Acaba de celebrarse en Madrid el 41 Congreso Confederal
de la UGT y, como era de esperar, volvió a ser reelegido, cómo no, el
inevitable Cándido Méndez para continuar al frente de la Secretaria General del
sindicato socialista. Los delegados que asisten a dicho congreso, además de
criticar duramente la austeridad y la política económica del Gobierno del
Partido Popular, acuerdan hacer una llamada a los afiliados para que defiendan “con ahínco la honestidad y el compromiso de nuestros
cuadros y dirigentes sindicales”. Quieren que se les desvincule del cobro de
comisiones ilegales en las regulaciones de empleo de Andalucía.
Deciden igualmente, y también por unanimidad, limitar a
tres los mandatos a los que pueden optar los distintos cargos de la
organización sindical. Acto seguido proceden a la elección de la Comisión
Ejecutiva que se ocupará de dirigir la UGT durante los próximos cuatro años. Y
por lo que parece, se olvidan inmediatamente de los acuerdos que acaban de
adoptar, ya que la mayor parte de los que forman la directiva elegida,
sobrepasa con creces el número de mandatos sucesivos, fijados previamente en
dicho Congreso. Cándido Méndez, por ejemplo, es elegido por sexta vez
consecutiva como responsable máximo del sindicato de la UGT.
Entre el 10 y el 13 de abril, era francamente
irrespirable el ambiente en el número 25 de la Avenida de América, sede actual
del sindicato socialista. Y es que todos los allí reunidos, y muy especialmente
los aspirantes a formar parte de los distintos órganos confederales, atufaban
todos ellos a naftalina o al alcanfor utilizado
por la abuela. Y el que más apestaba era precisamente el propio Cándido Méndez,
que viene practicando impunemente un rancio caciquismo sindical, desde su cargo
de secretario general de la UGT, nada menos que desde el año 1994. Y, ¡faltaría
mas!, como hubiera hecho Felipito Tacatún, volvió a decir “yo sigo”.
Cándido Méndez nació en Badajoz en enero de 1952 y se
afilió al PSOE y a la UGT en el año 1970. Su ascenso en la estructura sindical
fue meteórico. En 1978 fue elegido secretario de Acción Reivindicativa de la
Comisión Ejecutiva Provincial, pasando a ocupar la Secretaría General de la
UGT-Jaén en 1980 y secretario general de la UGT-Andalucía en 1986. Ocupó este
cargo hasta que, en 1994 sustituyó a Nicolás Redondo en la Secretaría General
de la UGT a nivel nacional. Fue también diputado por el PSOE en el Parlamento
Nacional entre 1980 y 1986 y parlamentario en la Cámara de Andalucía entre 1986
y 1987.
La manera de actuar sindicalmente del actual secretario
general de la UGT y la de sus más directos colaboradores, es plenamente
coincidente con la del sindicato amarillo o vertical, al que no se cansan de
denostar. Y es normal que sea así, ya que fue en la Organización Sindical
Española de la Falange, donde muchos de ellos dieron sus primeros pasos y
algunos llegaron incluso a ser miembros aventajados. No les falta nada más que
participar en alguna exhibición majestuosa como las que celebraban entonces todos los 1 de mayo en el estadio
Santiago Bernabéu.
No hay duda de que Cándido Méndez es un personaje típico
del pasado, incapaz de mirar al futuro y que se ampara intencionadamente en un
grupo afín y trasnochado para mantenerse en el candelero. Al igual que ha hecho
otras veces, organizó cuidadosamente este Congreso para imposibilitar la
competencia de alguna otra candidatura. De este modo, aunque acababan de
limitar a tres los mandatos para ocupar cargos en la UGT, aseguraba su elección
como secretario general por otros cuatro años. Su discurso de clausura, en
consecuencia, está lleno de tópicos y de lugares comunes. Comenzó su perorata añorando
los años 30, cantando las excelencias de la II República Española y criticando
duramente a Franco. Menos mal que obvió la caída del zar Nicolás II y la
creación en Rusia del Estado Socialista por parte de Lenin.
Está visto que este inmarcesible secretario general de
la UGT ha hecho del sindicalismo su
carrera profesional. Y ¡que carrera! Pero no puede centrar su discurso en el mundo
laboral y en lo que de verdad interesa a los que trabajan, porque Cándido
Méndez no sabe prácticamente lo que es trabajar. Y es que, si ahora tiene 61
años y con 25 era ya liberado de la UGT, son muy pocos los años que ha podido
dedicar a un trabajo por cuenta ajena, ya que algún año tuvo que dedicar al
estudio para conseguir el título de ingeniero técnico, especializado en la rama
química metalúrgica.
De ahí que se esforzara en
refrescarnos las batallitas de la II República y, faltaría más, la dichosa Memoria
Histórica. Pasó por alto, eso sí, la Revolución de 1934, que si bien en la
mayor parte de España no fue más que un movimiento huelguístico revolucionario,
en Cataluña y sobre todo en Asturias tuvo un desarrollo extremadamente grave. Toda
una rebelión que fue cuidadosamente preparada y alentada principalmente por
dirigentes tan importantes del PSOE y de la UGT como Largo Caballero e
Indalecio Prieto. Quizás haya sido este el motivo de su silencio al respecto.
Para el secretario general de la UGT, "No hubo
ninguna revolución, salvo la educativa”, que sirvió nada menos que para crear "27.000 escuelas", que sirvieron para poner fin a "la
ignorancia impuesta al pueblo español". Y es que para la UGT, según
Cándido Méndez, la Educación era "la piedra angular de la estrategia
republicana". En el bando nacional ocurría todo lo contrario. Según indica
en su llamativo discurso, "los facciosos no esperaron siquiera al
final de la guerra", y ya desde
1936 "depuraban y perseguían a los maestros y maestras
republicanas". El incombustible dirigente máximo del sindicato de la UGT,
nos demuestra palpablemente que confunde de manera irremediable educación con
adoctrinamiento.
Una vez cerrado el tema de la revolución educativa de
la II República, auspiciada por la UGT, desentierra el hacha de guerra, y saca
nuevamente a colación la mal llamada Memoria Histórica. Olvida Cándido
Méndez, siguiendo, eso sí, el ejemplo de José Luis Rodríguez Zapatero, que no
hay memoria histórica, y menos aún revestida con ese carácter colectivo que le quieren dar. La
memoria siempre es individual e inevitablemente subjetiva. Y la historia transciende
siempre a cualquier tipo de memoria individual, para basarse exclusivamente en
los datos empíricos que hayan sobrevivido al pasado.
A Zapatero nunca le interesó hacer una revisión
exhaustiva de lo sucedido en nuestra Guerra Civil. Lo que buscaba era
simplemente borrar una parte de nuestra historia o imponer al menos una versión
interesada de la misma. Y ahora el líder
de la UGT recoge sin complejos ese testigo y en tono autoritario nos dice que "quién
crea que todo lo relacionado con la Memoria Histórica y la reparación de
las heridas es sólo recuerdos de viejos caducos se equivoca". Y acto
seguido se regodea contándonos la exhumación de una fosa común y repitiendo la
frase que soltó una chica al destapar el ataúd de su bisabuelo: “ni olvido, ni
perdono”.
Después vendría su crítica despiadada al capitalismo y
a los empresarios, a los que acusó de aprovecharse impunemente del pacto
salarial al que llegaron la CEOE y los sindicatos a principios del año 2012, lo
que termina irremediablemente en una caída notable del poder adquisitivo de
los trabajadores. Y es precisamente Cándido Méndez, que lleva años viviendo
como un consumado capitalista, el que se lamenta de que el capitalismo sea algo
real y no un fantasma del pasado.
Según Cándido Méndez, la UGT no tiene culpa alguna de
esta situación de emergencia en que nos encontramos. Eso es culpa del
capitalismo, de esa minoría irresponsable que no padece la crisis, pero se
aprovecha de ella. Los sindicatos, dice, formamos parte de esa gran mayoría que
padece sus efectos. Y se trata, según dice, de un capitalismo extremadamente
agresivo que creía superado, pero está ahí otra vez haciendo estragos y que “no
para de arruinar países o arramblar con empleos y derechos laborales y
sociales”. Pero la realidad es bastante más compleja y preocupante. Los
sindicatos de clase, léase UGT y CCOO, han provocado circunstancial y
lamentablemente el cierre de más empresas que los propios empresarios.
En su intencionado análisis de la situación económica y
política, faltaría más, rechaza frontalmente las políticas de Mariano Rajoy y
su Gobierno. Le pide que no se ampare en la herencia recibida, cambie de rumbo
y ofrezca alternativas reales para salir de la crisis. Pero las más duras
invectivas de su discurso tenían como destinatarios a Bruselas y a Berlín. Sus
contundentes palabras eran meridianamente claras: “Las políticas impuestas por
el consenso de Berlín y Bruselas ni funcionan ni funcionarán. Se frena la
recuperación, el paro aumenta, entramos en recesión y la respuesta del consenso
de Berlín y Bruselas es seguir aumentando la presión y los recortes”.
El renovado secretario general de la UGT dice que
"estamos atrapados entre la dureza y arrogancia de Berlín, el cinismo
y la contumacia de Bruselas y la resignación de Madrid", y urge acabar con
esta situación. Por eso, brinda todo su apoyo y el de los sindicatos al
Gobierno de Mariano Rajoy si se decide finalmente a plantar cara a las
políticas impuestas desde Bruselas. Y pide “que quede claro, que la austeridad
no funciona”.
Pero no es mucho lo que se puede esperar de una persona
como Cándido Méndez, que reconoce abiertamente que el sindicato de la UGT
necesita un cambio muy profundo y no un simple lavado de cara, pero prepara
convenientemente a sus domésticos e incondicionales para continuar al frente de
la organización. Piensa que es incombustible cuando, en realidad, no es ya más que una pieza característica de
museo.
Gijón, 28 de abril de 2013
José Luis Valladares Fernández
Los sindicatos, tienen un "problema", son deudores del poder y han de salvar la cara ante los trabajadores... Difícil conjugación.
ResponderEliminarBuena la descripción-inventario de la vida y ascenso de Cándido Méndez, que me recuerda le escultura de un jabalí que da nombre a una lonja existente en Florencia, el Mercato de Porcellino. Por cierto que allí se establecían, con sus banquetas y bancas los banqueros del medioevo para efectuar sus transacciones, cambiar monedas, cobrar o negociar efectos de cambio librados a un uso o más, a una feria o más. Pero el banquero que no cumpliese con sus obligaciones era declarado en bancarrota. Vamos, que le rompían su banco y ya no podría practicar allí su negocios.
ResponderEliminarEstos tampoco han cumplido con sus deberes como sindicalistas y algo habría que romperles. De todas formas, la cara de Méndez sirve para personalizar la de Porcellino, el famoso jabalí florentino.
Un abrazo
Está caduco.
ResponderEliminarTan pieza de museo como nuestra estructura de Estado y nuestro Sistema Electoral, pero ahí están, conviviendo en perfecta simbiosis con una casta política, también momificada, pero resistiendose a morir.
ResponderEliminarLos españoles parecemos condenados a no librarnos jamás de estos parásitos sin fecha de caducidad.
Deprimente.
Perfecto resumen de lo que es la carrera de tan peculiar sujeto. Su discurso, y sus formas, siguen ancladas en el pasado... pero, y ese es uno de los grandes problemas del país, dicho discurso sigue funcionando en amplios sectores de la poblacion.
ResponderEliminarCuriosamente, los crédulos son los mismos que proclaman una educación de calidad para el pueblo. Supongo que más que educación, lo que reclaman es más re-educación al estilo de Mao.
Un saludo José Luís.