Por culpa de la actuación irresponsable de Pedro Sánchez, el malhadado y ficticio
doctor que rige nuestros destinos, España camina irremediablemente hacia el fracaso
económico y político más absoluto. De momento, ya ha desparecido el diálogo
entre las distintas fuerzas democráticas, para dejar paso al absolutismo más
absurdo y a la imposición de un extremismo generalizado francamente irracional.
Hasta el mismo PSOE ha dejado de ser un vehículo de representación ciudadana,
para convertirse en una mera plataforma de poder.
Todo esto es debido, cómo no, a que el ambicioso
Sánchez entró en La Moncloa, con la
intención de eternizarse en la presidencia del Gobierno. Y fue a las elecciones
generales del 10 de noviembre de 2019, dispuesto
a barrer totalmente a la oposición. Y aunque no lo esperaba, se encontró con
uno de sus más sonados fracasos, ya que, en ese proceso electoral, perdió otros
tres escaños y peligraba seriamente su investidura como presidente.
Y como el voluble Pedro Sánchez no estaba dispuesto a tirar la toalla y marcharse definitivamente
a su casa, decidió echarse en brazos de un personaje tan problemático como Pablo Iglesias, para mantenerse al
frente del Gobierno. Y sin más preámbulos, a cambio del apoyo que necesitaba
para la investidura, se comprometió a formar un Gobierno de coalición con
Podemos, similar en todo al del Frente Popular de 1936.
Hay que reconocer que, con este inesperado
ofrecimiento, a Pablo Iglesias se le
abrieron los cielos. Estaba quedándose prácticamente en cuadro, ya que llevaba
tres elecciones generales perdiendo votos y le estaban dando la espalda hasta
antiguos compañeros de fatigas. Y entrando en el Gobierno, volvía a recuperar
la esperanza y la ilusión. Por lo tanto, no podía rechazar tan sorprendente
oferta. Y mucho menos, sabiendo que, sin
el apoyo de Podemos, Pedro Sánchez
era un hombre al agua. Así que, hasta podía imponer sus propias condiciones.
Y aunque no era nada más que un desquiciado
conspirador, defensor a ultranza de un populismo verdaderamente abyecto y
despreciable, consiguió algo que no esperaba nadie, cinco ministerios para la
formación morada y la vicepresidencia segunda del Gobierno. Y hasta se permitió
el lujo de integrar, ahí es nada, varias proposiciones suyas en el programa de
Gobierno, elaborado por el entorno del presidente.
No es de extrañar, por lo tanto, que la
podemización del PSOE comenzara realmente en el momento mismo de la toma de
posesión del nuevo Gobierno de coalición. Hay quién dice que esta mimetización
del presidente Sánchez con Pablo Iglesias no es nada más que el
famoso abrazo del oso, para dejar a la formación morada sin espacio político,
para que desaparezca en los próximos comicios. En ese caso, también desaparecería
el PSOE, porque se quedaría igualmente sin espacio político para sobrevivir
Pero resulta sumamente sospechoso el silencio
de Pedro Sánchez, ante los ataques
lanzados contra la democracia, por los portavoces de los grupos nacionalistas,
separatistas y de los filo-etarras de
Bildu. En sus respectivas intervenciones los días 2 y 3 de enero de 2020, con
motivo de la investidura, se acusó a España de querer solucionar los problemas
políticos, aplicando “recetas
autoritarias”. Y sacaron a relucir, faltaría más, los presos políticos.
Los miembros de esa horda de trúhanes se
despacharon a gusto, lanzando feroces ataques en general, contra lo que ellos
llaman el régimen del 78, y ciscándose especialmente sobre la Constitución que
nos hemos dado los españoles. Trataron, eso sí, de desprestigiar la institución
monárquica, llegando incluso a insultar gravemente al Rey, tildándole de “autoritario”.
Y por lo que parece, o Pedro Sánchez, en vez de escuchar, estaba tocando el ‘violón’ y no
se enteró de nada, o estaba simplemente
de acuerdo con traspasar todas las líneas
rojas, marcadas por la democracia para garantizar la convivencia. Si
analizamos detenidamente su contestación a tanto despropósito, tenemos que
admitir que asume las propuestas de todos esos peligrosos vende patrias.
No olvidemos que, en su discurso de contestación,
en vez de reprochar tanto desafuero, aparece el verdadero Pedro Sánchez, y se compromete firmemente a poner fin a la “judicialización del conflicto político de
Cataluña”. Y como si hubiera recibido ya los entorchados de caudillo
bolivariano, al estilo de Hugo Chávez,
da a entender que no permitirá que los jueces persigan a los que infringieron
la ley, con la Declaración Unilateral de Independencia del 27 de octubre de
2017.
En realidad, no hacía falta que abriera la boca
el aspirante a ser investido presidente para
dejar constancia de la deriva o
el travestismo irreversible que sufre el PSOE, a pesar de sus 140 años de
historia. Y todo naturalmente, por culpa de la nefasta actuación de sus líderes
actuales. Para llegar a esa conclusión, bastaba con escuchar el aplauso cerrado,
que la bancada socialista dedicó a la presidente del Congreso, Meritxell Batet, cuando justificó como
libertad de expresión, los ataques que los enemigos de la unidad de España
lanzaban desde la tribuna contra la institución monárquica, .
Y por si todo esto fuera poco, vino detrás Adriana Lastra, la portavoz del grupo socialista y, sin
pensarlo dos veces, llama extremistas a
todos los diputados que voten en contra del candidato oficial del partido
socialista. Y termina su discurso, quién lo diría, ensalzando al extravagante
portavoz de ERC, Gabriel Rufián,
aunque sabía perfectamente que también estaba detrás de la reciente y fallida
declaración de independencia.
Está visto, que Pedro Sánchez fue presa de un delirio populista y se dejó arrastrar
por los aparentes encantos de los sermones políticos del profeta
ultraizquierdista que lidera Podemos. Y al fiarse de semejante visionario, muchos
de los acuerdos del Consejo de Ministros terminaron contaminados con ideas
comunistas de la propia formación morada. Y esto, claro está, hace mucho daño a
España y está asfixiando irremisiblemente a un partido como el PSOE, que tuvo
una contribución tan positiva, en la reconciliación entre los españoles.
Es evidente, que el presidente Sánchez está siendo tremendamente desleal con España y hasta con su propio
partido. Y como quiere eternizarse indefinidamente en La Moncloa, sigue al pie
de la letra la agenda del populismo neocomunista que le dicta el embustero Iglesias, consumando así la podemización del PSOE y la balcanización de
España.
Y para que no falle nada, el irresponsable Pedro Sánchez se ha involucrado
resueltamente en ese desquiciado
proyecto de cantonalismo del país, asociándose con todos los enemigos
declarados de España, entre los que encontramos a Bildu, ERC, BNG, CUP y otras
formaciones por el estilo. Y como no piensa nada más que en sí mismo, no hace
más que dar cuerda a toda esa marea de independentistas, sin pensar en las
posibles consecuencias. Y hasta trata de llevar esa anómala disgregación a otras regiones que, hasta ahora, no habían
dado problemas en ese sentido, como es el caso de León, Cartagena, Extremadura e
incluso Teruel.
Para no tener problemas y evitar completamente cualquier
tipo de estorbo a su plan, el maniqueo Sánchez
procuró deshacerse de los barones sensatos del verdadero PSOE y de todos los
socialdemócratas que tuvieron una actuación tan positiva y beneficiosa para
lograr el famoso pacto de la Transición a la democracia. Como hizo Ramón María Narváez, acabó con todos sus posibles enemigos,
dejándoles, eso sí, como simples figuras decorativas del partido.
Es verdad que Narváez, que hizo de las suyas durante el reinado de Isabel II, no tenía tampoco enemigos.
Había terminado con todos ellos. En una de sus anécdotas, se cuenta que,
estando en su lecho de muerte, a la pregunta que le hace el capellán que le
confesaba de si perdonaba a sus enemigos, el famoso ‘espadón de Loja’
contestó escuetamente: “No puedo perdonar
a ninguno, porque los he matado a todos”
Gijón, 29 de marzo de 2021
José Luis Valladares Fernández
Pienso que quien no vea en manos de quién estamos, o está ciego o es que todavía cree en los milagros.
ResponderEliminarLamentablemente, hay mucho ciego, no tiene más ojos que los de los medios de comunicación públicos, y así nos va a los españoles
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