Tenemos un presidente del Gobierno con una capacidad enorme para sorprender á cualquiera que se interese por nuestra situación económica. Resulta que la mayoría de la sociedad española es ahora masoquista, ya que están sumamente agradecidos a Zapatero, por darles la oportunidad de ser solidarios. Hay una mayoría de la sociedad, nos dice, que acepta la subida de impuestos porque se trata de “ciudadanos que saben y que están de acuerdo en hacer un pequeño esfuerzo” ahora que estamos metidos en una crisis.
Y no terminan aquí las incongruencias de Zapatero en la sesión de control del Senado. Acto seguido, con un tono de enfado notable y como quien habla ex cáthedra, acusa al Partido Popular de “no haber hecho nunca una política de solidaridad”. De ahí que a los populares “les suena tan extraño” que el Gobierno acuda a la solidaridad con los ciudadanos, subiéndoles la tributación.
Para empezar, no hay solidaridad si no hay libertad; si te la imponen desde arriba, ya no es solidaridad, es imposición. Esto debiera saberlo el presidente del Gobierno. De todos modos, con el dinero ajeno, yo también soy muy solidario. Desde luego, yo no se que tiene de solidario tratar de solucionar la crisis y el desempleo con simples y banales cataplasmas. La solidaridad estaría en buscar, primero, la manera de poner freno a ese constante y feroz aumento del paro y, después, que los ciudadanos puedan vivir honradamente de su trabajo. De rebote quedarían solucionados muchos de los problemas económicos que nos afectan.
Con más moral que el Alcoyano, Zapatero continuó soltando simplezas en su contestación a las preguntas del portavoz del PP, García Escudero. A falta de razones más convincentes, se lamentó de la “demagogia coyuntural” de los responsables del Partido Popular. Y, como si tuviera razón, continuó con su perorata asegurando que, todos los ciudadanos, y sobre todo los grupos de pensionistas, parados y mileuristas, están mucho más protegidos socialmente con su política que con el PP.
Reitera, sin convicción, que la subida de impuestos tiene unas características especiales que ni el mismo se lo cree: será “moderada”, “responsable” y “en una parte temporal”. Más aún, con esta subida de impuestos, según confiesa, además de mantener la protección social, busca reactivar una inversión productiva y, al menos para 2012, cumplir lo exigido por el Pacto de estabilidad y crecimiento, manteniendo el déficit público por debajo del 3% del Producto Interior Bruto, como exige la Comisión Europea.
Zapatero nos da a entender que sigue en sus trece y con esa propaganda triunfal a la que es adicto, continúa con sus ocurrencias y recetas mágicas para enderezar lo que no tiene enderezamiento posible. La protección social de la que presume se reducirá a unas simples y exiguas limosnas que no solucionan nada. No habrá dinero para efectuar inversiones productivas y rentables que generen trabajo y, mientras no haya cambios estructurales, no logrará ahormar nuestro déficit público. Como le dijo García Escudero, en lugar de frenar la “sangría del paro”, la subida de impuestos logrará “justo lo contrario: menos ahorro, menos consumo, destrucción de empresas y más paro”. Con razón dijo Aznar desde Colombia: "No es dificil gestionar mejor la crisis, pero es dificil hacerlo peor".
Que Zapatero coja el toro por los cuernos e introduzca las reformas estructurales necesarias que aumenten nuestra productividad y nuestra competitividad, por ejemplo, es misión imposible. Con gastar dinero cree que ya está todo arreglado. Es un manirroto que despilfarra a manos llenas el dinero, que no es de él, en ministerios superfluos que hasta carecen de competencias, en multitud de altos cargos inútiles, en infinidad de asesores, en regalárselo a dictadorzuelos extranjeros, como es el caso del presidente de Bolivia, Evo Morales y hasta en propaganda excusada. Es muy generoso con el dinero ajeno.
Tampoco hay manera de que nos de detalles de esa supuesta subida de impuestos. Se limita a generalizar sin especificar el alcance real de esa pretendida modificación fiscal y se ampara en infinidad de requiebros vulgares para eludir todo tipo de aclaraciones. Además de obviedades manifiestas, repite una y otra vez que se trata de una subida impositiva “limitada y temporal” y que gobernar es tomar decisiones que “unas veces son más amables y otras exigen más compromiso y responsabilidad”. Como mucho, nos remite a la futura Ley de los Presupuestos Generales del Estado, donde, dice, se concretarán todos los detalles de dicha reforma.
El presidente del Gobierno repite a todas horas, aunque sin convicción, que esta subida de impuestos a quien más va a afectar es a los ricos, que el IRPF no se va a tocar. Se habla de una subida de dos puntos en el IVA. ¡Demagogia barata! Pagarán el pato, como siempre, los que tengan menos poder adquisitivo. Si desaparece la desgravación de los famosos 400 euros, ya se tocó el IRPF. Y nada hay más insolidario que cargar la mano sobre el IVA y sobre los demás impuestos indirectos, ya que serán los pobres los que se lleven la peor parte. Y en España hay muchos pobres ya y que aumentarán, sin duda, como consecuencia del errático Gobierno de Zapatero.
A Zapatero le interesa escudarse en el embeleco de la recuperación. Trata de aguantar como sea, y esperar a que otros países salgan de la crisis. Está convencido de que cuando Alemania y Francia abandonen la recesión, nos arrastrarán también a nosotros prácticamente sin poner nada de nuestra parte. Y gana tiempo tratando de hacernos creer en los brotes verdes de la ministra de Economía, Elena Salgado, conocida hoy como la “bien manda”.
Alemania y Francia atisban ya ese cambio de signo en sus economías. Y otros países de nuestro entorno también, ya que, para su suerte, no tienen a un Zapatero rigiendo sus destinos económicos. España tendrá que esperar tiempos mejores. En esto coinciden todos los pronósticos, incluso el de personas tan poco sospechosas como Joaquín Almunia. Dadas las circunstancias específicas de nuestra crisis, mucho tendrán que cambiar las cosas para remontar de nuevo el vuelo. Lo primero, Zapatero tendría que cambiar de chip y abandonar ese izquierdismo rancio que le ha llenado de complejos absurdos que le tienen maniatado.
Gijón, 22 de septiembre de 2009
José Luis Valladares Fernández
Y no terminan aquí las incongruencias de Zapatero en la sesión de control del Senado. Acto seguido, con un tono de enfado notable y como quien habla ex cáthedra, acusa al Partido Popular de “no haber hecho nunca una política de solidaridad”. De ahí que a los populares “les suena tan extraño” que el Gobierno acuda a la solidaridad con los ciudadanos, subiéndoles la tributación.
Para empezar, no hay solidaridad si no hay libertad; si te la imponen desde arriba, ya no es solidaridad, es imposición. Esto debiera saberlo el presidente del Gobierno. De todos modos, con el dinero ajeno, yo también soy muy solidario. Desde luego, yo no se que tiene de solidario tratar de solucionar la crisis y el desempleo con simples y banales cataplasmas. La solidaridad estaría en buscar, primero, la manera de poner freno a ese constante y feroz aumento del paro y, después, que los ciudadanos puedan vivir honradamente de su trabajo. De rebote quedarían solucionados muchos de los problemas económicos que nos afectan.
Con más moral que el Alcoyano, Zapatero continuó soltando simplezas en su contestación a las preguntas del portavoz del PP, García Escudero. A falta de razones más convincentes, se lamentó de la “demagogia coyuntural” de los responsables del Partido Popular. Y, como si tuviera razón, continuó con su perorata asegurando que, todos los ciudadanos, y sobre todo los grupos de pensionistas, parados y mileuristas, están mucho más protegidos socialmente con su política que con el PP.
Reitera, sin convicción, que la subida de impuestos tiene unas características especiales que ni el mismo se lo cree: será “moderada”, “responsable” y “en una parte temporal”. Más aún, con esta subida de impuestos, según confiesa, además de mantener la protección social, busca reactivar una inversión productiva y, al menos para 2012, cumplir lo exigido por el Pacto de estabilidad y crecimiento, manteniendo el déficit público por debajo del 3% del Producto Interior Bruto, como exige la Comisión Europea.
Zapatero nos da a entender que sigue en sus trece y con esa propaganda triunfal a la que es adicto, continúa con sus ocurrencias y recetas mágicas para enderezar lo que no tiene enderezamiento posible. La protección social de la que presume se reducirá a unas simples y exiguas limosnas que no solucionan nada. No habrá dinero para efectuar inversiones productivas y rentables que generen trabajo y, mientras no haya cambios estructurales, no logrará ahormar nuestro déficit público. Como le dijo García Escudero, en lugar de frenar la “sangría del paro”, la subida de impuestos logrará “justo lo contrario: menos ahorro, menos consumo, destrucción de empresas y más paro”. Con razón dijo Aznar desde Colombia: "No es dificil gestionar mejor la crisis, pero es dificil hacerlo peor".
Que Zapatero coja el toro por los cuernos e introduzca las reformas estructurales necesarias que aumenten nuestra productividad y nuestra competitividad, por ejemplo, es misión imposible. Con gastar dinero cree que ya está todo arreglado. Es un manirroto que despilfarra a manos llenas el dinero, que no es de él, en ministerios superfluos que hasta carecen de competencias, en multitud de altos cargos inútiles, en infinidad de asesores, en regalárselo a dictadorzuelos extranjeros, como es el caso del presidente de Bolivia, Evo Morales y hasta en propaganda excusada. Es muy generoso con el dinero ajeno.
Tampoco hay manera de que nos de detalles de esa supuesta subida de impuestos. Se limita a generalizar sin especificar el alcance real de esa pretendida modificación fiscal y se ampara en infinidad de requiebros vulgares para eludir todo tipo de aclaraciones. Además de obviedades manifiestas, repite una y otra vez que se trata de una subida impositiva “limitada y temporal” y que gobernar es tomar decisiones que “unas veces son más amables y otras exigen más compromiso y responsabilidad”. Como mucho, nos remite a la futura Ley de los Presupuestos Generales del Estado, donde, dice, se concretarán todos los detalles de dicha reforma.
El presidente del Gobierno repite a todas horas, aunque sin convicción, que esta subida de impuestos a quien más va a afectar es a los ricos, que el IRPF no se va a tocar. Se habla de una subida de dos puntos en el IVA. ¡Demagogia barata! Pagarán el pato, como siempre, los que tengan menos poder adquisitivo. Si desaparece la desgravación de los famosos 400 euros, ya se tocó el IRPF. Y nada hay más insolidario que cargar la mano sobre el IVA y sobre los demás impuestos indirectos, ya que serán los pobres los que se lleven la peor parte. Y en España hay muchos pobres ya y que aumentarán, sin duda, como consecuencia del errático Gobierno de Zapatero.
A Zapatero le interesa escudarse en el embeleco de la recuperación. Trata de aguantar como sea, y esperar a que otros países salgan de la crisis. Está convencido de que cuando Alemania y Francia abandonen la recesión, nos arrastrarán también a nosotros prácticamente sin poner nada de nuestra parte. Y gana tiempo tratando de hacernos creer en los brotes verdes de la ministra de Economía, Elena Salgado, conocida hoy como la “bien manda”.
Alemania y Francia atisban ya ese cambio de signo en sus economías. Y otros países de nuestro entorno también, ya que, para su suerte, no tienen a un Zapatero rigiendo sus destinos económicos. España tendrá que esperar tiempos mejores. En esto coinciden todos los pronósticos, incluso el de personas tan poco sospechosas como Joaquín Almunia. Dadas las circunstancias específicas de nuestra crisis, mucho tendrán que cambiar las cosas para remontar de nuevo el vuelo. Lo primero, Zapatero tendría que cambiar de chip y abandonar ese izquierdismo rancio que le ha llenado de complejos absurdos que le tienen maniatado.
Gijón, 22 de septiembre de 2009
José Luis Valladares Fernández
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