Aunque hace ya tiempo que los partidos políticos que presumen de progresistas empezaron el acoso y derribo de las fronteras entre el bien y el mal, es ahora, con Bibiana Aído de por medio, cuando se ha intensificado esa labor. Y los resultados son cada vez más evidentes: aumentan constantemente las violaciones y la mal denominada violencia de género.
Las campañas demagógicas liberadoras de la mujer, con la llegada de Aído al Ministerio de Igualdad creado para ella, adquieren tintes verdaderamente febriles. Trata Aído, por lo que parece, de liberarlas prácticamente ya desde la cuna, consiguiendo con ello comprometer más su futuro. Aunque es un pecado muy antiguo del PSOE, la ministra de Igualdad deja atrás al resto de las ministras de cuota, y reactiva y da nuevo impulso a esa propaganda progre y malintencionada de la sexualidad desde la escuela. Aplicando la filosofía, pretendidamente progre, sobre la sexualidad que Bibiana Aído defiende con tanto ardor, se provoca una mayor disgregación de la familia, una pérdida evidente del respeto mutuo, la violencia de género y la multiplicación de los casos de violación, incluso a menores.
Esta innecesaria y superflua ministra ha dado muestras de ser una mujer con muy pocos escrúpulos y tremendamente irresponsable. Ella, seguida muy de cerca por Leire Pajín, va abriendo camino en el mundo del disparate y las jaimitadas. No sé si actúa así motu propio, o lo hace por encargo directo del Gobierno. Sea de una manera u otra, da a entender que se quiere hurtar a las familias la educación de sus hijos. Esta labor quedaría en manos de la televisión y de un buen número de funcionarios afines previamente adoctrinados.
Desde los diferentes medios de comunicación que dirigen estómagos agradecidos, entre los que destacan las televisiones del gobierno, están empeñados en banalizar el sexo. Hay en estos medios evidentes intereses inconfesables de orden ideológico, político e incluso comercial. De ahí que en las televisiones amigas -que son prácticamente todas- hayan desaparecido los valores positivos y lo que representa la dignidad. En su lugar, ponen el acento en otros valores puramente materiales, como es el bienestar inmediato, el consumo y, ante todo, la evasión de la realidad. Precisamente por esto, predominan las proyecciones eróticas, los desnudos y la proliferación de todo tipo de violencia. La telebasura está a la orden del día. Y además se promociona y se presenta como modelo para los más jóvenes a personas impresentables que, en la mayoría de los casos, están tan enfermas moralmente que en realidad son la hez de la sociedad y no tienen problemas para hacer públicas sus miserias, alardeando incluso de poseerlas.
Son muchos los programas de televisión que sirven en bandeja a la juventud programas zafios que incitan al sexo de forma continuada y que dan lugar a una sociedad moralmente enferma. Estos programas, tan sumamente fáciles de vender y enormemente fáciles de consumir, contribuyen de una manera muy evidente a construir un modelo social culpable de los grandes males que padecemos. La juventud actual, aunque aún queden honrosas excepciones, es cada vez más hedonista y sin la más elemental fuerza de voluntad.
Ante hechos tan graves como las violaciones de Baena y de Isla Cristina, con participación de menores de 14 años, los partidos políticos deben arbitrar de inmediato la modificación de la ley del menor, rebajando incluso hasta los 12 años la edad penal en los casos de asesinato violento y de violación de menores. La impunidad de que gozan estos delincuentes, por ser menores de 14 años, dejan desprotegidas a las víctimas, la mayor parte de las cuales arrostrarán de por vida enormes trastornos psicológicos. Con la actual ley del menor, modificada en el año 2006, tiene uno la sensación de que se protege intencionadamente a los menores que cometen esos actos delictivos y no a las víctimas que los sufren aunque sean menores.
Es cierto que con el cambio de la legislación, endureciendo las penas a los delincuentes y rebajando el límite de impunidad hasta los 12 años, no evitaremos situaciones como las violaciones recientes de Baena e Isla Cristina. A pesar de ello, debemos terminar de una vez por todas con esa sensación de impunidad actual, por el hecho de no haber alcanzado una edad determinada. No cabe duda de que a los 12 años ya se posee cierta capacidad de obrar. Precisamente por esto los jueces de familia escuchan a los hijos a partir de esa edad en los procesos de separación de los padres. De ahí que actos como los de Córdoba y Huelva, o la violación y posterior asesinato de Sandra Palo, deban lleva aparejado algún tipo de responsabilidad y no se vayan a sus casas de rositas. Las víctimas de tan terribles actos, además, se merecerán algún tipo de resarcimiento y apoyo
Y el Gobierno mientras tanto, como el mismo partido que le apoya, a lo suyo. No se le ocurre ni preguntar qué se está haciendo tan mal socialmente para que sean posibles casos tan espeluznantes como estos. Nos repiten la misma cantinela de hace cuatro años, cuando el Rafita, ya en libertad, intervino en la violación y asesinato de Sandra Palo: no se puede legislar en caliente. Cruzados de brazos, esperarán a que se repitan más casos por el estilo. El clamor de la sociedad, por lo que se ve, no les dice nada.
Es cierto que con el cambio de la legislación no es suficiente. Simultáneamente a la reforma de la Ley del Menor habría que poner en marcha todo un plan global que afecte a todos los medios de comunicación. No es admisible la tolerancia con la violencia que se ofrece continuamente a los más jóvenes como medio de distracción en maquinitas de videojuegos, en internet y en televisión. Otro tanto ocurre con los cantos que, desde esos mismos medios, se hace a las excelencias del sexo. Esta no es manera de educar a los más pequeños. No se puede seguir escamoteando la importancia esencial que tienen los valores éticos y morales, obviados frecuentemente, y quizás de forma interesada, por Zapatero y sus ministros.
El Gobierno del PSOE cree cumplir con su obligación, organizando en colegios e institutos diversas campañas sobre sexualidad, violencia, respeto y tolerancia. Pero estas campañas quedan desnaturalizadas por el doctrinarismo de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Y además, desde la televisión sobre todo, se dilapida la educación que los jovencitos puedan recibir de sus familias. Bibiana Aído es toda una especialista en lanzar consignas que entorpecen la labor familiar.
La información que se suministra a los jóvenes sobre sexualidad es más que suficiente. Saben con exactitud lo que tienen que hacer, pero no lo hacen porque falla la moral y la educación que se les suministra.
Más importante que la información es la educación moral, la educación del carácter y la voluntad. Y en esto, los poderes públicos no deben suplantar a las familias o hacerlas la guerra. Deben colaborar con ellas, dejando a un lado intereses políticos o de partido, para que los jóvenes reciban una educación integral. Y que estos vean que la mejor recompensa que reciban por las buenas obras, es la satisfacción que se siente por haberla hecho. No olvidemos que el objetivo de la educación, como dijo Platón, es la virtud y el hacer buenos ciudadanos.
Barrillos de las Arrimadas, 25 de julio de 2009
José Luis Valladares Fernández
Las campañas demagógicas liberadoras de la mujer, con la llegada de Aído al Ministerio de Igualdad creado para ella, adquieren tintes verdaderamente febriles. Trata Aído, por lo que parece, de liberarlas prácticamente ya desde la cuna, consiguiendo con ello comprometer más su futuro. Aunque es un pecado muy antiguo del PSOE, la ministra de Igualdad deja atrás al resto de las ministras de cuota, y reactiva y da nuevo impulso a esa propaganda progre y malintencionada de la sexualidad desde la escuela. Aplicando la filosofía, pretendidamente progre, sobre la sexualidad que Bibiana Aído defiende con tanto ardor, se provoca una mayor disgregación de la familia, una pérdida evidente del respeto mutuo, la violencia de género y la multiplicación de los casos de violación, incluso a menores.
Esta innecesaria y superflua ministra ha dado muestras de ser una mujer con muy pocos escrúpulos y tremendamente irresponsable. Ella, seguida muy de cerca por Leire Pajín, va abriendo camino en el mundo del disparate y las jaimitadas. No sé si actúa así motu propio, o lo hace por encargo directo del Gobierno. Sea de una manera u otra, da a entender que se quiere hurtar a las familias la educación de sus hijos. Esta labor quedaría en manos de la televisión y de un buen número de funcionarios afines previamente adoctrinados.
Desde los diferentes medios de comunicación que dirigen estómagos agradecidos, entre los que destacan las televisiones del gobierno, están empeñados en banalizar el sexo. Hay en estos medios evidentes intereses inconfesables de orden ideológico, político e incluso comercial. De ahí que en las televisiones amigas -que son prácticamente todas- hayan desaparecido los valores positivos y lo que representa la dignidad. En su lugar, ponen el acento en otros valores puramente materiales, como es el bienestar inmediato, el consumo y, ante todo, la evasión de la realidad. Precisamente por esto, predominan las proyecciones eróticas, los desnudos y la proliferación de todo tipo de violencia. La telebasura está a la orden del día. Y además se promociona y se presenta como modelo para los más jóvenes a personas impresentables que, en la mayoría de los casos, están tan enfermas moralmente que en realidad son la hez de la sociedad y no tienen problemas para hacer públicas sus miserias, alardeando incluso de poseerlas.
Son muchos los programas de televisión que sirven en bandeja a la juventud programas zafios que incitan al sexo de forma continuada y que dan lugar a una sociedad moralmente enferma. Estos programas, tan sumamente fáciles de vender y enormemente fáciles de consumir, contribuyen de una manera muy evidente a construir un modelo social culpable de los grandes males que padecemos. La juventud actual, aunque aún queden honrosas excepciones, es cada vez más hedonista y sin la más elemental fuerza de voluntad.
Ante hechos tan graves como las violaciones de Baena y de Isla Cristina, con participación de menores de 14 años, los partidos políticos deben arbitrar de inmediato la modificación de la ley del menor, rebajando incluso hasta los 12 años la edad penal en los casos de asesinato violento y de violación de menores. La impunidad de que gozan estos delincuentes, por ser menores de 14 años, dejan desprotegidas a las víctimas, la mayor parte de las cuales arrostrarán de por vida enormes trastornos psicológicos. Con la actual ley del menor, modificada en el año 2006, tiene uno la sensación de que se protege intencionadamente a los menores que cometen esos actos delictivos y no a las víctimas que los sufren aunque sean menores.
Es cierto que con el cambio de la legislación, endureciendo las penas a los delincuentes y rebajando el límite de impunidad hasta los 12 años, no evitaremos situaciones como las violaciones recientes de Baena e Isla Cristina. A pesar de ello, debemos terminar de una vez por todas con esa sensación de impunidad actual, por el hecho de no haber alcanzado una edad determinada. No cabe duda de que a los 12 años ya se posee cierta capacidad de obrar. Precisamente por esto los jueces de familia escuchan a los hijos a partir de esa edad en los procesos de separación de los padres. De ahí que actos como los de Córdoba y Huelva, o la violación y posterior asesinato de Sandra Palo, deban lleva aparejado algún tipo de responsabilidad y no se vayan a sus casas de rositas. Las víctimas de tan terribles actos, además, se merecerán algún tipo de resarcimiento y apoyo
Y el Gobierno mientras tanto, como el mismo partido que le apoya, a lo suyo. No se le ocurre ni preguntar qué se está haciendo tan mal socialmente para que sean posibles casos tan espeluznantes como estos. Nos repiten la misma cantinela de hace cuatro años, cuando el Rafita, ya en libertad, intervino en la violación y asesinato de Sandra Palo: no se puede legislar en caliente. Cruzados de brazos, esperarán a que se repitan más casos por el estilo. El clamor de la sociedad, por lo que se ve, no les dice nada.
Es cierto que con el cambio de la legislación no es suficiente. Simultáneamente a la reforma de la Ley del Menor habría que poner en marcha todo un plan global que afecte a todos los medios de comunicación. No es admisible la tolerancia con la violencia que se ofrece continuamente a los más jóvenes como medio de distracción en maquinitas de videojuegos, en internet y en televisión. Otro tanto ocurre con los cantos que, desde esos mismos medios, se hace a las excelencias del sexo. Esta no es manera de educar a los más pequeños. No se puede seguir escamoteando la importancia esencial que tienen los valores éticos y morales, obviados frecuentemente, y quizás de forma interesada, por Zapatero y sus ministros.
El Gobierno del PSOE cree cumplir con su obligación, organizando en colegios e institutos diversas campañas sobre sexualidad, violencia, respeto y tolerancia. Pero estas campañas quedan desnaturalizadas por el doctrinarismo de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Y además, desde la televisión sobre todo, se dilapida la educación que los jovencitos puedan recibir de sus familias. Bibiana Aído es toda una especialista en lanzar consignas que entorpecen la labor familiar.
La información que se suministra a los jóvenes sobre sexualidad es más que suficiente. Saben con exactitud lo que tienen que hacer, pero no lo hacen porque falla la moral y la educación que se les suministra.
Más importante que la información es la educación moral, la educación del carácter y la voluntad. Y en esto, los poderes públicos no deben suplantar a las familias o hacerlas la guerra. Deben colaborar con ellas, dejando a un lado intereses políticos o de partido, para que los jóvenes reciban una educación integral. Y que estos vean que la mejor recompensa que reciban por las buenas obras, es la satisfacción que se siente por haberla hecho. No olvidemos que el objetivo de la educación, como dijo Platón, es la virtud y el hacer buenos ciudadanos.
Barrillos de las Arrimadas, 25 de julio de 2009
José Luis Valladares Fernández
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