LNE. El «Manifiesto del Partido Comunista» de 1848, escrito por K. Marx y F. Engels, comienza con una frase que no tiene desperdicio: «Un espectro se cierne sobre Europa, el espectro del comunismo». Pero ese espectro no instauró esa sociedad sin clases, que esperaban. Únicamente aportó problemas, que aún seguimos arrastrando. Es cierto que este manifiesto es uno de los tratados políticos que más ha influido en la historia mundial. Pero su influjo ha sido abiertamente negativo, provocando un aumento trágico de la pobreza. Dicho texto nos describe el principio de la teoría marxista del materialismo dialéctico. Y muestra el camino para una salvadora revolución proletaria. Posteriormente, el mismo Marx, en «El Capital», nos explica todo el proceso del advenimiento de esa revolución salvadora. Tanto el «Manifiesto del Partido Comunista» como «El Capital», han dado origen a las distintas formas de socialismo, más o menos ideologizado. No todos los socialismos son iguales. Unos son más radicales y sectarios que otros. Los hay partidarios de la abolición total de la propiedad privada sin más. Otros la toleran, aunque, eso sí, niegan que forme parte fundamental de las libertades y derechos humanos. Pero todos coinciden en poner límites a la iniciativa privada y planifican drásticamente cualquier tipo de actuación individual. Todos son muy dados a establecer elevados impuestos, que llaman progresivos, y a buscar un igualitarismo imposible entre todos los ciudadanos. Y este comportamiento generará, inevitablemente, amplias bolsas de pobreza. El ejemplo lo tenemos en la Europa del Este, donde se planificaba obsesivamente hasta el último detalle en cualquier tipo de actividad. Este comportamiento desmedido originó el sonado colapso de la década de los ochenta, que determinaría la caída inevitable del muro de Berlín. La historia nos dice que socialismo y pobreza, son casi siempre equivalentes. Otro tanto ha ocurrido con las repúblicas bananeras de Sudamérica. Argentina es un ejemplo bien claro. Éste es un país con gran riqueza natural, que hasta quitó circunstancialmente el hambre a otros pueblos. Pero hoy sus gentes viven en la pobreza. Y es que el socialismo, disfrazado de populismo o de peronismo, siempre genera pobreza. Y lo peor es que la voluntad de los votantes, varía de acuerdo con el propio poder adquisitivo. Cuanto más pobre es el pueblo, más de izquierda son los gobiernos que salen de las urnas. Y los pueblos radicalmente pobres generan siempre gobiernos de una izquierda tremendamente radical. El socialismo, tal como lo conocemos, es impensable sin pobreza real y en los pobres encuentra su única razón de ser. El socialismo, dicen, es la vía más segura para mejorar la situación de los pueblos. Y, cuando llegan al poder, aumentan los impuestos en busca de más dinero. Después lo malgastarán en subvenciones arbitrarias y en una descontrolada expansión del gasto público. Afirman, sin rubor, que son ellos, en exclusiva, los que mantienen el bienestar social, y que el socialismo es el auténtico evangelio de los pobres. Y los pobres no siempre se dan cuenta que se trata de una evangelio radicalmente utópico y aberrante. Tenemos la mala suerte de que sea Zapatero el guía espiritual del socialismo español. Como no tiene claridad de ideas, las decisiones que toma, no pasan de simples ocurrencias. No espera nunca lo inesperado. Y cuando lo inesperado llega, no lo reconocerá jamás. Y esto lo incapacita para habilitar los oportunos remedios que exige el problema real. Como no reconoció la crisis, por que no la esperaba, no pudo arbitrar las oportunas reformas estructurales, necesarias para paliar sus crueles efectos. Por este motivo, los comedores de caritas se ven ahora desbordados de clientes, en busca de comida. En épocas de crisis o recesión, la actualización de las pensiones sufre un enorme deterioro por la inflación acumulada. Pues el alza de precios, de los artículos básicos, se dispara muy por encima de lo normal. Y las personas mayores, tanto por edad como por falta de medios, consumen casi exclusivamente artículos básicos, como es la alimentación. Y hay artículos de alimentación que, a lo largo del año, han subido por encima del 40 por ciento. Los pensionistas no consumen electrodomésticos, ni aparatos electrónicos, ni apenas ropas, que son los artículos que más frenan y moderan la inflación acumulada. De ahí que, para estas personas, la inflación esté muy por encima de la prevista oficialmente. Por lo tanto, las pensiones mínimas, que en 2009 subirán un 6 por ciento, aunque Zapatero no lo crea, sufrirán una pérdida notable de poder adquisitivo. El resto de las pensiones, con el 2,4 por ciento previsto, y por idénticos motivos, sufrirán también un deterioro brutal en su poder adquisitivo. Y muchos de los jubilados y pensionistas, que disfrutaban de un nivel de vida simplemente aceptable, a partir de este momento, pasarán a engrosar ese grupo que tiene que hacer verdaderos milagros para sobrevivir. El Gobierno, además, no quiere solucionar adecuadamente el problema. Ahí están, para demostrarlo, los Presupuestos aprobados recientemente. Tratan de mantener el nivel actual de gasto público e, incluso, aumentarlo. Y se niegan a deflactar la tarifa del IRPF, actualizándolo con la inflación, para así recaudar, disimuladamente unos impuestos adicionales importantes. Pero éste es el modo de actuar de los partidos que se han inspirado en K. Marx y F. Engels. Todos los partidos de izquierda están condicionados por su origen marxista. Es cierto que. en 1979, el socialismo español renunció oficialmente al marxismo. Pero conserva, de manera expresa, el análisis marxista con toda su liturgia. Y este análisis marxista, ya lo hemos visto, tiene las mismas consecuencias que aquel.
José Luis Valladares Fernández
Qué interesante y qué real su artículo. No hace falta ser economista para caer en la cuenta del desastre en que nos ha metido esta gente escudados en una crisis mundial. Es evidente que todas las expectativas anunciadas en las elecciones eran un puro dislate electoralista. "Somos los más sólidos" "los mejor preparados". ¡Sr ZP, no nos mienta más por favor!
ResponderEliminarSin duda, otro interesante artículo.
ResponderEliminarEs curioso cómo los partidos socialistas disfrazados de socialdemócratas (mera etiqueta vacua en la mayoría de los casos) ni quieren ni pueden desvincularse de los postulados marxistoides.
No quieren porque le siguen teniendo un respeto intelectual descomunal a su profeta, aunque la mayoría de ellos ni siquiera lo ha leído y mucho menos, entendido. Y no pueden porque sencillamente, Marx ha sido el mayor intelecto que ha habido en el socialismo. Ninguno de sus seguidores alcanzó su nivel de sistematización ni logró edificar un sistema analítico que "prima facie" pudiera aparentar ser correcto.
Enhorabuena por el artículo.