Es muy fecuente que, desde las filas del PSOE, se acuse a los miembros del Partido Popular de ser herederos del franquismo. Y lo hacen, claro está, con la mala intención de estigmatizar a toda la militancia del PP. Sin embargo ellos, los socialistas españoles, se presentan a sí mismos, como auténticos y ejemplares antifranquistas y, como tales, tuvieron que soportar verdaderas y crueles represiones.
Dentro del franquismo, como es natural, había más de una tendencia. Estaba, por un lado, el grupo de los que, renunciando voluntariamente a muchas cosas, iniciaron el prometedor proceso de la transición y que concluyó con el advenimiento de la deseada democracia. Había otro grupo, más adicto al tic antidemocrático del régimen que supo aprovecharse de tal circunstancia para medrar considerablemente. En este grupo estarían muchos de los que, muerto Franco, se proclamaron demócratas de toda la vida y esencialmente antifranquistas y que pasarían a engrosar las filas del PSOE.
Los únicos antifranquistas de corazón, cuando en realidad era sumamente peligroso serlo, formaban parte del Partido Comunista de España. Pero no exponían su vida por la libertad, como pregonan a veces. Lo hacían para imponer otro tipo de dictadura, mucho más cruel e inhumana que la impuesta por Franco, la dictadura comunista al estilo soviético.
Ahí está el ejemplo de Prisa, heredando lo peor que tenía el franquismo. Y lo demuestran, día a día, tratando de silenciar a todo aquel que no piensa como ellos. Han buscado desesperadamente el cierre de la Cope y de aquellos otros medios que no admiten su tutela. No toleran que pueda haber profesionales que piensen y obren por si mismos y no sigan los consejos paternalistas del grupo empresarial.
El inicio empresarial del principal fundador del grupo Prisa no pudo ser más modesto. Jesús Polanco comenzó vendiendo libros a domicilio, con el noble fin de costearse sus estudios. Como la mayor parte de los jóvenes de aquella época, Polanco figuraba en las listas del Frente de Juventudes y utilizó profusamente la camisa azul y el correaje hasta que alcanzó, con creces, la edad madura. Finalizada la carrera de Derecho, comienza su trayectoria profesional en diversas tareas editoriales, y en 1958 funda la Editorial Santillana. Como descubrió muy pronto que la mejor manera de triunfar en el mundo de los negocios era estando a bien con los que mandaban, sin importar su signo, buscó la manera de colocarse a la sombra del régimen. Pronto vio como su negocio editorial, pilotado desde dentro del franquismo, no tenía límites.
El primer pelotazo vendría de la mano de Ricardo Diez Hotchleiner, subsecretario del ministro de Educación Villar Palasí, que, según todos los indicios, dio a Polanco información privilegiada sobre los textos escolares de la reforma educativa antes de que esta se promulgara oficialmente. Esto determinó que, para iniciar el curso 1970/1971, no hubiera más libros de texto adaptados a la nueva ley que los de la editorial Santillana. Los demás editores, al desconocer el contenido de la reforma, no pudieron llegar a tiempo para competir con Polanco. Este éxito económico sin precedentes le animó a internacionalizar sus negocios editoriales y multimedia, consiguiendo hacer las Americas.
El alter ego de Polanco lo tenemos en el académico Juan Luis Cebrián, siendo el verdadero mentor intelectual del holding de Prisa. Cebrián hizo toda su carrera en el aparato de información del franquismo. Su padre, Vicente Cebrián, era el director del diario Arriba, órgano de comunicación de la Falange Española. Es precisamente su padre el que intercede para que, a sus 19 años de edad, entre a trabajar como redactor jefe en Pueblo, el diario vespertino del Movimiento, que dirigía Emilio Romero. En Pueblo llegó a ocupar el cargo de subdirector, antes de pasar a Informaciones.
En 1974, por mediación de Pío Cabanillas es nombrado jefe de los servicios informativos de RTVE, con el visto bueno Arias Navarro, presidente de aquel último gobierno franquista. Para acceder a este cargo, tuvo que pasar rigurosos filtros que acreditaran un incuestionable pedigrí franquista, que acreditó sobradamente.
Fue en los estertores del régimen cuando se unió a Polanco, buscando nuevos horizontes ante la nueva situación política que se adivinaba. Para lograr una buena posición de salida, no dudó en travestirse cambiando, de la noche a la mañana, de fervoroso franquista al más entusiasta de los antifranquistas. Conservó, eso si, los modos dictatoriales que practicó con entusiasmo mientras sirvió al régimen. Y, como entonces, trata ahora de imponer sus criterios. No sabe hacer otra cosa. Solamente que ahora, para lograrlo, acude sin miramiento a la ética y al antifranquismo.
Tanto Cebrián como Polanco, y otros muchos prebostes del PSOE actual, fueron niños mimados del régimen, a la sombra del cual medraron extraordinariamente. Los ataques al franquismo, una vez desaparecido Franco, buscan despistar a los incautos y disimular el padrinazgo del que se aprovecharon a fondo.
Y por si esto fuera poco, las huestes socialistas, políticamente débiles y divididas y sin apenas militancia de antifranquistas, salieron ampliamente beneficiadas con la transición a la democracia. Se temía que, en la transición, el PCE se alzase como el gran partido de la izquierda española. Y con el único fin de cortarle el paso, se benefició descaradamente al PSOE con todo tipo de ayudas mediáticas y financieras por parte de la UCD y hasta de la misma derecha alemana.
José Luis Valladares Fernández
Dentro del franquismo, como es natural, había más de una tendencia. Estaba, por un lado, el grupo de los que, renunciando voluntariamente a muchas cosas, iniciaron el prometedor proceso de la transición y que concluyó con el advenimiento de la deseada democracia. Había otro grupo, más adicto al tic antidemocrático del régimen que supo aprovecharse de tal circunstancia para medrar considerablemente. En este grupo estarían muchos de los que, muerto Franco, se proclamaron demócratas de toda la vida y esencialmente antifranquistas y que pasarían a engrosar las filas del PSOE.
Los únicos antifranquistas de corazón, cuando en realidad era sumamente peligroso serlo, formaban parte del Partido Comunista de España. Pero no exponían su vida por la libertad, como pregonan a veces. Lo hacían para imponer otro tipo de dictadura, mucho más cruel e inhumana que la impuesta por Franco, la dictadura comunista al estilo soviético.
Ahí está el ejemplo de Prisa, heredando lo peor que tenía el franquismo. Y lo demuestran, día a día, tratando de silenciar a todo aquel que no piensa como ellos. Han buscado desesperadamente el cierre de la Cope y de aquellos otros medios que no admiten su tutela. No toleran que pueda haber profesionales que piensen y obren por si mismos y no sigan los consejos paternalistas del grupo empresarial.
El inicio empresarial del principal fundador del grupo Prisa no pudo ser más modesto. Jesús Polanco comenzó vendiendo libros a domicilio, con el noble fin de costearse sus estudios. Como la mayor parte de los jóvenes de aquella época, Polanco figuraba en las listas del Frente de Juventudes y utilizó profusamente la camisa azul y el correaje hasta que alcanzó, con creces, la edad madura. Finalizada la carrera de Derecho, comienza su trayectoria profesional en diversas tareas editoriales, y en 1958 funda la Editorial Santillana. Como descubrió muy pronto que la mejor manera de triunfar en el mundo de los negocios era estando a bien con los que mandaban, sin importar su signo, buscó la manera de colocarse a la sombra del régimen. Pronto vio como su negocio editorial, pilotado desde dentro del franquismo, no tenía límites.
El primer pelotazo vendría de la mano de Ricardo Diez Hotchleiner, subsecretario del ministro de Educación Villar Palasí, que, según todos los indicios, dio a Polanco información privilegiada sobre los textos escolares de la reforma educativa antes de que esta se promulgara oficialmente. Esto determinó que, para iniciar el curso 1970/1971, no hubiera más libros de texto adaptados a la nueva ley que los de la editorial Santillana. Los demás editores, al desconocer el contenido de la reforma, no pudieron llegar a tiempo para competir con Polanco. Este éxito económico sin precedentes le animó a internacionalizar sus negocios editoriales y multimedia, consiguiendo hacer las Americas.
El alter ego de Polanco lo tenemos en el académico Juan Luis Cebrián, siendo el verdadero mentor intelectual del holding de Prisa. Cebrián hizo toda su carrera en el aparato de información del franquismo. Su padre, Vicente Cebrián, era el director del diario Arriba, órgano de comunicación de la Falange Española. Es precisamente su padre el que intercede para que, a sus 19 años de edad, entre a trabajar como redactor jefe en Pueblo, el diario vespertino del Movimiento, que dirigía Emilio Romero. En Pueblo llegó a ocupar el cargo de subdirector, antes de pasar a Informaciones.
En 1974, por mediación de Pío Cabanillas es nombrado jefe de los servicios informativos de RTVE, con el visto bueno Arias Navarro, presidente de aquel último gobierno franquista. Para acceder a este cargo, tuvo que pasar rigurosos filtros que acreditaran un incuestionable pedigrí franquista, que acreditó sobradamente.
Fue en los estertores del régimen cuando se unió a Polanco, buscando nuevos horizontes ante la nueva situación política que se adivinaba. Para lograr una buena posición de salida, no dudó en travestirse cambiando, de la noche a la mañana, de fervoroso franquista al más entusiasta de los antifranquistas. Conservó, eso si, los modos dictatoriales que practicó con entusiasmo mientras sirvió al régimen. Y, como entonces, trata ahora de imponer sus criterios. No sabe hacer otra cosa. Solamente que ahora, para lograrlo, acude sin miramiento a la ética y al antifranquismo.
Tanto Cebrián como Polanco, y otros muchos prebostes del PSOE actual, fueron niños mimados del régimen, a la sombra del cual medraron extraordinariamente. Los ataques al franquismo, una vez desaparecido Franco, buscan despistar a los incautos y disimular el padrinazgo del que se aprovecharon a fondo.
Y por si esto fuera poco, las huestes socialistas, políticamente débiles y divididas y sin apenas militancia de antifranquistas, salieron ampliamente beneficiadas con la transición a la democracia. Se temía que, en la transición, el PCE se alzase como el gran partido de la izquierda española. Y con el único fin de cortarle el paso, se benefició descaradamente al PSOE con todo tipo de ayudas mediáticas y financieras por parte de la UCD y hasta de la misma derecha alemana.
José Luis Valladares Fernández
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