Hay que reconocer, que el sufrimiento es
algo que nos entristece y deprime y, para colmo de males, hay veces que termina
incapacitando al ser humano para enfrentarse a la vida diaria con determinación
y valentía. Y por desgracia, también es algo que afecta, en mayor o menor
medida, a toda la humanidad. No obstante, el sufrimiento moral, como demostró
ampliamente Fiódor Dostoievski, nos enriquece, y nos ayuda a
reflexionar y a clarificar y dar sentido
a nuestra vida.
No cabe duda
que Dostoievski es uno de los genios literarios más importantes de la Rusia
zarista que, como es sabido, tuvo una juventud extremadamente convulsa y
problemática. Al morir su madre cuando aún era un niño y quedar en manos de su
padre que era un alcohólico y un tirano inaguantable, creció en un
ambiente familiar tan intransigente y
despótico, que lo dejó marcado para toda la vida.
Y no acaba aquí su odisea, ya que
el padre del escritor ruso muere, cuando éste acababa de cumplir los 18 años. Lo
asesinaron sus propios siervos, porque no aguantaban ya más sus veleidades y su
insoportable totalitarismo. Su mismo hijo, que estaba harto de tanta crueldad y
de tanto exceso tiránico, también había deseado fervientemente la muerte de su
progenitor. Pero al producirse ésta de manera tan violenta, el futuro novelista
comenzó a experimentar un sentimiento de culpabilidad, que le causaba un
malestar interno verdaderamente irresistible.
Y para completar el cuadro, a los
pocos meses de la muerte trágica de su padre, Fiódor Dostoievski comenzó a sufrir las primeras crisis
epilépticas, agravándose así su penoso calvario. Y para complicar aún más las
cosas, la intensidad y la frecuencia de esos trastornos neurológicos fueron
aumentando paulatinamente con la edad. Pero el que terminaría siendo uno de los
literatos rusos más famoso, no se amilanó por eso y aprovechó hábilmente todos
esos infortunios y tormentos para
explorar la psicología humana y conseguir así un conocimiento más justo y
preciso de sí mismo.
Para conocer a fondo su estado de
ánimo y su manera de ser y remediar a tiempo sus debilidades, el nuevo
novelista comenzó a entrar en la mente perturbada de los personajes ficticios
de sus novelas para examinar su comportamiento. Y aprovechó esas indagaciones,
en primer lugar, para enriquecer considerablemente sus narraciones y también, quién
lo iba a decir, para establecer unas conclusiones psicológicas precisas y acertadas sobre sí
mismo y sobre el resto de los hombres.
Gracias al estudio detallado de la
conducta de los protagonistas de sus novelas y a esa especie de introspección
profunda, Fiódor Mijáilovich Dostoievski
llegó a tener un conocimiento notable de la condición humana. Y pudo
comprobar, que los hombres con poder y sin principios, para satisfacer su
egoísmo y ambición, solían cometer verdaderas atrocidades contra sus
congéneres. Precisamente por eso, se atrevió a hacer este pronóstico que, como
veremos, terminó cumpliéndose al pie de la letra: “la tolerancia llegará a tal nivel que las
personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no
ofender a los imbéciles”.
Aunque los zares rusos eran
imperialistas a rabiar, sus súbditos eran libres, aparentemente al menos. Pero
unos cuantos años más tarde, con el triunfo de la Revolución de Octubre, tal como había anunciado acertadamente Fiódor Dostoievski, los ciudadanos
rusos normales perdieron la poca libertad que les quedaba. Pasaron a ser
prácticamente esclavos de los jerarcas soviéticos.
Y eso es justamente lo que quiere
hacer ahora Pedro Sánchez, acabar
con nuestra iniciativa e independencia, decretando la muerte de la razón. O
despertamos de una vez los españoles y nos enfrentamos con valentía y coraje a
este defensor a ultranza de los ocupas, de los golpistas y de los herederos de
ETA, o terminaremos más pronto que tarde en un exilio democrático riguroso, donde
controlarán nuestra vida particular y nos prohibirán pensar. Está empeñado en reeducarnos
a toda costa para que inclinemos nuestra cerviz y aceptemos sumisamente hasta sus
dogmas más disparatados.
El triunfalismo desplegado
últimamente por este autócrata en ciernes que nos gobierna, está haciendo un
daño irreparable a los españoles. Tiene tanta soberbia y es tan vanidoso, que
se comporta como si en España no hubiera nadie tan capacitado como él para solucionar
nuestros problemas diarios. Y sin
empacho alguno, proclama a los cuatro vientos que, como puso en marcha la
recuperación económica, acabó con todas nuestras preocupaciones y nos puso a
vivir de verdad. Lo que quiere decir, faltaría más, que comenzaremos en breve a
disfrutar del ansiado Estado de bienestar.
Pero todos sabemos que, por
tratarse de un mentiroso compulsivo que ha hecho de la falacia y del engaño su
forma normal de vida, la palabra del presidente Sánchez no tiene ningún valor. . Y esto es determinante, creo yo, para
que viva instalado en un mundo quimérico e irreal, ocupado exclusivamente en presumir de
imagen y en dar pábulo a su desmedida ambición. Y como para para este
engañabobos no hay valores ni principios morales que valgan, y la honradez y la
decencia no son nada más que virtudes imaginarias, puede permitirse el lujo de
vivir sin escrúpulos y decir una cosa ahora y, a continuación, hacer
exactamente lo contrario.
Es evidente que Pedro
Sánchez solo piensa en salvaguardar su supervivencia. Y para conseguir
semejante objetivo, procura dar cierto aire de marketing a todas sus
actuaciones, con la intención manifiesta de captar votos, que le ayuden a perpetuarse
en el cargo. Por lo tanto, no debe extrañarnos que pretenda hacernos ver que,
con su llegada a la Presidencia del Gobierno, mejoramos ostensiblemente nuestra
calidad de vida, cuando es innegable que, para desgracia de todos los
españoles, estamos ante una mentira descomunal.
Tenemos que admitir, que no hay, en
toda la Eurozona, un jefe de Gobierno que sea tan mal gestor como el presidente
que padecemos. Y dejándose llevar por una vanidad o presunción ilimitada,
comienza sin más a vanagloriarse desvergonzadamente
de sus propios logros, que califica de extraordinarios, pero que solo
existen en su imaginación. Y recurriendo
a los famosos ‘Aló presidente’ del
venezolano Hugo Chávez, el mitómano Sánchez apareció, una vez más, en la
pantalla de plasma y, obviando lo que dicen las correspondientes estadísticas, pretende
colgarse la “medalla de oro” por la gestión de la pandemia.
Pero los datos que nos ofrece el Instituto
Nacional de Estadística, sacados de los distintos registros civiles de
España, no avalan en absoluto el optimismo derrochado por el presidente Sánchez. Más bien, es todo lo contrario.
Contabilizando todas las defunciones por coronavirus, incluyendo naturalmente las
que camuflaba el Gobierno, sumamos más muertos por millón de habitantes, que
ningún otro país.
Y a esto hay que agregar que fuimos
líderes en número de sanitarios contagiados, porque el Gobierno no les
suministró a tiempo material adecuado para protegerse. Y también batimos, cómo
no, el record en presión hospitalaria, ya que superamos a los demás países en
hospitalizados por cada millón de habitantes. Y todo, digámoslo claramente, porque
el endiosado Pedro Sánchez tardó
varios meses en tomar en serio la crisis originada por el coronavirus.
Pero resulta que el presidente del
Ejecutivo socialcomunista sueña frecuentemente, y cuando sueña, no tiene
límites. Por lo tanto, es normal que a la “medalla
de oro” por el supuesto éxito en la lucha contra la pandemia, pretenda añadir
también otra condecoración más porque, según dice, consiguió que España afianzara
su recuperación económica y social, bastante antes que los demás países de
nuestro entorno.
Se da la circunstancia, que a Pedro Sánchez le encanta cosechar
aplausos y recibir cantidad de halagos y homenajes. Y eso le lleva
necesariamente a desvivirse por cosechar el mayor número de premios y
galardones. Y de hecho, por qué no decirlo, ha logrado que los españoles
ocupemos muchos podios, aunque son todos de dudoso honor. Para empezar, somos
el único país de Europa que no ha sido capaz aún de recuperar el nivel de riqueza que teníamos
cuando surgió la crisis del coronavirus. Y por desgracia, también lideramos el
desempleo en la OCDE, siendo especialmente escandaloso el paro juvenil.
Y como no podía ser menos, también
mantenemos uno de los déficits públicos
más altos de la Unión Europea, ya que cerramos el año 2021 con el 7,3% del PIB.
Y de momento, solo nos supera Malta con un 8,1% del PIB. Pasa algo muy parecido
con la prima de riesgo, que últimamente ha ido subiendo de manera escandalosa.
En este momento llega ya a los 102,550 puntos porcentuales. Pero, si sigue así,
alcanzaremos muy pronto los 120 puntos. De momento, solo Grecia e Italia tienen
una prima de riesgo más alta que la nuestra.
Está visto, que el deterioro de
nuestra situación económica y financiera es imparable, y está llegando a un puno de no retorno, por
culpa de la desastrosa gestión que viene realizando el engreído Pedro Sánchez. Hasta ahora, no ha
conseguido nada más que agravar desmesuradamente los problemas que ya existían y, por supuesto, crear otros
nuevos. Y esto ha servido, claro está, para que cada vez haya menos inversores
que se atrevan a invertir en España. En consecuencia, si no hay quien lo
remedie, los españoles seguiremos caminando hacia un empobrecimiento cada vez
más intenso y lamentable.
El aprendiz de Mortadelo, que ocupa
actualmente La Moncloa, piensa que somos todos tontos o imbéciles. Y
aprovechando que tiene una corte amplia de prosélitos y adeptos que le apoyan y
jalean, se chotea descaradamente de nosotros y nos condena, ahí es nada, a no
poder opinar, ni pensar por nosotros mismos.
Gijón, 7 de marzo de 2022
José Luis Valladares Fernández
Se ha especializado en echarle la culpa a los demás.
ResponderEliminarAsí es. Aunque ha demostrado que es un verdadero inútil para realizar cualquier gestión, siempre culpará a otros de de lo que ha hecho el mal.
ResponderEliminarPolíticos mediocres son hoy por desgracia,los que las grandes corporaciones reclutan para gobernar sus innobles propósitos.A nuestra nación le tocó el gordo con esta maligna mediocridad, saludos,
ResponderEliminarPor desgracia, es lo que tenemos, políticos mediocres. Y así nos va. Saludos
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