Con la Sociedad General de Autores de España (SGAE), vamos de sorpresa en sorpresa. En el mes de agosto pasado nos enteramos que esta sociedad, dando muestras de su afición por lo ajeno, exigía al ayuntamiento de Zalamea de la Serena la bonita cantidad de 14.000 euros. Javier Paredes, alcalde de la localidad, calificaba esta pretensión, con toda la razón del mundo, de “burrada” y de casi un atraco a mano armada”.
El primer edil de Zalamea razona su enfado. Se trata, nos dice, de una representación popular de Calderón de la Barca, que se titulaba ‘El alcalde de Zalamea’ y que llevan acabo, de modo desinteresado, un grupo de vecinos de la localidad. Esta sería la decimosexta edición. Se trata, nos dice el regidor municipal, de una recuperación patrimonial del sentimiento del pueblo y esta representación, además, ha sido declarada fiesta de interés Turístico Regional. No se trata de recaudar fondos. Es más, la taquilla no llega ni para cubrir los gastos originados por la representación.
Pero la SGAE no entiende de estas cosas. Todo su afán se centra en hacer caja como sea. Todo lo demás no le interesa.
Un caso parecido les ocurre a la Asociación de Vecinos Zaidín-Vergeles, que organiza el Festival Zaidín Rock de Granada. Este año celebra la 29 edición y la SGAE les exige el pago de unos 6.000 euros por festival en concepto de derechos de autor.
Como el festival, a pesar de que cuenta con el apoyo del Ayuntamiento y la Diputación de Granada y de la Junta de Andalucía, no da para tanto, a este colectivo vecinal se le ocurrió una idea muy original: pedir a la SGAE el patrocinio de este evento musical. Esta sería la única posibilidad de hacer frente a los derechos de autor.
Aunque estos dos casos anteriores son sumamente llamativos, tiene bastante más enjundia la siguiente noticia que lleva ya días circulando en la red. La SGAE pretende obligar a las bibliotecas públicas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon, destinado a resarcir a los autores de dichos libros del desgaste del préstamo.
La SGAE, ahora sí, ha llegado al colmo del despropósito. El mercantilismo de esta sociedad, que dice representa los intereses de los autores, la llevaría a poner freno a una de las mejores actividades que puede proporcionar una biblioteca, como es el promover la lectura. El préstamo de libros despierta en la gente joven la afición por la lectura y quien se aficiona a leer, termina por ser un habitual comprador de libros.
Es inconcebible que la SGAE pretenda defender los intereses de los autores, cargándose la principal y más interesante de las funciones que deben desarrollar las bibliotecas. Sin los préstamos de libros, muchos de los escritores serían unos perfectos desconocidos que para vivir, en vez de dedicarse a escribir, tendrían que buscarse otro medio de vida. El mejor servicio que una biblioteca puede proporcionarles, es difundir su obra haciendo llegar sus libros, mediante el correspondiente préstamo al mayor número de personas posibles.
Flaco favor les hace la SGAE a los escritores, dificultando la difusión de su obra con esa desquiciada pretensión de cobrar a las bibliotecas por libro prestado. Nadie compra libros de autores desconocidos, a menos que sea un perfecto patán. A los paletos solamente les interesa el aspecto de los mismos. Si están bien encuadernados, les valen hasta las guías de teléfono. Quieren lucirse ante sus amistades, y para ello procuran llenar los anaqueles del mueble de su salón con libros que tengan lomos muy elegantes y vistosos.
La mejor propaganda que puede recibir cualquier autor, y que además es gratuita, se la proporcionan estas bibliotecas que difunden su obra de un modo admirable prestando sus libros. El fomento de la lectura proporciona a los escritores la mejor de las promociones posibles, reportándoles un buen número de ventas de ejemplares. Y si la Sociedad General de Autores de España empieza a cobrar por este servicio, habrá bibliotecas que cancelen este servicio. Esto ocasionará que disminuyan los lectores y por consiguiente, con el tiempo, disminuirán también los compradores de libros.
Gijón, 13 de septiembre de 2009
José Luis Valladares Fernández
El primer edil de Zalamea razona su enfado. Se trata, nos dice, de una representación popular de Calderón de la Barca, que se titulaba ‘El alcalde de Zalamea’ y que llevan acabo, de modo desinteresado, un grupo de vecinos de la localidad. Esta sería la decimosexta edición. Se trata, nos dice el regidor municipal, de una recuperación patrimonial del sentimiento del pueblo y esta representación, además, ha sido declarada fiesta de interés Turístico Regional. No se trata de recaudar fondos. Es más, la taquilla no llega ni para cubrir los gastos originados por la representación.
Pero la SGAE no entiende de estas cosas. Todo su afán se centra en hacer caja como sea. Todo lo demás no le interesa.
Un caso parecido les ocurre a la Asociación de Vecinos Zaidín-Vergeles, que organiza el Festival Zaidín Rock de Granada. Este año celebra la 29 edición y la SGAE les exige el pago de unos 6.000 euros por festival en concepto de derechos de autor.
Como el festival, a pesar de que cuenta con el apoyo del Ayuntamiento y la Diputación de Granada y de la Junta de Andalucía, no da para tanto, a este colectivo vecinal se le ocurrió una idea muy original: pedir a la SGAE el patrocinio de este evento musical. Esta sería la única posibilidad de hacer frente a los derechos de autor.
Aunque estos dos casos anteriores son sumamente llamativos, tiene bastante más enjundia la siguiente noticia que lleva ya días circulando en la red. La SGAE pretende obligar a las bibliotecas públicas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon, destinado a resarcir a los autores de dichos libros del desgaste del préstamo.
La SGAE, ahora sí, ha llegado al colmo del despropósito. El mercantilismo de esta sociedad, que dice representa los intereses de los autores, la llevaría a poner freno a una de las mejores actividades que puede proporcionar una biblioteca, como es el promover la lectura. El préstamo de libros despierta en la gente joven la afición por la lectura y quien se aficiona a leer, termina por ser un habitual comprador de libros.
Es inconcebible que la SGAE pretenda defender los intereses de los autores, cargándose la principal y más interesante de las funciones que deben desarrollar las bibliotecas. Sin los préstamos de libros, muchos de los escritores serían unos perfectos desconocidos que para vivir, en vez de dedicarse a escribir, tendrían que buscarse otro medio de vida. El mejor servicio que una biblioteca puede proporcionarles, es difundir su obra haciendo llegar sus libros, mediante el correspondiente préstamo al mayor número de personas posibles.
Flaco favor les hace la SGAE a los escritores, dificultando la difusión de su obra con esa desquiciada pretensión de cobrar a las bibliotecas por libro prestado. Nadie compra libros de autores desconocidos, a menos que sea un perfecto patán. A los paletos solamente les interesa el aspecto de los mismos. Si están bien encuadernados, les valen hasta las guías de teléfono. Quieren lucirse ante sus amistades, y para ello procuran llenar los anaqueles del mueble de su salón con libros que tengan lomos muy elegantes y vistosos.
La mejor propaganda que puede recibir cualquier autor, y que además es gratuita, se la proporcionan estas bibliotecas que difunden su obra de un modo admirable prestando sus libros. El fomento de la lectura proporciona a los escritores la mejor de las promociones posibles, reportándoles un buen número de ventas de ejemplares. Y si la Sociedad General de Autores de España empieza a cobrar por este servicio, habrá bibliotecas que cancelen este servicio. Esto ocasionará que disminuyan los lectores y por consiguiente, con el tiempo, disminuirán también los compradores de libros.
Gijón, 13 de septiembre de 2009
José Luis Valladares Fernández
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