1.-El ascenso precipitado de Sánchez y su defenestración
Si
nos hiciéramos caso de las malvadas críticas, tendríamos que aceptar que
nuestro presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez, es un verdadero desastre, que no hace nada bien. Y sin embargo,
hay cosas que hace magistralmente bien y no encuentra competidores. Presume más
y mejor que nadie y es todo un maestro mintiendo con desparpajo y desenvoltura,
para alterar u ocultar la realidad cuando se opone a sus designios políticos o
intereses personales.
Y
no acaban aquí las habilidades del presidente Sánchez. Además de sentar cátedra, vanagloriándose desmedidamente
de su atractiva y excelsa figura, no hay quien le gane a mentir. Y por si fuera
esto poco, también es meritoria su manera de hacer el ridículo en sus
estudiadas apariciones públicas, sobre
todo cuando busca una foto, y encuentra muchas dificultades para conseguirla. Y
todo, claro está, porque padece el conocido complejo de Tántalo.
Las
personas que padecen dicho complejo, como es el caso de Pedro Sánchez, carecen de principios éticos y morales y son capaces
de hacer cualquier cosa, llegando incluso a mentir y a sacrificar lo que haya
que sacrificar, para salir con la suya y ver cumplidos sus antojos. Se olvidan
frecuentemente, que tanto la justicia como la ética tienen sus límites marcados.
Y cuando se dejan llevar por sus ansias de poder y soberbia, suelen traspasar
esos límites y, entonces, hacen el ridículo y corren el riesgo de perder hasta
lo que tienen al alcance de su mano.
Los
entusiastas de la cultura clásica, que disfrutan con las leyendas de la antigua
Grecia, conocen perfectamente la vida,
obra y milagros del caprichoso Tántalo,
el famoso rey de Frigia, que llegó a ser un personaje muy llamativo y presuntuoso.
Y aunque era hijo de Zeus, no llegó
a ser un dios olímpico más, porque su madre era una simple mortal. De todos
modos, por su ascendencia paterna, ya tenía la consideración de héroe o
semidiós y estaba destinado a ocupar un sitio en el cielo después de su muerte.
No obstante, terminó en el Tártaro, que es la parte más
profunda del inframundo, a donde van todos los malvados.
Y
fue su elevada estirpe, lo que ocasionó su desgracia. No olvidemos que Tántalo, por ser hijo del rey de los dioses olímpicos, fue muy
mimado y malcriado desde su más tierna infancia por los demás dioses del
Olimpo. Le dejaban hacer lo que se le antojaba y procuraban satisfacer todos
sus antojos. Y aunque creció lleno de resabios y acabó completamente lleno de
vanidad y de un insufrible engreimiento, los dioses seguían invitándole a sus
banquetes.
Claro
que Tántalo llegó a acumular tanta
maldad en su espíritu humano, que fue incapaz de responder adecuadamente a las múltiples
atenciones que recibía de los inmortales y no tardó mucho en actuar contra los
dioses de varias maneras. Comenzó revelando a los mortales, lo que se hablaba
en aquellos convites celestiales. Y no contento con eso, robaba de la mesa
olímpica néctar y ambrosía, que repartía después entre sus amigos terrenales.
Y
terminó, como no podía ser de otra manera, negando rotundamente bajo juramento,
que no tenía escondido el perro de oro que habían sustraído del templo que Zeus tenía en Creta. Y el colmo de su
insolencia llegó con el banquete que preparó para los dioses, cocinando los
miembros descuartizados de su propio hijo Pélope.
No es de extrañar, por lo tanto, que Tántalo
fuera enviado al Tártaro después de su muerte, para ser eternamente torturado
por los crímenes que había cometido.
Es
verdad que desconocemos absolutamente el tipo de educación que recibió Pedro Sánchez durante los años de su
niñez y en la adolescencia. Pero si tenemos en cuenta su comportamiento actual
y su alocada manera de enfrentarse a las complicaciones que ofrece la vida a
diario, podemos deducir que salió siempre con la suya, viendo cumplidas todas
sus pretensiones. Y por lo que parece, esa ayuda extra o sobreprotección se
mantuvo durante toda su juventud. Sabemos que, hasta para lograr su doctorado,
contó con una protección extra, que no está al alcance de la generalidad de los
que desean obtener ese grado académico.
Además
de la ‘falta de integridad académica’
que encontramos en su tesis por la cantidad de párrafos plagiados que contiene,
contó con un tribunal hecho un poco a su medida. Había que allanar el camino a Pedro Sánchez para que, a pesar de
todo, aprobara con la máxima calificación. Algo querrá decir, creo yo, que tres
de los cinco miembros de ese tribunal habían accedido recientemente al
doctorado, cuando normalmente se exige ser profesor titular y llevar, por lo
menos, seis años involucrado en la investigación.
Está
visto, que la palabra de Pedro Sánchez,
nuestro actual presidente, no tiene ningún valor. Hay que dar por sentado, que
ni él mismo la respeta. Dice una cosa por la mañana y suelta justamente lo
contrario por la tarde y se queda tan pancho. Ya no hay nadie que se crea sus continuas
y rutinarias fantochadas, porque lo suyo es hablar a sabor de la boca, no sé si para darse importancia, o para llamar la
atención.
Es
evidente, que a Sánchez le gusta mucho
mandar y detesta profundamente que se discutan sus decisiones. En realidad,
siempre ha aspirado a convertirse en un Cesar o un auténtico Caudillo,
al estilo de los dictadores históricos, que todos conocemos. Por eso, nada más
aterrizar en el PSOE, dio rienda suelta a su desmedida ambición y comenzó a conspirar
para promocionarse. Necesitaba exhibir su arboladura física desde un cargo
político con reconocido prestigio. De ahí, que intentara recabar apoyos, para
ir escalando puestos cada vez más importantes y vistosos, hasta ocupar uno verdaderamente
deslumbrante.
En
todo caso, debemos reconocer, que el comienzo de la carrera política del
candidato Sánchez fue siempre bastante
complicado. Era el “patito feo” de la película que no llegaba nunca a la primera. Le
pasó, sin ir más lejos, cuando aspiraba a ser concejal en las elecciones
municipales de Madrid de 2003, y le volvió a pasar en las elecciones generales
de 2008, cuando pretendía hacerse con un escaño en el Congreso de los Diputados.
Al final, cómo no, terminó siendo concejal en 2004 por la renuncia de Elena Arnedo a su acta. Y en 2009, se
convirtió en diputado, ocupando el puesto que dejaba libre Pedro Solbes con su marcha.
Y
mira por dónde, en las elecciones generales de 2011, volvió a ocurrir
exactamente la misma historia. Pedro
Sánchez ocupaba el puesto undécimo en la lista por Madrid, y el PSOE solo
obtuvo diez diputados en esa circunscripción. Y esta vez, para ser diputado,
tuvo que esperar hasta noviembre de
2013, fecha en la que Cistina Narbona
abandonó el Congreso de los diputados, para ocupar un puesto en el Consejo de
Seguridad Nuclear.
Hay
que tener en cuenta que, en esa fecha, el novato Sánchez ya era excesivamente ambicioso y se comportaba como un
jovenzuelo torcido y resabiado. Y aunque nunca había formado parte de la
Ejecutiva, ni del Comité Federal del PSOE, se le antojó nada menos, que ser el
sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba
en la Secretaría General del partido. Y sin perder tiempo, empezó a recorrer todas
las agrupaciones socialistas de España, en busca del mayor número posible de
avales para ver cumplido su propósito.
Y
cuando llegó el momento, quién lo iba a decir, Pedro Sánchez derrotó claramente a Eduardo Madina y a José
Antonio Pérez Tapias, que eran los otros aspirantes a ocupar ese puesto. Y
el Congreso Extraordinario del PSOE, que se celebró el 26 y 27 de julio de 2014,
ratificó sin más los resultados y Sánchez
se convirtió oficialmente en secretario general de los socialistas españoles. Y
lo que son las cosas, en la reapertura de las sesiones del Congreso de los
diputados, pasó a ocupar, por
primera vez, el puesto de líder de la oposición.
Es
casi seguro, que Pedro Sánchez no
esperaba conquistar tan fácilmente el objetivo que se marcó con su primer
antojo importante, ya que llegó a la Secretaría General del partido a las
primeras de cambio. Y ese hecho, faltaría más, acrecentó inconmensurablemente
su ya desenfrenado egoísmo y su insaciable y desbocada avaricia. Así que, sin
esperar a más, se encaprichó con un nuevo objetivo, mucho más importante y
transcendental que el anterior. Se propuso llegar a La Moncloa para, ahí es
nada, ocupar la Presidencia del Gobierno.
Probó
fortuna en las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 y, como fue
preciso repetir el proceso electoral, volvió a intentarlo nuevamente el 26 de
junio de 2016, que fue la fecha en la que se volvieron a abrir las urnas. Pero,
qué le vamos a hacer, fracasó estrepitosamente en ambas ocasiones.
En la primer tentativa, el líder del PSOE,
tuvo que conformarse con 90 escaños, 33 menos que el Partido Popular. Y así y
todo, ante la ausencia de otro aspirante, fue propuesto por el rey Felipe VI como candidato a ser
investido presidente. Pero cuando llegó la hora de la verdad, Pedro Sánchez sufrió una tremenda
frustración con la derrota. Su candidatura recibió exclusivamente el respaldo
de su propio partido, el de Ciudadanos y el de Coalición Canaria. En total, 131
votos a favor, contra los 219 en contra de los demás miembros de la Cámara.
En
la segunda oportunidad, el antojadizo Sánchez
se llevó una nueva decepción, ya que no sacó nada más que 85 diputados y ya tenía
a los de Podemos pisándole los talones. Y su disparatado orgullo no
soportaba ya otro fracaso más. Y
desoyendo intencionadamente las recomendaciones del Comité Federal del partido,
se reunió en secreto con miembros destacados del independentismo catalán, para
solicitar su apoyo incondicional en la investidura.
Si
los secesionistas avalaban su candidatura, Pedro
Sánchez se comprometía firmemente a negociar con ellos la convocatoria del
referéndum de autodeterminación que solicitaban, y ordenaría a la Fiscalía, que
archivara todos los procedimientos que había abiertos contra los responsables
del Gobierno autonómico de Cataluña, por el intento frustrado del referéndum
que tenían previsto celebrar en aquel
dichoso 9 de noviembre de 2014.
Pero
el insaciable Sánchez se olvidó de
algo muy importante. En junio de 2016, fecha en la que se repitieron aquellas
elecciones generales, los barones del PSOE todavía pintaban algo en la
Ejecutiva Federal del partido. Y como no estaban dispuestos a tolerar que su
secretario general coqueteara impunemente con los separatistas, forzaron su
dimisión. Y entre lágrimas, entregó también su acta de diputado.
No siendo Pedro Sánchez,santo de mi devoción tengo que admitir que sin duda habrá leído el Príncipe de Maquiavelo,pues no da puntadas sin hilo,saludos,😁
ResponderEliminarNo creo que su inteligencia de para tanto. Pienso que no es más que un títere de alguien con más cabeza, que está empeñado en acabar con España. Saludos
EliminarEl caso es que mediante manejos, se ha ido saliendo con la suya, de momento.
ResponderEliminarEsperemos que España despierte antes de que sea demasiado tarde
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