En estos últimos días, las pantallas de televisión españolas nos han presentado a un Fidel Castro muy mejorado, en animada conversación con un grupo de abogados venezolanos, re cien graduados en la Universidad de Carabobo. Y la prensa ha rivalizado en difundir profusamente este hecho. Primero apareció una fotografía para, pocas horas después, difundir ese vídeo con un Fidel Castro muy diferente al que habíamos visto en la última grabación anterior unos cuantos meses antes.
Es evidente que, con estos dos documentos -fotografía y vídeo-, tratan de hacer de la imagen de Fidel todo un símbolo de unidad para lidiar los malos tiempos que se viven en la isla. Los responsables políticos cubanos, ante el estado económico tan crítico, quieren enfervorizar de nuevo el entusiasmo de los ‘fidelistas’, para acallar a los disidentes y prestar un apoyo a las decisiones del presidente Raúl Castro.
Pero la mejoría progresiva de Fidel Castro va marcando el creciente deterioro de la vida y de la convivencia en la isla caribeña. A los males, comunes al resto de países, se unen las complicaciones casi suicidas que aporta el castrismo. El último discurso de Raúl Castro, ante la Asamblea Nacional cubana, no deja lugar a dudas. Y las medidas que en él anuncia son terroríficas, hasta para el cubano fiel a la situación política.
Comienza diciendo que hay que trabajar más y anuncia una serie de recortes sociales que impone el bajo crecimiento de la economía cubana. Solamente esto ya es suficiente para agravar las penurias inmensas que vienen soportando los cubanos desde tiempo inmemorial. Pero hay otras cosas, aún peores, que se derivan de esa alocución política. Entre otras, se cierra la puerta a toda posible liberalización del sistema que, durante tantos años, se ha mantenido en Cuba a base de sudor y lágrimas. Más aún, anuncia que la dirección del partido tratará de asegurar, aunque sea por la brava, la irreversibilidad del régimen sociopolítico que impera en la isla.
Y no acaban aquí las desgracias que han de afrontar aún los cubanos, con las nuevas pautas anunciadas por el presidente Raúl Castro. Una de ellas, y que es como para echarse a temblar, la tenemos en el gran reto que se ha marcado de construir un modelo económico a la cubana, que es tanto como patentar la manera de ser pobres en cuba.
La continuidad de la revolución y el socialismo sancionado por los hermanos Castro garantizan un ahondamiento seguro en esa miseria y pobreza genuinamente cubana. Complican aún más la situación, y obligan a multiplicar los recortes sociales, el excesivo peso del Estado y del propio ejército sobre las cuentas cubanas.
Los cubanos que habían abrigado ciertas esperanzas de apertura política con la renuncia de Fidel Castro a la presidencia a favor de su hermano Raúl, por desgracia, deberán esperar a tiempos mejores. Que, de momento, no será posible evadirse de ese brutal yugo castrista.
Para que no quede ninguna duda, ahí están las palabras del propio Raúl Castro, dirigiéndose a la secretaria de Estado Hillary Clinton y a los representantes de la UE: “A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Lo fui para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”.
Además de estar sometidos a tan infamante tiranía, los pobres cubanos se verán obligados a apretarse aún más el cinturón, pues, según Raúl, los números y las prioridades mandan. “Los gastos en la esfera social –dijo- deben estar en consonancia con las posibilidades reales y ello supone suprimir aquellos de los que sea posible prescindir”. Esto lleva aparejado, entre otras medidas, la supresión de la doble moneda, la eliminación de varios servicios gratuitos y algún que otro subsidio que venía percibiendo hasta ahora parte de la población cubana. Por si esto fuera poco, según sus palabras, también habrá restricciones en educación, en sanidad y en todos aquellos apartados que entran en los presupuestos. Se trata de eliminar todos los gastos que resulten insostenibles.
Teniendo en cuenta todo esto, es lamentable que haya países, entre los que se encuentra España, que se pongan del lado del tirano que ha secuestrado la soberanía del pueblo y margine, de plano y descaradamente, a tanto disidente que quiere recuperar la libertad y la democracia. El pueblo cubano merece mejor suerte.
Barrillos de las Arrimadas, 27 de agosto de 2009
José Luis Valladares Fernández
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