La manifestación de este primero de mayo en Madrid, encabezada al alimón por los líderes de UGT y CCOO, seguro que ha sido la más atípica de la historia desde que se instituyó esa fecha como Día Internacional de los Trabajadores en el lejano 14 de julio de 1889. Más o menos, hasta este primero de Mayo, además de recordar a los cinco huelguistas muertos en Chicago en Mayo de 1886, se utilizaba esta manifestación para exigir mejoras salariales y laborales.
En los discursos finales del acto, tanto de Cándido Méndez como de Ignacio Fernández Toxo, queda bien claro que estas dos sindicales mayoritarias han perdido el norte. Con la que está cayendo, es inconcebible que aplaudan a un Gobierno que ha batido todos los records de paro, que en vez de aportar soluciones, ha cerrado los ojos y ha emprendido una huída hacia delante incomprensible. Candido Méndez aplaude desvergonzadamente al Gobierno y culpa de la situación a Esperanza Aguirre y a los empresarios. Fernández Toxo, además de insistir en la culpabilidad de Aguirre y la patronal, agrega a la lista de los culpables a Telemadrid, a la derecha y, como no, al neoliberalismo.
Para el líder de UGT, la actual crisis se soluciona aumentando la presión fiscal, con más deuda pública y aumentando los créditos familiares y empresariales. Al líder de CCOO, a parte de amenazar con la huelga si se inicia una reforma laboral que no cuente con el beneplácito de los sindicatos, más que los más de 4 millones de parados, le preocupan los palestinos y los saharauis. Y pide que el derecho de autodeterminación de los pueblos del Sáhara, y de Palestina pasen este primero de mayo al primer plano de las preocupaciones de nuestra sociedad. Uno y otro, faltaría menos, critícan al unísono al Banco de España y a la Comisión Europea por atreverse a cantar los problemas de nuestra economía.
Lo que queda fuera de toda duda es que, tanto Méndez como Fernández Toxo, dan muestras evidentes de una voracidad desmesurada. No se conforman con las subvenciones millonarias que cobran a cuenta nuestra, ni con la enorme cantidad de liberados que viven y vegetan a costa del sudor del de enfrente. Quieren aún más, a costa de lo que sea.
Habrá que recordarles que la medida más lógica no es el aumento de los impuestos. Más bien, todo lo contrario. Más impuestos, significa menos dinero para gastar. Y el gastar es tan importante o más que el invertir. Si no hay consumo caemos de lleno en el pozo de la deflación y la depresión más absoluta. Si no hay dinero, la gente no consume, los empresarios no contratan y, en consecuencia, los bancos no podrán conceder préstamos. El endeudamiento público tampoco es solución, ya que la deuda hay que pagarla y conlleva la generación de unos intereses elevados, difíciles de soportar. Y esto terminaría por hipotecar nuestro futuro de un modo definitivo.
Tanto Cándido Méndez como Ignacio Fernández Toxo piden al presidente del Gobierno que aproveche el debate por el estado de la nación para dar muestras inequívocas de que no habrá lugar para la reforma laboral que muchos estiman necesaria. Debieran pararse a pensar que es sintomático que coincidan en señalar la necesidad de esa reforma el Fondo Monetario Internacional, el Banco de España, la Comisión Europea y la patronal de empresarios. Es absurdo pensar que la culpable de todo es la patronal, a la que acusan de querer sacar tajada y hacer negocio con la crisis económica.
Hay un dato empírico evidente. Tenemos más de 4 millones de parados y con expectativas ciertas de seguir aumentando sin control. De cada diez parados que se producen en Europa, ocho y pico proceden de España. Y me imagino que los trabajadores se comportan aquí en España como en toda tierra de garbanzos. Tienen las mismas apetencias y las mismas necesidades vitales. Los empresarios de nuestro entorno, tampoco creo sean muy diferentes a los españoles. El empresario aspira a ganar dinero y, para eso, invierte su dinero y contrata la gente necesaria para que la empresa funcione. Lo único atípico que encontramos y que se diferencia claramente de lo que hay en el resto de Europa, es el Gobierno y los sindicatos mayoritarios. Quizás sea esto lo que explique el hecho cierto de que somos los campeones del paro europeo y, además, sin competencia posible.
Ya esta bien de milongas sindicaleras. Ni los sindicatos se dejan las uñas en defensa de los derechos de los trabajadores, ni se ocupan para nada de los parados. Estos les importan un bledo. Los sindicatos españoles contribuyen como nadie a la destrucción de la prosperidad que genera el libre mercado. Se atribuyen descaradamente funciones que no les competen, ya que carecen de la más elemental representatividad.
Se trata evidentemente de organizaciones parasitarias que viven del cuento y del erario público. Las empresas que controlan salen siempre malparadas, ya que su objetivo básico son los puestos de liberados y los altos salarios por trabajos cada vez menos productivos. De su manera de proceder se desprende, si hemos de ser claros, la disminución evidente de la producción. Paralelamente nos encontraremos con un aumento desmesurado del consumo, lo que da lugar a la descapitalización de las empresas. Y en las empresas descapitalizadas, no hay ni trabajadores, ni derechos del trabajador que valga.
Si tienen razón los de la USO que afirman, con rotunda claridad, que existen sobrados motivos para movilizarse, ya que se trata de una emergencia nacional. Eso de huir del capitalismo, no abaratar el despido, incrementar el gasto y la deuda pública lleva al abismo a nuestra economía, a pesar de la proclama ideológica de Zapatero que afirma que la salida de la crisis será social o no será. A Zapatero y a los responsables de la UGT y CCOO les debe sonar a chino la afirmación de que es el aumento desmesurado de la deuda pública lo que lleva a los bancos a no poder prestar dinero a las empresas y que el aumento de los salarios, así como el coste elevado de los despidos, condenan a muchos trabajadores al inevitable ostracismo laboral.
Sabemos que Zapatero, por obcecación o lo que sea, no va a realizar nunca esa reforma laboral, tan necesaria para iniciar nuestro despegue económico. Y si esto es ya muy grave de por si, es más grave aún que sean precisamente los propios sindicatos los que defiendan, contra viento y marea, toda esa cantidad de privilegios que han ido acumulando a lo largo de la historia y que tanto daño han causado a la clase trabajadora.
Y si falla el mundo del trabajo, no tardará en encenderse la alarma de las pensiones. Hasta ahora la Seguridad Social tenía el respaldo del superávit pasado. Pero, en las circunstancias actuales, si ese superávit se acaba, peligrarán las pensiones y se pondrá en juego hasta la calidad del propio sistema social.
José Luis Valladares Fernández
En los discursos finales del acto, tanto de Cándido Méndez como de Ignacio Fernández Toxo, queda bien claro que estas dos sindicales mayoritarias han perdido el norte. Con la que está cayendo, es inconcebible que aplaudan a un Gobierno que ha batido todos los records de paro, que en vez de aportar soluciones, ha cerrado los ojos y ha emprendido una huída hacia delante incomprensible. Candido Méndez aplaude desvergonzadamente al Gobierno y culpa de la situación a Esperanza Aguirre y a los empresarios. Fernández Toxo, además de insistir en la culpabilidad de Aguirre y la patronal, agrega a la lista de los culpables a Telemadrid, a la derecha y, como no, al neoliberalismo.
Para el líder de UGT, la actual crisis se soluciona aumentando la presión fiscal, con más deuda pública y aumentando los créditos familiares y empresariales. Al líder de CCOO, a parte de amenazar con la huelga si se inicia una reforma laboral que no cuente con el beneplácito de los sindicatos, más que los más de 4 millones de parados, le preocupan los palestinos y los saharauis. Y pide que el derecho de autodeterminación de los pueblos del Sáhara, y de Palestina pasen este primero de mayo al primer plano de las preocupaciones de nuestra sociedad. Uno y otro, faltaría menos, critícan al unísono al Banco de España y a la Comisión Europea por atreverse a cantar los problemas de nuestra economía.
Lo que queda fuera de toda duda es que, tanto Méndez como Fernández Toxo, dan muestras evidentes de una voracidad desmesurada. No se conforman con las subvenciones millonarias que cobran a cuenta nuestra, ni con la enorme cantidad de liberados que viven y vegetan a costa del sudor del de enfrente. Quieren aún más, a costa de lo que sea.
Habrá que recordarles que la medida más lógica no es el aumento de los impuestos. Más bien, todo lo contrario. Más impuestos, significa menos dinero para gastar. Y el gastar es tan importante o más que el invertir. Si no hay consumo caemos de lleno en el pozo de la deflación y la depresión más absoluta. Si no hay dinero, la gente no consume, los empresarios no contratan y, en consecuencia, los bancos no podrán conceder préstamos. El endeudamiento público tampoco es solución, ya que la deuda hay que pagarla y conlleva la generación de unos intereses elevados, difíciles de soportar. Y esto terminaría por hipotecar nuestro futuro de un modo definitivo.
Tanto Cándido Méndez como Ignacio Fernández Toxo piden al presidente del Gobierno que aproveche el debate por el estado de la nación para dar muestras inequívocas de que no habrá lugar para la reforma laboral que muchos estiman necesaria. Debieran pararse a pensar que es sintomático que coincidan en señalar la necesidad de esa reforma el Fondo Monetario Internacional, el Banco de España, la Comisión Europea y la patronal de empresarios. Es absurdo pensar que la culpable de todo es la patronal, a la que acusan de querer sacar tajada y hacer negocio con la crisis económica.
Hay un dato empírico evidente. Tenemos más de 4 millones de parados y con expectativas ciertas de seguir aumentando sin control. De cada diez parados que se producen en Europa, ocho y pico proceden de España. Y me imagino que los trabajadores se comportan aquí en España como en toda tierra de garbanzos. Tienen las mismas apetencias y las mismas necesidades vitales. Los empresarios de nuestro entorno, tampoco creo sean muy diferentes a los españoles. El empresario aspira a ganar dinero y, para eso, invierte su dinero y contrata la gente necesaria para que la empresa funcione. Lo único atípico que encontramos y que se diferencia claramente de lo que hay en el resto de Europa, es el Gobierno y los sindicatos mayoritarios. Quizás sea esto lo que explique el hecho cierto de que somos los campeones del paro europeo y, además, sin competencia posible.
Ya esta bien de milongas sindicaleras. Ni los sindicatos se dejan las uñas en defensa de los derechos de los trabajadores, ni se ocupan para nada de los parados. Estos les importan un bledo. Los sindicatos españoles contribuyen como nadie a la destrucción de la prosperidad que genera el libre mercado. Se atribuyen descaradamente funciones que no les competen, ya que carecen de la más elemental representatividad.
Se trata evidentemente de organizaciones parasitarias que viven del cuento y del erario público. Las empresas que controlan salen siempre malparadas, ya que su objetivo básico son los puestos de liberados y los altos salarios por trabajos cada vez menos productivos. De su manera de proceder se desprende, si hemos de ser claros, la disminución evidente de la producción. Paralelamente nos encontraremos con un aumento desmesurado del consumo, lo que da lugar a la descapitalización de las empresas. Y en las empresas descapitalizadas, no hay ni trabajadores, ni derechos del trabajador que valga.
Si tienen razón los de la USO que afirman, con rotunda claridad, que existen sobrados motivos para movilizarse, ya que se trata de una emergencia nacional. Eso de huir del capitalismo, no abaratar el despido, incrementar el gasto y la deuda pública lleva al abismo a nuestra economía, a pesar de la proclama ideológica de Zapatero que afirma que la salida de la crisis será social o no será. A Zapatero y a los responsables de la UGT y CCOO les debe sonar a chino la afirmación de que es el aumento desmesurado de la deuda pública lo que lleva a los bancos a no poder prestar dinero a las empresas y que el aumento de los salarios, así como el coste elevado de los despidos, condenan a muchos trabajadores al inevitable ostracismo laboral.
Sabemos que Zapatero, por obcecación o lo que sea, no va a realizar nunca esa reforma laboral, tan necesaria para iniciar nuestro despegue económico. Y si esto es ya muy grave de por si, es más grave aún que sean precisamente los propios sindicatos los que defiendan, contra viento y marea, toda esa cantidad de privilegios que han ido acumulando a lo largo de la historia y que tanto daño han causado a la clase trabajadora.
Y si falla el mundo del trabajo, no tardará en encenderse la alarma de las pensiones. Hasta ahora la Seguridad Social tenía el respaldo del superávit pasado. Pero, en las circunstancias actuales, si ese superávit se acaba, peligrarán las pensiones y se pondrá en juego hasta la calidad del propio sistema social.
José Luis Valladares Fernández
Lo que demuestran estos señores día a día es que "la pela es la pela" y se mueven exclusivamente tras ella. Además olvidan siempre que sin el empresario no existirían los trabajadores, que no es el momento de las reivindicaciones y que deben ser solidarios con este país que le da de comer. Sinceramente es su silencio es vergonzoso. Un saludo.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Es una verdadera vergüenza la actitud de los sindicatos en esta crisis. Y luego los mismos hacen huelga en TV Madrid. Se les ve ya demasiado el plumero. Espero que los trabajadores hayan tomado buena cuenta de ese "politiqueo amarillo" de UGT y CCOO.
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