Todos recordamos la matraca que nos dieron los
socialistas, repitiéndonos día y noche que
los impuestos en España eran muy bajos y que, para tener unos servicios
públicos de primera como en los países de nuestro entorno, habría que subirlos
para que fueran homologables a los del resto de Europa. Esta afirmación era
radicalmente falsa, porque los españoles
llevaban ya muchos años soportando una presión fiscal mucho más alta que la
mayor parte de los europeos. Pero es
igual. Necesitaban dinero y, para eso,
nada mejor que atracar una vez
más a la clase media, subiendo desconsideradamente sus impuestos.
Pero como se trata de una medida altamente impopular,
iniciaron con suficiente antelación ese bombardeo constante de que España
cuenta con una base impositiva muy por debajo de los demás países de Europa. De
este modo tan singular prepararon el ambiente para realizar esa subida sin
trabas y con el menor coste político posible. Cuando llegó la hora de aprobar
la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2010, fijaron en un punto la
subida del IVA reducido, y en dos puntos el del tipo general. No contentos con
esto, eliminaron de un plumazo la deducción de 400 euros del IRPF, que ellos mismos utilizaron como gancho para
ganar las elecciones generales de 2008.
Pero esta subida del IVA y la no deducción de los 400
euros a la hora de realizar la declaración de la renta, sirvió de muy poco al
Gobierno presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero. Era tan alto su
despilfarro que, en mayo de 2010, no
tuvo más remedio que pedir otro
“esfuerzo extraordinario” a los paganini de siempre y presentar el mayor plan
de ajuste social de la democracia: redujo los salarios del sector público un 5%
de media en 2010, y los congeló además durante el año 2011; suspende la
revalorización de las pensiones en 2011 y reduce considerablemente las ayudas
al desarrollo y a la inversión pública estatal.
Llega Mariano Rajoy a La Moncloa y, sin pensárselo dos
veces, asume íntegramente las tesis defendidas desde siempre por los que
debieran ser sus adversarios políticos, los socialdemócratas que todos
conocemos. Olvidándose incomprensiblemente de los enormes sacrificios económicos
que ya habían hecho los ciudadanos, decide esquilmarles una vez más con una
subida inmediata del IRPF. Este incremento inesperado de la presión fiscal
provocó un enorme descontento social generalizado, que prendió incluso entre
muchos miembros de su propio partido.
Aunque Mariano Rajoy continuó vendiéndose muy caro, no
tuvo más remedio que salir a la palestra unos días más tarde, para cortar las
suspicacias y las protestas crecientes
de los ciudadanos. Se vio obligado a reconocer que fue una medida extremadamente
“dura y dolorosa”, pero que no tuvo más remedio que adoptarla. En primer lugar
porque cuando llegó al Gobierno, se encontró con un déficit muy superior al
previsto. Y como quien pide una disculpa, indicó que con esas subidas de
impuestos trataba de proteger convenientemente el estado de bienestar, porque
“para mantenerlo, se necesitan dinero, crecimiento económico y empleo”.
Con semejantes alegatos, Rajoy da a entender que era el
único español que desconocía lo que había hecho Zapatero con nuestra economía.
De ahí que no cumpliera ninguna de sus promesas. Había prometido solemnemente
bajar impuestos, no recortar salarios y revalorizar las pensiones de acuerdo
con el IPC previsto. Y no cumplió ninguna de estas promesas. Inició su mandato
con esa absurda subida de impuestos sin intentar al menos, como hizo Zapatero,
preparar psicológicamente a los ciudadanos.
Arranca esta legislatura de la peor manera posible. Una
buena parte de la sociedad estaba plenamente convencida de haber sido objeto de
una monumental estafa por parte de los nuevos gobernantes. Les habían hecho
creer que, con el cambio de Gobierno, llegaba la ansiada recuperación económica
y se ponía fin a las ya demasiado prolongadas estrecheces. Los ciudadanos
recordaban con satisfacción la reacción que se produjo a la llegada de José
María Aznar a La Moncloa y esperaban correr la misma suerte con Mariano Rajoy,
ya que se presentaba con el mismo programa electoral.
Pero desgraciadamente
no fue así. Fallaron rotundamente las expectativas creadas y, en
consecuencia, arreciaron las protestas ciudadanas. Pero todo resultó inútil. El
Gobierno mantuvo intacta su postura,
exigiendo nuevos sacrificios a las depauperadas clases medias, para que los
políticos puedan continuar con sus gastos suntuarios y conserven intactas todas
sus tradicionales prebendas y sinecuras.
Pero la recaudación aportada por los últimos recortes y
por las nuevas tarifas del IRPF resultó insuficiente para satisfacer las
pretensiones desmedidas de la casta política y mantener el despilfarro público.
Y buscan desesperadamente el momento oportuno para apretar las clavijas, una
vez más, a los mismos de siempre, a los que viven humildemente de su trabajo o
de su exigua pensión. Y comienzan de inmediato, esta vez sí, a preparar el ambiente,
pregonando hasta la saciedad la vieja cantinela utilizada por el PSOE: el
bienestar social que disfrutamos no se corresponde en absoluto con los
impuestos que pagamos.
En contra de los continuos desmentidos de Mariano Rajoy
y como todos preveíamos, se produce la temida subida del IVA, subida que nos
coloca al frente de los países de nuestro entorno en presión fiscal. Al lado de
esta subida del IVA, la protagonizada por Zapatero fue a penas un simple
simulacro. Y no olvidemos que, de aquella, Rajoy y sus huestes criticaron
duramente esa subida y tildaron de “mal
gobernante” a Zapatero. El insaciable ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro,
pretende hacernos prosperar a base de impuestos, como aquel hombre del que nos
habla Winston Churchill que, con los pies metidos en un caldero, pretendía
avanzar tirando simplemente del asa.
La presión fiscal tan exagerada que soportamos, además
de incitar al fraude fiscal, colapsa el
consumo de los hogares españoles, lo que se tradujo inevitablemente en una
merma considerable de la recaudación. Y como han querido utilizar
exclusivamente políticas fiscales para abandonar la recesión y superar de una
vez la crisis económica, ya están preparando un nuevo rejonazo al sufrido
contribuyente español. El Gobierno ya ha anunciado la puesta en marcha de una
nueva reforma “integral” del sistema fiscal.
Con toda seguridad, tienen ya programado aumentar de
manera inminente varios impuestos especiales, como es el caso del tabaco y del
alcohol. Tanto Mariano Rajoy como los demás miembros del equipo económico del
Gobierno han afirmado rotundamente que no habrá nuevas subidas del IVA. Pero a
pesar de los desmentidos, no hay duda alguna de que, más pronto que tarde,
reduzcan significativamente el número de productos sujetos a un IVA reducido.
El mismo De Guindos se ha encargado de negar taxativamente tal posibilidad, con
una frase tan categórica como esta: “Eso no está en absoluto encima de la
mesa”. Pero como ha ocurrido siempre, terminará subiendo, porque el Gobierno de
Mariano Rajoy siempre ha hecho lo contrario de lo que dice.
Si el Gobierno atiende las instrucciones concretas que
llegan desde Bruselas, desaparecerán
también algunas de las deducciones que se venían aplicando hasta ahora.
En tal caso, dejarían de desgravar las aportaciones que se hacen a planes de
pensiones y las amortizaciones de las hipotecas por compra de la vivienda
habitual. Para cumplir adecuadamente con esas exigencias y satisfacer así la
necesidad perentoria de recaudar dinero, es muy probable que Hacienda suprima
ciertas deducciones en el Impuesto de Sociedades e incremente las cotizaciones
que pagan los autónomos. Tendremos que hacer frente, además, a nuevos
gravámenes medioambientales, sobre todo en lo que afecta a los carburantes.
La estrategia de Rajoy está muy clara. Se acercan las
elecciones europeas y por eso quiere recaudar ahora un dinero de más para
compensar lo que dejará de ingresar cuando restaure los tipos del IRPF que
estaban vigentes cuando se hizo cargo del Gobierno. En eso va a consistir
básicamente la reforma “integral” del sistema fiscal que ha prometido realizar.
Tratará, eso sí, de vendernos esa restauración del IRPF como una gran rebaja de
dicho impuesto, cuando en realidad no hará otra cosa que anular la subida que
nos impuso al principio de su mandato y dejarnos como estábamos.
Piensa que somos
tontos y que así recuperará los votos perdidos con esa salvaje e inesperada
subida de impuestos. Y todos sabemos que no hay tal rebaja de impuestos y que,
a pesar de retrotraer el IRPF a los niveles de 2011, seguiremos pagando más
impuestos que cuando gobernaba Zapatero. Y no es precisamente lo que prometió
hacer si ganaba las elecciones. No piensan nada más que en recaudar, y en
recortar progresivamente los derechos y garantías de los contribuyentes.
Barrillos de las Arrimadas, 22 de junio de 2013
José Luis Valladares Fernández
Creo que la política fiscal sigue siendo una verdadera agresión, además de anti-familia.
ResponderEliminarA ver si el juez Ruz llega a alguna conclusión, si logra despejar el panorama de tanta corrupción como la sociedad viene denunciando.
A ver si empiezan a entrar en la cárcel políticos en ejercicio.
Un abrazo
La voracidad fiscal de nuestros gobernantes, sería patética si no fuera por lo que está costando a las familias. No tienen ni una solo idea que no sea pedir más esfuerzo a los de siempre.
ResponderEliminarLa presion fiscal es como una condena perpetua,sobre la espalda del sufrido ciudadano.Me pregunto cuando dira basta.un abrazo,
ResponderEliminarY mientras tanto, despilfarrando dinero manteniendo la ingente cantidad de políticos que tenemso.
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