En España, desde que José Luis Rodríguez Zapatero asumió la
Presidencia del Gobierno, comenzamos todos a vivir opulentamente, gastando
dinero sin control alguno. Nos comportábamos como si nos sobrara el dinero,
comprando a lo loco hasta el más absurdo de los antojos. Y entre tanto, el
Gobierno de Zapatero disfrutaba repartiendo dinero a manos llenas. Entre los
agraciados estaban los sindicatos, los titiriteros, los colectivos de gais y lesbianas
nacionales y extranjeros y las más insospechadas ONGs. También participaban de
este generoso reparto los distintos tiranos que aún hoy siguen esclavizando a
sus pueblos en cualquier parte del mundo. Entre los agraciados, tenemos a los
Hnos. Castro, Hugo Chávez y Evo Morales y, cómo no, hasta el Sultán de Marruecos. Y es que, tanto Zapatero como los
que le rodeaban, pensaban que el dinero de la caja pública era inagotable.
Sin que nadie lo esperara, y menos en España, se produce una
galopante pérdida de liquidez en el
sistema bancario estadounidense. Todo un cataclismo económico, el más grave
desde el ‘crack’ del 29, conocido
también con el nombre ‘La Gran
Depresión’. El resultado inmediato, como entonces, fue devastador y
propició inevitablemente la quiebra de más de medio centenar de bancos y varias
entidades financieras. Ni la reacción inmediata del Gobierno de Estados Unidos,
inyectando cientos de miles de millones de dólares, fue capaz de evitar su
bancarrota.
Entre las entidades financieras involucradas están, entre
otras, los bancos de inversiones Lehman
Brothers y Bear Stearns, la aseguradora
AIG y las dos mayores entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac. Una de
las unidades del banco de inversiones
Lehman Brothers estaba especializada en
la concesión de créditos a clientes con muy poca solvencia y el exceso de
hipotecas basura le llevó irremediablemente a declararse en quiebra el 15 de
septiembre de 2008. El Gobierno de Estados Unidos se mantuvo al margen y no
acudió en su ayuda. Sí acudió, en cambio, en auxilio del Bear Stearns, cuando
se desplomaron sus acciones en la Bolsa de Nueva York, evitando así que su
colapso afectase a otras instituciones.
Otro tanto pasó con la American International Group (AIG),
líder mundial de seguros y servicios financieros. La aseguradora AIG había apostado fuertemente por las hipotecas
de alto riesgo, las famosas ‘subprime’,
lo que supuso una enorme pérdida millonaria.
Otro tanto le ocurrió con los seguros que hacía a sus clientes, para
prevenir los posibles riesgos de quiebra de las empresas en las que hubieran
invertido sus dineros. La marcha de la economía fue determinante para que esta
entidad perdiera el 92% de su valor en bolsa y no pudiera hacer frente a las
pérdidas acumuladas, bastante más de los 18.000 millones de dólares. Para
evitar que la quiebra de AIG arrastrara fatalmente a todo el sistema financiero
mundial, la Reserva Federal de los Estados Unidos se hizo con el 80% de sus
activos.
Las dos mayores entidades hipotecarias de Estados unidos, Fannie Mae y Freddie Mac,
también estaban en serios apuros económicos. Y para evitar el previsible
desastre, el Gobierno estadounidense asumió su control a través de la Agencia Federal Financiera de Casas,
inyectando 100.000 millones de dólares en cada una de ellas. Las compañías
Fannie Mae y Freddie Mac perdieron, solamente en 2008, más de 14.000 millones de dólares y hay que
tener en cuenta que, entre ambas entidades, sustentaban más del 40% de toda la deuda hipotecaria de
Estados Unidos.
La economía americana era indudablemente muy poderosa, pero fue
incapaz de evitar el tremendo colapso causado por esta crisis económica, que no
había hecho más que empezar. La situación se agravó rápidamente, ocasionando
una destrucción salvaje de puestos de trabajo. Provocó igualmente la caída de
los valores bursátiles y destruyó toda
capacidad de consumo y de ahorro de la población. Y como era de esperar,
en vez de enquistarse en Estados Unidos, se expandió rápidamente a otros
países, afectando de manera muy especial a toda Europa. Y afectó
principalmente a los países más ricos, a
los más desarrollados, en los que ocasionó un gran perjuicio económico. Y
España no fue precisamente una excepción.
Nadie podía competir con Dinamarca en salarios, y aunque su tasa
de desempleo era la más baja del mundo desarrollado, fue el primer país europeo
que entró en recesión. Fue precisamente en el primer trimestre de 2008, cuando
su PIB sufrió un 0,6% de contracción. Los demás países europeos seguirían
desgraciadamente el camino abierto por los daneses, entrando la mayor parte de
ellos en recesión en el segundo trimestre de 2008. En dicho trimestre, la
economía de la eurozona se contrajo un 0,2%, sobresaliendo la contracción del 0,5%
de Alemania y del 0,3% de Francia. España aguanta curiosamente algo más de
tiempo y evita la recesión en ese primer momento, creciendo sorpresivamente durante el primer
trimestre un 0,1 testimonial.
Esta crisis profunda de la economía tardó en afectar a España
porque, sin duda, estaba mejor preparada que ningún otro país de la eurozona y
aguantó firmemente ese primer embate. Y eso, a pesar del malévolo
comportamiento de Rodríguez Zapatero
que, durante los 4 años de su primera y alocada legislatura, actuó siempre como
un auténtico manirroto. No había aún tenido tiempo para malgastar la herencia
dejada por José María Aznar. El mandato
de Aznar se caracterizó precisamente por el crecimiento constante y continuo
del empleo. Y durante esas dos
legislaturas pasamos sin muchos problemas
de una economía en decadencia a otra mucho más boyante.
La herencia que le había dejado Felipe González era objetivamente
muy mala: un 20,04% de la población activa en paro, un 5,5% de déficit público,
una deuda de nada menos que 60 billones de pesetas y una Seguridad Social
totalmente en quiebra. Y los ciudadanos asfixiados fiscalmente para no variar.
Al final de la presidencia de Aznar, en cambio, crecíamos al 2,6% y el paro quedó reducido al 11,50% de la
población activa. Se encontró con 12.626.700 ocupados cuando llegó a La Moncloa
y cuando marchó había 17.865.800 trabajando y, a base de tesón, logra reducir
el déficit a cero y disminuir significativamente nuestra deuda pública. Su
sucesor en la presidencia se encuentra, cosa insólita, una Seguridad Social con
un Fondo de Reserva de más de 10.000 millones de euros.
Dejó a Zapatero una España, no en la famosa “Champions League de la economía", pero sí suficientemente
preparada para afrontar con cierta garantía la embestida de este tipo de crisis
financieras. Ese y no otro es el motivo por el que España pudo aguantar hasta
el cuarto trimestre de 2008 para entrar en recesión. Pero la chulería de un
Rodríguez Zapatero inepto y presuntuoso,
acabaría muy pronto con las reservas acumuladas que nos mantenían un
poco al margen de los imprevistos vaivenes de la economía. Dilapidado ese
valladar protector, la crisis económica comenzó a azotarnos despiadadamente y
de una manera irreparable.
El primer embate de la crisis fue muy leve. Fue ya en el tercer
trimestre de 2008 cuando nuestra economía cayó un 0,3% imperceptible, para
dispararse al -1,1% en el cuarto trimestre de 2008, entrando ya definitivamente
en recesión. Dicha crisis económica afectó más intensamente a España que a los
demás países de la Unión Europea por culpa de nuestro Gobierno de entonces, que
no supo o no quiso adoptar medidas precisas para minimizarla y mantener a raya
los perversos efectos de la misma. Para Zapatero y para su Gobierno, la crisis
económica no existía. Era tanta su inconsciencia que, en vez de buscar remedios
para disminuir los efectos perniciosos
de dicha crisis, se dedicaba a soltar
insolentemente fanfarronadas como esta: "Superaremos a Francia en renta
per cápita en tres o cuatro años. Esto no lo quiere ni oír mi amigo Sarkozy,
pero es así".
En vez de buscar remedios precisos para aliviar la situación, que
se hacía cada vez más asfixiante, el presidente del Gobierno negaba
abiertamente hasta la posibilidad de que pudiera afectarnos directamente. Fue
en agosto de 2007 cuando, en unas declaraciones a El País, dice muy ufano: “España está totalmente a salvo de la
crisis financiera”. Y agregaría un mes más tarde, en una comparecencia junto a
Lula da Silva que “La crisis de las
hipotecas subprime no afectará a España”. La crisis económica estaba ya
haciendo verdaderos estragos en nuestra economía y Zapatero seguía empecinado
en negar su existencia. De ahí que se atreviera a declarar a El Mundo, en enero de 2008, que “La
crisis es una falacia. Puro catastrofismo”. Y cuando menudeaban los
cierres sonados de muchas empresas, y era ya imposible negar la realidad de
nuestra situación crítica, esperaba que llovieran del cielo las soluciones
precisas para volver a crecer y a crear puestos de trabajo.
Nadie quiso hacer caso a Manuel Pizarro, en aquel debate
preelectoral del 21 de febrero de 2008 con Pedro Solbes, cuando anunció
detalladamente la que nos venía encima si el Gobierno no tomaba las medidas
precisas, como estaban ya haciendo los demás países de nuestro entorno. Comenzó
Manuel Pizarro diciendo que “España no
va bien”. Y continuó señalando todos los males que nos hacían especialmente
vulnerables ante la incipiente crisis, que ya estaba destrozando nuestra
economía, con estas palabras: "Somos subcampeones europeos en inflación,
uno de los países con más endeudamiento en las familias y somos campeones en
desempleo", continuó Pizarro que preguntó al ministro de Economía qué
ha hecho para evitar la crisis "del ladrillo y el consumo".
La contestación de Pedro Solbes, dejando al descubierto la
catadura moral e intelectual del personaje, no se hace esperar. Sin ponerse
colorado y con toda la desfachatez del mundo, se atrevió a decir que “La
herencia que dejamos en estos momentos es mejor que la que recibimos”. Y agregó
con toda desvergüenza que estamos ante
“una cierta desaceleración”, pero nada más. Y concluyó: “inflación hay, pero es
similar a la que hubo en 2003”. Acto seguido, comete la impertinencia de acusar
a Manuel Pizarro y a todo el Partido Popular de buscar interesadamente la
crisis: “ustedes –dijo- no buscan soluciones, sino más problemas”. Y agregó: "Tengo
la sensación de que están convocando la crisis”.
El descontrol presupuestario del Gobierno de Rodríguez Zapatero
fue siempre monumental. Y a este desbarajuste presupuestario hay que añadir su
despilfarro habitual y el de las Comunidades Autónomas. Pero la llegada de la
crisis económica, que no esperaban, aceleró la destrucción total de la herencia
dejada por Aznar, teniendo que endeudarse forzosamente para mantener el nivel de gastos emprendido.
La deuda de España en 2007 era del 36,2% del PIB, un importe francamente
aceptable. Pero cinco años más tarde, al finalizar 2011, casi se había duplicado,
llegando al 68,5% del PIB.
El auténtico problema no está en que el total de nuestra deuda
pública acumulada sea demasiado alta. Hay otros países de la Unión Europea que
arrastran una deuda superior a la nuestra. Ahí están por ejemplo el caso de
Alemania que, a finales de 2011, tenía una deuda del 81,2% de su PIB, Francia
llegaba al 85,4% e Italia, con el 129,1% de deuda. Lo verdaderamente alarmante
de nuestra deuda, en efecto, no es su
tamaño, es la rapidez con que creció y, por supuesto, su desmesurado coste de
financiación. Doblamos prácticamente nuestra deuda en apenas tres
años, el tiempo que duró la última legislatura de Zapatero.
Con la llegada de la crisis y ante la evolución tan dramática e
insostenible de nuestra economía, el presidente del Gobierno y sus ministros,
en vez de efectuar los necesarios e ineludibles recortes y de arbitrar una
reforma estructural del mercado de trabajo, optaron insensatamente por un
proceso expansivo del gasto público, con Planes E incomprensibles de donde
salieron cantidad de obras tan inútiles como caras, entre las que sobresalen
Aeropuertos fantasmas, Estaciones de AVE sin pasajeros, Pistas de Padel y otras
muchas por el estilo. Todo esto agravó considerablemente nuestros problemas
económicos, dejamos de crecer, y España quedó convertida en un erial. Los
mercados financieros dejaron de confiar en nosotros y estuvimos a punto de
tener que declararnos en quiebra.
El resultado de esa creciente desconfianza fue determinante para
que la bolsa cayera por los suelos, la prima de riesgo fuera cada vez más alta,
nos quedáramos hasta sin expectativas de
crecimiento, por lo menos a corto plazo
y con el riesgo elevado de no poder devolver nuestras deudas. Todo esto se
tradujo inevitablemente en un sobreprecio del dinero que nos prestaban y, en
consecuencia, en una desestabilización incuestionable de nuestras finanzas
públicas. A comienzos del año 2010, nuestra prima de riesgo aún estaba en los 50 puntos básicos y, por lo tanto,
apenas si pagábamos un 0,5% más que el tesoro alemán por los bonos a 10 años. Desde entonces, esa
falta de credibilidad de nuestro Gobierno nos distanció considerablemente de
los alemanes, que seguían colocando sus bonos a un interés del 1,70%, mientras que el interés del
español no bajaba del 5,80% como mínimo.
Esa forma irracional de gobernar, puesta en práctica por Rodríguez
Zapatero y apoyada unánimemente por todos sus colaboradores aunque ahora
quieran darle la espalda, como Alfredo Pérez Rubalcaba, Carmen Chacón y otros
muchos, tuvo unos efectos desastrosos perdurables y muy difíciles de corregir
ahora. Sin que hubiera una sola voz discordante entre los miembros de sus
Gobiernos, hizo más ricos a los ricos a costa de los pobres y más pobres a los
pobres y a las clases medias. Gracias a su política tan sectaria y
tercermundista, cientos de miles de pequeñas
y medianas empresas tuvieron que cerrar o terminaron irremediablemente
quebrando, dando lugar a ese aumento millonario de los parados y a que cada vez
haya más españoles viviendo por debajo del umbral de la pobreza.
Cuando llegan las elecciones de noviembre de 2011, Zapatero deja a
España con todos los indicadores económicos y morales en práctica situación de
alarma, la credibilidad por los suelos, las arcas del Estado completamente
vacías, el tejido empresarial destruido y con más de 91.000 millones de
déficit. Esta es la situación real que recibe Mariano Rajoy como herencia
envenenada.
José Luis Valladares Fernández
Muchos pensábamos en los primeros momentos de la crisis (allá por el 2008), que había que tomar medidas urgentes, al parecer los estudios actuales vienen a dar la razón a quienes pensamos que ZP estaba en el limbo, pues según publicaciones recientes, una bajada moderada de salarios en 2008, hubiera evitado la que hubo que hacer en 2010 y la que en 2012 se repitió para los funcionarios en forma de elimimación de paga de Navidad (más dinero que el 5% que les rebajaron en las nóminas a partir del 2010) y buena parte de la subida de impuestos que padecemos sine die.
ResponderEliminarMenos mal que estábamos en la Champion League, que si no sería la hostia.
ResponderEliminarExhaustivo articulo donde enumera la putrefacta herencia del mediocre Zapatero.Lo malo es que Rajoy se encuentra algo comodo con la herencia digo yo,un abrazo,
ResponderEliminarY que haya gente en este país que todavía aplaudan estas políticas, asi vamos, de ,culo,..........
ResponderEliminarHacer más ricos a los ricos y aniquilar a la clase media es una especialidad del PSOE, que gusta de las repúblicas bananeras y utiliza los mismos métodos para dividir a la sociedad en ricos, pobres y políticos/sindicaleros bien asentados en el poder y la riqueza golfa con un discurso trasnochado que solamente encandila a los imbéciles. Si a lo anterior añadimos la llegada de un Presidente inepto, que se rodea de personas más ineptas aún para que no le hagan sombra, la bancarrota está asegurada aún sin crisis económica.
ResponderEliminarAhora sólo nos falta ver en qué acaba el Gobierno de Rajoy, que también tiene sus puntos de sombra, sus inseguridades y sus empecinamientos en una política que no está funcionando y que nos tiene "contra las cuerdas" a los de siempre. El tiempo lo dirá...
Un saludo.
Hola, José Luís:
ResponderEliminarParece que no saben pensar inteligentemente y buscar soluciones reales de las que sería protagonista, en un marco de libertad, la sociedad civil.
Solamente saben echar mano del exprimelimones y que el cireneo que lleva la cruz, el desgraciado pueblo o el propio Cristo en el que ya no creen sigan muriéndose de hambre.
A ver qué se les ocurre ahora.
Un abrazo