Es de dominio público, que las marionetas
utilizadas en algunas representaciones teatrales, son figuras que personifican
indistintamente a seres humanos, animales o a otros seres fantásticos. Pueden ser
de distinto tamaño y estar hechas con cualquier clase de material. Y al ser
manejadas por el titiritero de turno, adquieren personalidad propia, llena de
vida, aunque se trate de una vida dependiente de quien maneja los hilos.
El teatro de las marionetas o títeres hunde sus raíces
en una época muy remota y ha gozado siempre de una inmensa popularidad, tanto
en la civilización oriental como en la occidental. Y se recurre normalmente a
estos espectáculos de tipo mágico o religioso para hacer frente a la
superstición y para para huir del miedo que se siente ante lo desconocido y, también
para entretener y divertir a la audiencia.
Es muy posible que estas representaciones
teatrales comenzaran a realizarse inicialmente en Egipto. Sabemos que, entre
las ruinas de la antigua ciudad egipcia de Antínoe o Antinópolis, en la ribera
oriental del Nilo, apareció un barquito, junto a unos trozos de hilos y varias figuras
pequeñas de marfil. Una de esas figuras era articulada y podía moverse
manejando diestramente unos hilos. Ni que decir tiene que esa sería una de las
primeras marionetas de la historia.
Y esa manera de hacer teatro se iría
extendiendo, aunque muy lentamente, al resto del mundo. En China, por ejemplo,
las marionetas
ya eran muy conocidas en el año 1000
a.C., y solían utilizarse en las celebraciones festivas de la corte de la dinastía Zhōu, más como simple arte mágico que como
entretenimiento.
Estas representaciones teatrales con muñecos,
faltaría más, también llegaron a Occidente. El historiador Herodoto, que vivió entre los años 484 y 425 a.C., ya habla en sus
escritos de esas figurillas articuladas, que podían moverse con unas cuerdas o
con alambres. Y según cuenta Jenofonte,
en el año 422 a.C., Callias tenía contratado a un
ciudadano de Siracusa, que se ocupaba principalmente de distraer a sus
huéspedes, montando esa especie de espectáculos.
Y para saber lo importante que eran las representaciones con
figuras animadas en Roma, no tenemos nada más que recurrir a historiadores de
la talla de Tito Livio, o a poetas famosos
como Horacio u Ovidio, que conocemos sobradamente todos los que estudiamos latín. No
había mejor manera de divertir a los niños y de entretener a los adultos, que
utilizar esos muñecos para parodiar los excesos, reales o ficticios, de las personas que han llegado a la fama.
En épocas pasadas, las marionetas o títeres eran muñecos de
trapo, de madera o de cualquier otro material, y se accionaban por hilos para
imitar los movimientos de los seres humanos. Hoy día hemos progresado
tanto que, en muchos casos, son los
propios interesados los que se representan a sí mismos, asumiendo directamente
el papel, que antes tenían las marionetas. Es lo que pasó, ni más
ni menos, con Pedro Sánchez Pérez-Castejón
que, desde que llegó a La Moncloa, actúa como si fuera un muñeco en manos de
los populistas y comunistas patrios, de los separatistas vascos y catalanes y
hasta de los proetarras de Bildu.
Eso indica al menos la última remodelación que hizo del mastodóntico
Gobierno que padecemos. En el Ejecutivo de coalición que él mismo preside, había
y sigue habiendo dos tendencias claras e irreconciliables, que reducen
claramente su operatividad. Y en vez de cortar por lo sano, Pedro Sánchez sustituye sin más a militantes fieles de su propio
partido y mantiene en el puesto a quienes, desde el principio, han procurado
marcar el paso al Gobierno y no han respetado nunca las tradicionales reglas
del juego político.
Y mira por dónde, entre los cesados tenemos nada menos que a Carmen Calvo, la vicepresidenta primera, ministra de la Presidencia
y Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, que ha sido una de las
personas que más se ha molestado para que el presidente Sánchez llegara a donde llegó.
Es evidente que la vicepresidenta primera del Gobierno cometió
el error de criticar públicamente las inaceptables barbaridades de la ‘ley
trans’ porque, entre otras cosas, destruye hasta el concepto mismo que
las feministas históricas tienen de la mujer. Hay que tener en cuenta, que la ‘ley
trans’ es uno de los proyectos
estrella de Unidas Podemos, que presenta y defiende Irene Montero, la impresentable ministra de Igualdad.
Y oponerse desde el Gobierno a la libre autodeterminación de género,
negando a las personas la posibilidad de cambiar libremente a su antojo el
nombre y el sexo en el DNI, puede provocar la enemistad y las represalias de
Podemos. Y el insaciable Pedro Sánchez,
para apaciguar y tranquilizar a los responsables de la formación morada, quien
lo iba a decir, sirvió a Irene Montero en bandeja de plata, la cabeza de
Carmen Calvo.
No obstante, debemos admitir que la defenestración del ministro
de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José
Luis Ábalos, resulta aún mucho más llamativa que la caída en desgracia de Carmen Calvo. Es incomprensible que Pedro Sánchez haya prescindido tan
fácilmente de quien, sin duda alguna, fue su auténtico fontanero político, de
quien más le ayudó a tomar decisiones concretas, para ayudarle a escalar
puestos políticos importantes.
Para empezar, hay que reconocer que fue precisamente Ábalos quien negoció, con toda esa
tropa de separatistas vascos y catalanes, los diferentes apoyos que necesitaba Sánchez para que prosperara su moción
de censura contra Mariano Rajoy. Y
por si fuera esto poco, no terminó ahí la ayuda de quien fuera hasta ahora ministro
de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, ya que también hay que atribuir al
propio Ábalos, la formación del
equipo que puso en marcha el actual Gobierno de coalición con Unidas Podemos.
Cabe también la posibilidad, cómo no, que Sánchez haya decidido cesar a José
Luis Ábalos, sin previo aviso, por haber sido excesivamente exigente con
las mesnadas de Podemos que pastorea ahora Ione
Belarra. No olvidemos que, por
culpa de esa rigidez, fracasó en su intento de consensuar una Ley con los socios actuales del Gobierno,
para garantizar la función social de la vivienda y mantener a raya los precios
de alquiler.
De todos modos, ha servido de muy poco la remodelación
gubernamental que ha hecho Pedro Sánchez.
Como dice el refrán castellano, para ese viaje no hacían falta tantas alforjas.
Una vez puesto, es lamentable que no haya aprovechado la ocasión para aligerar
sensiblemente el número de ministerios y, sobre todo, para deshacerse de los
ministros incompetentes que lastran gravemente la actuación de su Gobierno. Y
por supuesto, ser bastante más cuidadoso a la hora de elegir a los nuevos
miembros del Ejecutivo que sustituyen a los cesados.
Pero está visto que Pedro
Sánchez no tiene arreglo y, por
ahora, tendremos que apechar necesariamente con sus zarandajas y necedades. De
momento seguimos, no sé por cuanto tiempo más, con el Gobierno más numeroso,
más caro y más ineficaz de nuestra historia. Y todo, creo yo, porque no sabe
hacer otra cosa. Y una de dos, o paramos los pies a tiempo a este incorregible
y malvado Adonis, o el futuro de España correrá un serio riesgo económico y
social de proporciones insospechadas.
Y a pesar de todas las evidencias en contra, el impresentable
presidente Sánchez seguirá pensando efectivamente
que, con esta remodelación ministerial, ha conseguido formar el mejor de los
Gobiernos posibles. De ahí el desbordante optimismo que derrochó al hacer
públicos los cambios realizados en su gabinete. Comenzó la comparecencia,
subrayando estas palabras: “hoy comienza
el Gobierno de la recuperación” que acabará, “por completo”, con todos los males
que sufre España. Y lleno aparentemente de satisfacción se atrevió a
decir que había llegado el momento de impulsar la agenda de cambios y “dar el gran salto adelante”.
En esta ocasión, Pedro
Sánchez soltó esta llamativa locución porque le gustan las frases
expresivas y contundentes, aunque después, la realidad vaya por otros
derroteros más bajos. Y utilizó ese slogan, porque ignoraba que, detrás del Gran
Salto Adelante, se ocultaban las medidas económicas, sociales y
políticas implantadas por Mao Tse Tung
en China entre los años 1958 y 1961, con un resultado francamente apocalíptico.
Todo un genocidio, que se cobró de aquella, quién lo diría, más de cincuenta
millones de muertos por hambre.
Y por mucho que se empeñe Pedro
Sánchez en ocultar la realidad y proclame insistentemente que hemos
comenzado la recuperación, los hechos nos muestran todo lo contrario. Todos los
indicadores económicos nos dicen que vamos camino del desastre más absoluto, ya
que, desde 2018, no ha hecho más que empeorar la situación. Así que, con coronavirus
o sin coronavirus, seguiremos, vete a saber hasta cuando, en la cola de Europa
y de la OCDE. Porque, no le demos más vueltas, nadie ha gestionado tan mal la
pandemia como nuestro presidente.
Analizando por separado los distintos indicadores económicos,
veremos que, en 2017, el PIB español creció un 3%, mientras que en 2018 ese
crecimiento se redujo al 2,4%, y en 2019 se quedó en un modesto 2%. El verdadero
naufragio de la economía española se produjo en 2020, que rompió, ahí es nada,
con seis años de crecimiento y registró un descenso de nada menos que un 10,8%,
que prácticamente duplica el descenso de
la producción económica del resto de las economías desarrolladas. Y por lo que parece, el PIB de España sigue el mismo rumbo en 2021, ya que cerramos el primer
trimestre, con una caída de otras 4
décimas más.
Y si revisamos detenidamente el indicador del déficit público, veremos
que llegamos a la misma conclusión que con el análisis del crecimiento del PIB.
A base de recortes y de reducir el gasto público, Mariano Rajoy logró bajar el déficit público del 11%, al 3% del
PIB. Y se mantuvo más o menos estable en ese 3%, a lo largo del año 2018 y 2019. Pero gracias
a la desastrosa gestión del presidente Sánchez
y su banda, que casualidad, se volvió a disparar otra vez al 11% del PIB, nada
menos que cuatro puntos por encima de la media de la Unión Europea.
Y no digamos nada si ponemos el foco en la deuda pública que
complica cada vez más nuestra situación económica. Es verdad que, en general,
las Autonomías y los Ayuntamientos han comenzado a reducir su deuda, pero el Estado
sigue gastando sin control. Si examinamos los datos suministrados por el Banco
de España, veremos que en mayo de 2021, solo por culpa del endeudamiento
fiscal, batíamos todos los records de deuda, ya que llegamos a alcanzar los 1,4
billones de euros, superando ampliamente el 125% del PIB.
Pasa exactamente lo mismo con el paro. Ateniéndonos a los datos
que ofrece mensualmente la Oficina Europea de Estadística Eurostat, comprobaremos
que, a primeros de junio de 2018, fecha en la que Pedro Sánchez aterrizó en La Moncloa, España sumaba ya la abultada
cifra de 3.162.162 parados. A partir de entonces, esa cifra siguió creciendo
imparablemente, de modo que, al cerrar mayo de 2021, llegábamos ya a los
3.614.392 desocupados, nada menos que 452.230 desempleados más.
A finales de mayo, por lo tanto, teníamos en España un 15,3% de
paro, mientras que en la Unión Europea no pasaban del 7,3% de media. Si
contáramos también los trabajadores parados, que el Gobierno procura camuflar en
los ERTE y los autónomos que están en cese de actividad, el número de
desempleados podría sobrepasar holgadamente los 4,9 millones. Y esto nos
llevaría, claro está, a un escandaloso 22%
de paro real.
Hay que tener presente, que el aprendiz de brujo que rige
nuestros destinos no vale nada más que para presumir. Y para darse más
importancia de la que realmente tiene, el presidente Sánchez intentará sobrevalorar exageradamente, como ya vimos, su
última remodelación del Ejecutivo, anunciando a bombo y platillo que, gracias a
esos cambios, hemos iniciado ya la tan traída y llevada recuperación económica.
Y todos sabemos que eso no es nada más que una vana ilusión, un canto a la luna
de un empedernido narcisista que se ha enamorado de sí mismo.
Y para que creamos en la bondad de sus intenciones, Pedro Sánchez nos dice que, a partir de
ahora, será Nadia Calviño, la nueva vicepresidenta primera y
ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital de España, la encargada
de pilotar la economía española. Hace falta, eso sí, que atendamos
minuciosamente las indicaciones de Calviño, porque así no tardaremos en
enfilar el camino de la huidiza recuperación económica.
Nos presentan a Nadia
Calviño como si fuera un auténtico “dique
de contención” contra las aspiraciones suicidas del sector populista del
Gobierno. Y de hecho, se ha referido muchas veces al incipiente crecimiento
económico que no acaba de llegar. En realidad, se repite ineludiblemente la
historia de los fallidos brotes verdes, que trató de
vendernos la antigua ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado. Pero la realidad es muy tozuda, y no aparecen los brotes
verdes y tampoco llega la deseada estabilidad económica.
De todas maneras, sabemos que Nadia Calviño está condicionada lamentablemente por un embustero
patológico de la calaña de Pedro Sánchez,
que se comporta como una auténtica marioneta, que manejan a su antojo los
dirigentes de Podemos. Y justamente por eso, cada vez que han surgido
discrepancias entre los dos bloques del Gobierno de coalición, siempre ha
prevalecido el criterio de los ministros más radicales del Ejecutivo. Es normal
ya que, a ser posible, hay que eternizarse en La Moncloa.
Gijón, 23 de julio de 2021
José Luis Valladares Fernández
Bueno, no preocuparse, con las ayudas europeas lo vamos a solucionar todo.
ResponderEliminarVeremos a ver si Europa se fía del trilero Sánchez. De momento, esas ayudas están en el aire, sujetas al comportamiento del Gobierno.
EliminarLa miseria está golpeando a todo el mundo,esa por desgracia será la única manera de que la gente despierte de su letargo,y de la Victoria al PP y Box,en las próximas elecciones generales si es que las hubiere, saludos,😜
ResponderEliminarEste Gobierno es un desastre y, con su gestión, ha hecho bueno nada menos que a Zapatero, que ya es decir. Saludos
Eliminar