El comportamiento decepcionante del Gobierno de Mariano
Rajoy ha incrementado desmesuradamente el descontento y la insatisfacción de
los ciudadanos por la falta continuada de perspectivas económicas fiables. Se
habían hecho muchas ilusiones al constatar que el Partido Popular concurría a
las elecciones de noviembre de 2011 prácticamente con el mismo programa que en
1996 y que tan buenos resultados dio entonces.
Pero Rajoy falló estrepitosamente y no cumplió ninguna
de sus esperanzadoras promesas. En vez de desarrollar su propio programa, lo
archiva inesperadamente y, como si no hubiera habido cambio de Gobierno, sigue
practicando la política socialista de los recortes y
subidas de impuestos. La frustración sufrida por los ciudadanos fue enorme y sirvió para que creciera
considerablemente el descontento y la protesta callejera. La desafección hacia
la clase política adquirió rápidamente caracteres alarmantes, y aunque con
demasiado retraso terminó por preocupar a los de la casta.
Es muy posible que el Gobierno haya decidido efectuar,
por fin, alguna reducción de la administración pública, a costa de los
políticos, por miedo a que esa desafección política adquiera proporciones
incontrolables. Fue Soraya Sáenz de Santamaría la que comunicó los detalles de tan
interesante iniciativa el pasado 22 de
junio, con estas palabras: llegó la hora del "sacrificio de los políticos”. Se trata de acabar con las duplicidades administrativas
y, esta vez, tienen que ser los políticos los que sumen su esfuerzo al que, por
exigencias de la crisis, vienen realizando últimamente los ciudadanos de a pie,
los que menos culpa tienen del desaguisado económico.
Pero esta reforma de las administraciones, además de
llegar demasiado tarde, es claramente insuficiente. Como la mayoría de las
reformas pilotadas por Mariano Rajoy nace ya descafeinada y van a eliminar muy
pocos comederos de los utilizados por las cúpulas de los partidos para pagar
favores y colocar a familiares, amigos y conmilitones. Van a desaparecer simplemente
algunas entidades regionales, no muchas, y fusionará otras pocas con distintos
organismos estatales que ofrezcan los mismos o parecidos servicios, siempre y
cuando las Comunidades Autónomas no decidan lo contrario.
El recorte sobre el gasto público total, derivado de
esta sombra de reforma administrativa, será necesariamente muy exiguo, ya que
las instituciones que desaparecerán con ella tienen muy poca entidad. No se
suprimen, sin embargo otras que comportan gastos cuantiosos y que, además, son
perfectamente inútiles, como el Senado, ese majestuoso cementerio de elefantes,
donde se entretienen unos y otros hablándose a través de intérpretes, aunque
todos ellos sepan perfectamente el español.
Ahí están, por ejemplo, las taifas autonómicas que son
el auténtico sumidero por donde se van cantidades ingentes de dinero público, y
tampoco van a ser eliminadas. Salen carísimas, ya que nos cuestan unos 90.000
millones de euros cada año y únicamente sirven para ahondar las diferencias
entre españoles y para romper irremediablemente la necesaria unidad de mercado.
Esto obstaculiza la recuperación económica y, por lo tanto, la necesaria creación de empleo, pero son,
eso sí, unos estupendos juguetes para que se diviertan tranquilamente
los virreyes autonómicos.
De ahí que esta reforma sea un auténtico bluf y que
desilusione profundamente a los que han sido esquilmados sin miramiento alguno
para mantener intactos los caprichos y
los dislates improcedentes de los políticos.
Que nadie espere que los de la casta renuncien voluntariamente a sus dádivas y
contribuyan con su esfuerzo personal a normalizar la situación económica
española. Tendrán que ser los de siempre, los que viven honradamente de su
trabajo o de su modesta pensión, los que continuarán cargando de manera
exclusiva con todo el sacrificio que demanda la complicada situación económica.
Lo tienen especialmente crudo los jubilados. Se vienen
actualizando anualmente las pensiones de acuerdo con el nivel de inflación que
se produzca, y esto ha resultado totalmente ineficaz para mantener intacto su
poder adquisitivo. Para mantener el mismo nivel de vida de cuando trabajaban,
las pensiones tendrían que crecer al mismo ritmo que vienen haciéndolo los
salarios. Al no hacerlo así, su nivel de vida irá retrocediendo con la edad, ya
que tanto el salario como el coste de la vida crecerán más que su pensión. La
subida de cada año ha coincidido exactamente con la inflación acumulada, que
venía determinada siempre por las variaciones de precios de los artículos que
forman la llamada cesta de la compra. Pero no todos esos artículos experimentan
las mismas subidas o bajadas de precios, aunque todos ellos contribuyeran a
fijar el porcentaje de subida de las pensiones.
Hay que tener en cuenta que los pensionistas, por
razones obvias, consumen casi exclusivamente artículos de primera necesidad, como
la alimentación, la luz, el gas y el transporte. Por otra parte, apenas si
consumen artículos más o menos superfluos o de lujo, como ropas,
electrodomésticos, aparatos electrónicos y, menos aún coches. El influjo de
ambos grupos de artículos en la inflación es muy diferente. Los artículos de
primera necesidad hacen que esta se dispare con sus constantes subidas de
precio, mientras que los de lujo la frenan y la moderan, porque suelen mantener su precio.
Cuando sobreviene una crisis como la que padece ahora
España, se contrae considerablemente el consumo, y los coches, como los muebles
y demás enseres suntuosos, dejaran de venderse normalmente. Para darles salida
en los mercados, se recurre entonces a las ofertas especiales, rebajando de
manera notable su precio de venta. El encarecimiento normal de los artículos
básicos, es neutralizado con las rebajas especiales
aplicadas a los artículos de lujo a los que no tiene acceso muchos jubilados. Y
esto, reduce evidentemente el porcentaje utilizado para actualizar las
pensiones por debajo del coste real de la vida que han tenido que soportar.
Gracias al aumento constante de la esperanza de
vida, el número de pensionistas se ha ido incrementando gradualmente y, con
ellos, se ha disparado igualmente el gasto mensual de la Seguridad Social. La
intensa recesión económica, que estamos soportando actualmente, ha venido
provocando una fuerte y continuada caída de afiliados a la Seguridad Social. De
ahí que la proporción de 2,71 trabajadores por cada jubilado que teníamos en 2007, haya pasado a ser de
2,31 en la actualidad. La evolución negativa de estos factores es
incuestionable y, de seguir así, podría llegar a peligrar gravemente la sostenibilidad
de las pensiones en un futuro no muy lejano.
Para prevenir la quiebra del sistema, el
Gobierno quiere promover una reforma adecuada de las pensiones y espera presentar
en el Parlamento el correspondiente proyecto de Ley a lo largo del mes de
julio. Para agilizar los trámites, encarga a un comité de expertos que estudie
profundamente el tema y elabore finalmente un informe que sirva a los
organismos correspondientes para poder adoptar la mejor decisión posible,
garantizando así la viabilidad de las pensiones.
El documento en el que se recogen fielmente las
conclusiones definitivas de este equipo de expertos está ya en manos del
Gobierno, que se lo hará llegar próximamente a los agentes sociales y a la
comisión parlamentaria del Pacto de Toledo. Las recomendaciones de estos
supuestos expertos son verdaderamente alarmantes para todos los jubilados. Para
los jubilados actuales, porque opinan que la subida de las pensiones no puede
depender exclusivamente de la inflación acumulada. Deben tenerse en cuenta,
también, el crecimiento del número de pensiones y la diferencia entre ingresos
y gastos del sistema de la Seguridad Social. Las recomendaciones para los
nuevos jubilados son igualmente muy poco halagüeñas: además de alargarles la
vida laboral, piden que se tenga en cuenta la esperanza de vida a la hora de
calcularles su pensión, reduciéndolas cada vez que esta aumente.
Si se aplica la propuesta sugerida por el comité
de expertos, perdiendo definitivamente toda referencia al IPC, los jubilados
sufrirán un fuerte varapalo. En vez de la tradicional pérdida de poder
adquisitivo, confirmada cada vez que se actualizaban sus pensiones, tendrán que
conformarse ahora con revalorizaciones por debajo del IPC resultante o incluso comprobar
estoicamente que se quedan sin subida alguna si bajan los ingresos de la
Seguridad Social. En cualquiera de los casos, el hundimiento de las pensiones
públicas es inevitable, al menos en relación con los salarios.
La ministra de Empleo y Seguridad Social,
Fátima Báñez, trata inútilmente de
calmar los ánimos, diciendo, que el acuerdo que se adopte tras el paso del
Proyecto de Ley por el Pacto de Toledo y por el Congreso de los Diputados,
“dará tranquilidad a los pensionistas de hoy y mañana”. Pero mientras no aumente significativamente el
número de cotizantes, las pensiones seguirán cada vez peor. Y los pensionistas
futuros, si no quieren perder nivel de
vida, ya saben lo que tienen que hacer: ahorrar todo lo más posible mientras
trabajen, suscribiendo un sistema de pensiones privadas tal como les aconseja
el comité de expertos.
Es indudable que las recomendaciones del comité
de sabios, nombrado por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social para abrir
el debate sobre las pensiones, son extremadamente duras para los pensionistas
actuales y los futuros. Claro que, dada la composición de ese grupo, no
podíamos esperar otra cosa. Defienden, como es lógico, sus propios intereses,
lo que es perfectamente previsible.
Casi todos los miembros de este equipo están
estrechamente vinculados con entidades financieras o con empresas aseguradoras
o, incluso, con la propia patronal del sector. Es indudable que, con otra
composición distinta del comité de expertos, las conclusiones finales hubieran
sido totalmente diferentes. Ahí está, por ejemplo, el caso de los miembros afectos
a otras batallas, que se abstuvieron o votaron en contra del acuerdo entregado
al Gobierno. El grupo mayoritario de este comité, sin embargo, se han pasado de
frenada y da a entender que le gustaría que los ancianos vivan pocos años para
garantizar mejor la sostenibilidad de las pensiones.
Barrillos de Las Arrimadas, 6 de julio de 2013
José Luis Valladares Fernández
Que hay que poner al día el sistema de pensiones es algo que casi nadie discute. El problema es qué camino tomar, porque si la gente está mosqueada con el estado y los gobiernos de turno, cualquiera confía en las entidades privadas con las que están liando últimamente.
ResponderEliminarVan a reducir 3 bedeles y cuatro figurantes y a correr
ResponderEliminarHola, José Luís:
ResponderEliminarLa bajada de pensiones como nueva forma de eutanasia.
Vergüenza de política.
Un abrazo
Lo único cierto, querido José Luis, es el desmantelamiento sistemático de la sociedad del bienestar y es el único problema. Eso lo saben muy bien nuestros "gorrones" y han procurado blindarse el presente y el futuro, de la manera más descarada (nadie puede justificar semejante desigualdad de la "caspa" con el resto de los ciudadanos en una pretendida democracia), mientras utilizan las armas propagandísticas de siempre para que nos sintamos culpables de la situación.
ResponderEliminarMariano y sus secuaces solamente se han preocupado de salvar a la Banca (la teta que les nutre mientras nos roba a los demás)con la connivencia de una Justicia prostituída por politizada, que ya no es libre y ya no tiene agallas para enfrentarse a los desmanes del poder político y económico: los jueces de primera instancia dictan sus sentencias con el culo porque saben que la mayoría no recurrirán y "con unos años más tragando, como Barby seré y mi culo sentaré en una poltrona que me hará famoso/a"... Un asco.
¿Plan de pensiones? Si falla lo fundamental ¿quién te va a garantizar una pensión por la que has cotizado? ¿un banco, una aseguradora? ¡¡Nooo!!
Lo mejor es ahorrar mientras puedas y largarse de este PUTO PAÍS a climas más cálidos cuando seas viejecito y te jubilen (si vives), con la vida más barata y un vivir más placentero, y elevar, muy tieso, el dedo corazón para que políticos y banqueros se lo metan por el sieso. Los jóvenes ya se van a otros países a buscar lo que aquí no encuentran y los no jóvenes deberíamos hacer lo mismo...
¿Cuánto aguantarían los gorrones sin su rebaño?
Un saludo, José Luis.
Si la clase media cada dia mas empobrecida, los pensionistas o parados sin ingresos,no salen a las calles y plazas dde nuestra nacion a protestar.Me digo que es ahora cuando los militares tienen la palabra,como digo en mi ultimo post,un abrazo,
ResponderEliminarEl Estado de Bienestar, germinado y desarrollado por el Régimen de Franco, era sostenible mientras el Estado fuera mínimo y controlado. Obviamente, al hacer un estado tan sobredimensionado cómo el que tenemos, las partidas presupuestarias de ese estado de bienestar van a los intermediarios, CCAA, mamporreros variados y enchufados, de suerte que al final, el estado cruje por la base. Es de cajón pero parece que aún tendrá que pasar mucho, mucho tiempo hasta que nos demos cuenta del todo.
ResponderEliminarUn saludazo.