidente Sánchez se vio obligado a convocar
elecciones generales.
Y acudió a esas elecciones, que se
celebraron el 28 de abril de 2019, estando convencido de sacar un resultado plenamente
satisfactorio para afrontar un Gobierno en solitario. Pero se equivocó de medio
a medio, ya que ganó estos comicios, pero tuvo que conformarse con 123
diputados, y necesitaba 53 escaños más para poder gobernar sin ayudas foráneas.
Como no se alcanzó ningún acuerdo para formar
Gobierno, fue preciso volver a las urnas para salir de ese impasse. Y en el nuevo proceso electoral, que se celebró el 10 de
noviembre de ese mismo año, se recuperó en parte la derecha, pero volvió a
ganar Pedro Sánchez, aunque perdiendo, eso sí, 3 escaños.
También perdió fuelle, qué le vamos a hacer,
Unidas Podemos, que consiguió 7
diputados menos.
Pero hay que tener en cuenta que,
ni el presidente Sánchez estaba dispuesto
a abandonar el barco, ni el mefistofélico Pablo
Iglesias quería perder tontamente la ocasión de sentarse en el Consejo de
Ministros. Y puesto que, a cambio de la mesa de negociación bilateral con la
Generalitat, podían contar con la abstención de ERC y de EHB, terminaron
formando un Gobierno de coalición, que está guardando un cierto parecido con el
lamentable ‘Frente Popular’ de 1936.
Sabemos que los Gobiernos que
padecimos durante los últimos cuatro años eran extremadamente débiles. Todos
vimos las dificultades que encontró Mariano
Rajoy, para conseguir su investidura en noviembre de 2016. Y ya vimos que Pedro Sánchez, cuando aterrizó en La
Moncloa, en junio de 2018, no contaba nada más que con 84 diputados. Y por si
todo esto fuera poco, pasamos prácticamente todo el año 2019 con un Ejecutivo
en funciones. Vivimos, por lo tanto, un periodo de inestabilidad política demasiado
prolongado y negativo, que debería haber
terminado con el Gobierno de coalición, que se formó en enero de 2020.
Pero desgraciadamente no fue así.
Al conseguir su investidura con tantos apoyos, y ver que podía hacer y
deshacer en el Gobierno a su antojo, el
ególatra Pedro Sánchez se olvidó de
los españoles. Y como todos los narcisistas, comenzó a pensar en sí mismo y a
recabar alabanzas y distinciones, que creía propias del cargo que ostentaba.
Y como le urgía verse aclamado y
vitoreado por el hecho de ser presidente, no quería malgastar su tiempo ni en gobernar,
porque eso podía retrasar los vítores y los
halagos que esperaba. Comenzó dando
rienda suelta a sus gustos faraónicos, desdoblando absurdamente algunos
Ministerios, para rodearse nada menos que de 22 ministros y con 4
vicepresidencias. Sin lugar a dudas, tenemos el Gobierno más numeroso de los
países de nuestro entorno.
Al aumentar el número de ministros,
se multiplicaron desorbitadamente, como por arte de magia, los secretarios de
Estado, los secretarios regionales, los subsecretarios y esa nube enorme de asesores que, en muchos casos, son
amiguetes o afines del que los elige y, muchos de ellos, sin preparación alguna.
Pero tener el Gobierno más numeroso, no quiere decir en modo alguno, que sea el
más eficiente. Es más bien, todo lo contrario. Es, eso sí, el más caro y el
menos recomendable de todos, sobre todo, en tiempo de crisis económica.
Y para complicar aún más las cosas,
Pedro Sánchez está gobernando a
golpe de capricho y está gestionando terriblemente mal la pandemia que
padecemos. En este caso, actúa como el perro del hortelano: como teme que pueda
salir malparado, rehúye coordinar personalmente
la lucha contra la expansión descontrolada del coronavirus. Pero tampoco
da libertad a las Comunidades Autónomas, para que se ocupen de ese cometido.
Y el resultado está ahí y es
inapelable, ya que somos el país que ostenta
la mayor tasa de mortalidad de todo el planeta. Si nos hacemos caso de
las estadísticas elaboradas por el propio Instituto Nacional de Estadística, aunque
le moleste al Gobierno, encabezábamos notoriamente el número de fallecidos a
causa de la pandemia. A mediados de enero de 2021, ya sobrepasábamos con creces
la espeluznante cifra de 90.000 muertos por culpa del Covid-19.
Y esto, claro está, comporta otra
serie de problemas igualmente graves. Por culpa de tan peligrosa plaga, la
economía española ha sufrido un batacazo sumamente espectacular. Para encontrar
una caída del PIB de un 11%, que
registramos al finalizar el año 2020, quizás tendríamos que remontarnos a los
años de nuestra Guerra Civil. Y no acaba aquí el desastre, ya que la Comisión
Europea anuncia, que este año, tendremos una recesión del 12,4%.
Es verdad que la pandemia, ha
golpeado por igual, sin excepción alguna,
a todos los países europeos. Pero todos ellos procuraron proteger apropiadamente
sus economías. Y España no supo o no quiso hacerlo a tiempo, y sus medidas de
confinamiento han hundido nuestra actividad económica, hasta límites
insospechados hasta ahora. No es de extrañar, por lo tanto, que tengamos más parados que nadie y que
proliferen, cada vez más, las antiguas colas del hambre, que habían
desaparecido casi por completo.
Estamos viviendo una situación
enormemente crítica y complicada, y va a costar sudor y lágrimas mejorar
nuestras expectativas. No podemos olvidar, que los dos máximos responsables del
Gobierno carecen de principios, y que son muchos los españoles que han perdido
la memoria y se dejan manejar tranquilamente y, así, no vamos a ninguna parte. Y
los líderes del PSOE y de Unidas
Podemos aprovechan esa circunstancia para tratar de imponernos un igualitarismo
trasnochado y absurdo, copiando, por qué no, los postulados expresados por Praxágora, la protagonista de una comedia, escrita por Aristófanes en el siglo IV a. C.
En aquella ocasión, es verdad, los
atenienses vivían una situación verdaderamente crítica por culpa de la guerra del Peloponeso. En el año 415 a.
C., los líderes políticos de Atenas reunieron una gran fuerza expedicionaria y,
saltándose el tratado de la Paz de Nicias, desataron un ataque
contra varios aliados de Esparta.
Pero se encontraron con una
respuesta del ejército espartano, mucho más dura y contundente de lo que
esperaban. Con la ayuda de Persia y de los sátrapas de Asia Menor, Esparta
golpeó sin piedad a los atenienses, destruyó su flota, devastó los campos del Ática, cerró sus minas y
redujo a la esclavitud a miles de soldados atenienses.
A pesar de la aplastante derrota, los
responsables políticos de Atenas seguían anteponiendo sus intereses personales
sobre los de la polis, y soñaban con organizar una nueva revancha. Y el
comediógrafo griego Aristófanes, que
estaba en contra de las intenciones de
los gobernantes atenienses, procuró ridiculizarlos explícitamente, en una de sus obras más famosas, La
asamblea de las mujeres.
La protagonista de la comedia de Aristófanes es Praxágora que, al frente de las mujeres de Atenas, disfrazadas de hombres, imponen su
plan de igualdad económica: “todos deben
tener todo en común, hay que hacer de la
ciudad una sola casa…, la tierra, el dinero y todo lo que tiene cada uno”. Al colectivizar todos los bienes, para que
todos disfruten de ellos por igual, nos encontramos naturalmente un régimen
comunista integral.
Lo malo es que, la doctrina
igualitaria, como la que predica Praxágora,
y la que quieren imponernos los adalides del socialcomunismo actual, no puede ser
universal, ni ecuánime y ni debidamente equilibrada. Para que haya personas completamente
libres, que puedan vivir sin preocupación alguna, como reconoce la protagonista
de la comedia de Aristófanes, hay que contar necesariamente con la dichosa
esclavitud, que creíamos desterrada.
De todos modos, mientras sigamos en
manos de un ególatra de la talla de Pedro Sánchez y de un filibustero como Pablo Iglesias, no habrá manera alguna de
poner fin al desastre que estamos padeciendo. Y como sigan mucho tiempo al
frente del Gobierno, terminaremos indefectiblemente, en la ruina más absoluta.
Para empezar, al gestionar tan
rematadamente mal la pandemia del coronavirus, han vuelto las interminables
colas del hambre, que vemos a diario, ante los bancos de alimentos o comedores
sociales. Y en esas dramáticas colas no hay solo desarrapados y emigrantes, que
vienen en busca de un futuro mejor. Aunque a nadie le gusta mostrar sus
miserias, entre los más vulnerables, hay hoy también mucha gente acomodada y de
clase media, que se ha quedado sin trabajo, que era su medio habitual de vida.
Y por desgracia, todo indica que lo peor de la crisis laboral aún no ha
llegado. En octubre del año 2020, con un 17,1% de desempleo, ya encabezábamos holgadamente
todas las listas de paro en la Comunidad Económica Europea. Y a
finales de enero de 2021, los parados en España alcanzaban la aterradora cifra
de 3.964.353, 710.500 más que un año antes.
Y según todos los indicios, el
desempleo seguirá creciendo desdichadamente, y sin control alguno, a lo largo del
año que acabamos de empezar. Si nos hacemos caso de las previsiones que
maneja el Instituto de Estudios Económicos,
finalizaremos el año 2021, con una tasa de paro del 18,8%. Y todavía es más
pesimista el Banco de España, que dice
que, para esa fecha, la tasa del desempleo podía llegar hasta el 22%.
Y para terminar de aguarnos la
fiesta, y hacernos cada vez más pobres, sigue creciendo imparablemente nuestra
deuda. De momento, ya estamos superando el 120% del PIB. Y de seguir así, es muy posible que en el año 2022, superemos
sobradamente el 123% del PIB.
Gijón, 18 de febrero de 2021
José Luis Valladares Fernández
De esta historia,solo quedará las piedras y la maleza! Pués entre el covid19 y la miseria económica que nos está trayendo este sociopata de presidente,la nación se va la p m,un abrazo.😂
ResponderEliminarNi que hubiera vuelto el caballo de Atila. Cuando se vayan estos, España ya no será nada más que un erial. Y para colmo de males, la oposición constitucional parece que está en la inopia. Un abrazo
EliminarPretender tapar fracasos abriendo viejas heridas, no me parece la mejor manera de avanzar. Lo tenemos complicado el resto de la ciudadanía con estos que se han instalado de manera tan interesada en el gobierno.
ResponderEliminarY lo peor de todo, la oposición del bando constitucional, que no acaba de darse cuenta que, como siga así, tenemos social-comunismo para rato. Y este Frente Popular es tan nefasto como el de 1936
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