sábado, 12 de marzo de 2022

CON SÁNCHEZ, NO PODEMOS OPINAR NI PENSAR

 



Hay que reconocer, que el sufrimiento es algo que nos entristece y deprime y, para colmo de males, hay veces que termina incapacitando al ser humano para enfrentarse a la vida diaria con determinación y valentía. Y por desgracia, también es algo que afecta, en mayor o menor medida, a toda la humanidad. No obstante, el sufrimiento moral, como demostró ampliamente Fiódor Dostoievski, nos enriquece, y nos ayuda a reflexionar y a clarificar  y dar sentido a nuestra vida. 

No cabe duda que Dostoievski es uno de los genios literarios más importantes de la Rusia zarista que, como es sabido, tuvo una juventud extremadamente convulsa y problemática. Al morir su madre cuando aún era un niño y quedar en manos de su padre que era un alcohólico y un tirano inaguantable, creció en un ambiente  familiar tan intransigente y despótico, que lo dejó marcado para toda la vida.

Y no acaba aquí su odisea, ya que el padre del escritor ruso muere, cuando éste acababa de cumplir los 18 años. Lo asesinaron sus propios siervos, porque no aguantaban ya más sus veleidades y su insoportable totalitarismo. Su mismo hijo, que estaba harto de tanta crueldad y de tanto exceso tiránico, también había deseado fervientemente la muerte de su progenitor. Pero al producirse ésta de manera tan violenta, el futuro novelista comenzó a experimentar un sentimiento de culpabilidad, que le causaba un malestar interno verdaderamente irresistible.

Y para completar el cuadro, a los pocos meses de la muerte trágica de su padre, Fiódor Dostoievski comenzó a sufrir las primeras crisis epilépticas, agravándose así su penoso calvario. Y para complicar aún más las cosas, la intensidad y la frecuencia de esos trastornos neurológicos fueron aumentando paulatinamente con la edad. Pero el que terminaría siendo uno de los literatos rusos más famoso, no se amilanó por eso y aprovechó hábilmente todos esos infortunios y tormentos  para explorar la psicología humana y conseguir así un conocimiento más justo y preciso de sí mismo.

Para conocer a fondo su estado de ánimo y su manera de ser y remediar a tiempo sus debilidades, el nuevo novelista comenzó a entrar en la mente perturbada de los personajes ficticios de sus novelas para examinar su comportamiento. Y aprovechó esas indagaciones, en primer lugar, para enriquecer considerablemente sus narraciones y también, quién lo iba a decir, para establecer unas conclusiones  psicológicas precisas y acertadas sobre sí mismo y sobre el resto de los hombres.

Gracias al estudio detallado de la conducta de los protagonistas de sus novelas y a esa especie de introspección profunda, Fiódor Mijáilovich Dostoievski llegó a tener un conocimiento notable de la condición humana. Y pudo comprobar, que los hombres con poder y sin principios, para satisfacer su egoísmo y ambición, solían cometer verdaderas atrocidades contra sus congéneres. Precisamente por eso, se atrevió a hacer este pronóstico que, como veremos, terminó cumpliéndose al pie de la letra: “la tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”.

Aunque los zares rusos eran imperialistas a rabiar, sus súbditos eran libres, aparentemente al menos. Pero unos cuantos años más tarde, con el triunfo de la Revolución de Octubre,  tal como había anunciado acertadamente Fiódor Dostoievski, los ciudadanos rusos normales perdieron la poca libertad que les quedaba. Pasaron a ser prácticamente esclavos de los jerarcas soviéticos.

Y eso es justamente lo que quiere hacer ahora Pedro Sánchez, acabar con nuestra iniciativa e independencia, decretando la muerte de la razón. O despertamos de una vez los españoles y nos enfrentamos con valentía y coraje a este defensor a ultranza de los ocupas, de los golpistas y de los herederos de ETA, o terminaremos más pronto que tarde en un exilio democrático riguroso, donde controlarán nuestra vida particular y nos prohibirán pensar. Está empeñado en reeducarnos a toda costa para que inclinemos nuestra cerviz y aceptemos sumisamente hasta sus dogmas más disparatados.

El triunfalismo desplegado últimamente por este autócrata en ciernes que nos gobierna, está haciendo un daño irreparable a los españoles. Tiene tanta soberbia y es tan vanidoso, que se comporta como si en España no hubiera nadie tan capacitado como él para solucionar  nuestros problemas diarios. Y sin empacho alguno, proclama a los cuatro vientos que, como puso en marcha la recuperación económica, acabó con todas nuestras preocupaciones y nos puso a vivir de verdad. Lo que quiere decir, faltaría más, que comenzaremos en breve a disfrutar del ansiado Estado de bienestar.

Pero todos sabemos que, por tratarse de un mentiroso compulsivo que ha hecho de la falacia y del engaño su forma normal de vida, la palabra del presidente Sánchez no tiene ningún valor. . Y esto es determinante, creo yo, para que viva instalado en un mundo quimérico e  irreal, ocupado exclusivamente en presumir de imagen y en dar pábulo a su desmedida ambición. Y como para para este engañabobos no hay valores ni principios morales que valgan, y la honradez y la decencia no son nada más que virtudes imaginarias, puede permitirse el lujo de vivir sin escrúpulos y decir una cosa ahora y, a continuación, hacer exactamente lo contrario.

Es evidente que  Pedro Sánchez solo piensa en salvaguardar su supervivencia. Y para conseguir semejante objetivo, procura dar cierto aire de marketing a todas sus actuaciones, con la intención manifiesta de captar votos, que le ayuden a perpetuarse en el cargo. Por lo tanto, no debe extrañarnos que pretenda hacernos ver que, con su llegada a la Presidencia del Gobierno, mejoramos ostensiblemente nuestra calidad de vida, cuando es innegable que, para desgracia de todos los españoles, estamos ante una mentira descomunal.

Tenemos que admitir, que no hay, en toda la Eurozona, un jefe de Gobierno que sea tan mal gestor como el presidente que padecemos. Y dejándose llevar por una vanidad o presunción ilimitada, comienza sin más  a vanagloriarse desvergonzadamente de sus propios logros, que califica de extraordinarios, pero que solo existen  en su imaginación. Y recurriendo a los famosos ‘Aló presidente’ del venezolano Hugo Chávez, el mitómano Sánchez apareció, una vez más, en la pantalla de plasma y, obviando lo que dicen las correspondientes estadísticas, pretende colgarse  la “medalla de oro” por la gestión de la pandemia.

Pero los datos que nos ofrece el Instituto Nacional de Estadística, sacados de los distintos registros civiles de España, no avalan en absoluto el optimismo derrochado por el presidente Sánchez. Más bien, es todo lo contrario. Contabilizando todas las defunciones por coronavirus, incluyendo naturalmente las que camuflaba el Gobierno, sumamos más muertos por millón de habitantes, que ningún otro país.

Y a esto hay que agregar que fuimos líderes en número de sanitarios contagiados, porque el Gobierno no les suministró a tiempo material adecuado para protegerse. Y también batimos, cómo no, el record en presión hospitalaria, ya que superamos a los demás países en hospitalizados por cada millón de habitantes. Y todo, digámoslo claramente, porque el endiosado Pedro Sánchez tardó varios meses en tomar en serio la crisis originada por el coronavirus.

Pero resulta que el presidente del Ejecutivo socialcomunista sueña frecuentemente, y cuando sueña, no tiene límites. Por lo tanto, es normal que a la “medalla de oro” por el supuesto éxito en la lucha contra la pandemia, pretenda añadir también otra condecoración más porque, según dice, consiguió que España afianzara su recuperación económica y social, bastante antes que los demás países de nuestro entorno.

Se da la circunstancia, que a Pedro Sánchez le encanta cosechar aplausos y recibir cantidad de halagos y homenajes. Y eso le lleva necesariamente a desvivirse por cosechar el mayor número de premios y galardones. Y de hecho, por qué no decirlo, ha logrado que los españoles ocupemos muchos podios, aunque son todos de dudoso honor. Para empezar, somos el único país de Europa que no ha sido capaz aún  de recuperar el nivel de riqueza que teníamos cuando surgió la crisis del coronavirus. Y por desgracia, también lideramos el desempleo en la OCDE, siendo especialmente escandaloso el paro juvenil.

Y como no podía ser menos, también mantenemos  uno de los déficits públicos más altos de la Unión Europea, ya que cerramos el año 2021 con el 7,3% del PIB. Y de momento, solo nos supera Malta con un 8,1% del PIB. Pasa algo muy parecido con la prima de riesgo, que últimamente ha ido subiendo de manera escandalosa. En este momento llega ya a los 102,550 puntos porcentuales. Pero, si sigue así, alcanzaremos muy pronto los 120 puntos. De momento, solo Grecia e Italia tienen una prima de riesgo más alta que la nuestra.

Está visto, que el deterioro de nuestra situación económica y financiera es imparable, y  está llegando a un puno de no retorno, por culpa de la desastrosa gestión que viene realizando el engreído Pedro Sánchez. Hasta ahora, no ha conseguido nada más que agravar desmesuradamente los problemas  que ya existían y, por supuesto, crear otros nuevos. Y esto ha servido, claro está, para que cada vez haya menos inversores que se atrevan a invertir en España. En consecuencia, si no hay quien lo remedie, los españoles seguiremos caminando hacia un empobrecimiento cada vez más intenso y lamentable.

El aprendiz de Mortadelo, que ocupa actualmente La Moncloa, piensa que somos todos tontos o imbéciles. Y aprovechando que tiene una corte amplia de prosélitos y adeptos que le apoyan y jalean, se chotea descaradamente de nosotros y nos condena, ahí es nada, a no poder opinar, ni pensar por nosotros mismos.

 

Gijón, 7 de marzo de 2022

José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. Se ha especializado en echarle la culpa a los demás.

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  2. Así es. Aunque ha demostrado que es un verdadero inútil para realizar cualquier gestión, siempre culpará a otros de de lo que ha hecho el mal.

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  3. Políticos mediocres son hoy por desgracia,los que las grandes corporaciones reclutan para gobernar sus innobles propósitos.A nuestra nación le tocó el gordo con esta maligna mediocridad, saludos,

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  4. Por desgracia, es lo que tenemos, políticos mediocres. Y así nos va. Saludos

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