La palabra síndico procede del vocablo griego Συνδηκου que, en la antigua Grecia, se utilizaba para referirse a los defensores de alguien en los juicios. También se daba ese mismo nombre a los defensores de las leyes antiguas contra todo intento de innovación. Con el paso del tiempo, la palabra síndico se adjetivó y pasó a referirse a todo lo comunitario o que afectaba a toda la comunidad. El vocablo síndico, una vez adjetivado, cambia sensiblemente su significado, Con esta nueva acepción, proviene del prefijo Συν, que significa "con", y de la palabra δηκι, que significa justicia.
El síndico, según este último significado, es siempre una persona elegida por la comunidad o corporación para que cuide de sus intereses. Las actuales sindicaturas públicas tienen su origen en la activad de aquellos antiguos síndicos. Y por analogía, se dio el nombre de sindicatos a todas aquellas asociaciones que, aunque ilegales y perseguidas, fueron apareciendo a partir del año 1776, sin otro objetivo que la defensa de los intereses del mundo laboral.
Entre 1776 y 1810 tiene lugar lo que conocemos como revolución industrial. Se inició en Inglaterra y se extendió después, poco a poco, a toda Europa. Esta industrialización, además de un gran impacto económico, dio también lugar a enormes transformaciones sociales. Hasta entonces, la economía se basaba exclusivamente en el trabajo manual. A partir de aquí, esa economía familiar y rudimentaria da paso a otra economía más pujante y que pilotan la industria y la manufactura.
El Reino Unido fue el primer país que puso en marcha una prometedora innovación de su industria, transformando radicalmente los modos de producción, lo que le lleva a colocarse a la cabeza de los países del mundo.
Son varios los factores decisivos que llevaron a Gran Bretaña a ser el primer país en industrializarse. En primer lugar, disfrutaban de un régimen político muy estable. La monarquía reinante, al ser de corte liberal, les libró de muchas de las revoluciones que tuvieron que soportar el resto de países europeos por culpa del absolutismo de sus monarcas. Inglaterra, además, contaba ya, desde 1694, con un sistema bancario muy bien organizado, lo que daba a la moneda inglesa una estabilidad que no tenían las restantes monedas europeas.
Hay otros factores de tipo social y económico que aceleraron esa industrialización. En Gran Bretaña había una cantidad notable de capitales, dispuestos a ser invertidos en ese naciente proceso industrial, y que procedían del intenso tráfico de la marina mercante, del comercio con sus colonias, y hasta del tráfico de esclavos.
A todo esto, hay que añadir que en Inglaterra prácticamente había ya desaparecido el régimen señorial. Los gremios heredados del Antiguo Régimen, que torpedeaban todo tipo de innovación industrial en los países europeos, apenas si existían en Gran Bretaña. Esto facilitaba la modernización industrial, al tener libertad para invertir los recursos económicos de la manera más eficiente posible. También influyó decisivamente en ese despegue de la industria, el hecho notable de que en Inglaterra no hubiera aduanas interiores y que el comercio, en el mercado interno, gozaba prácticamente de unos impuestos muy bajos.
La abundancia de carbón y de hierro en Gran Bretaña fue otro factor determinante en su desarrollo industrial. Esto propició el nacimiento de su fuerte industria siderúrgica, industria básica para la creación de riqueza y un desarrollo económico sostenido
Las mejoras tecnológicas aplicadas a la explotación agrícola fueron determinantes de una mayor producción de alimentos con mucha menos mano de obra. Esto dio lugar a un excedente notable de trabajadores agrícolas que emigraban hacia la ciudad buscando nuevos puestos de trabajo. Y es este masivo éxodo de campesinos, prestos a convertirse en obreros industriales, lo que da un empuje notable al desarrollo de las nuevas fábricas. La industria textil algodonera fue la primera en utilizar masivamente a estos obreros agrícolas, que procedían del campo. El ejemplo de la industria textil sería posteriormente imitado por la siderurgia, los transportes y la minería.
Desde un principio se intentó que estas fábricas fueran plenamente rentables. Y en busca de esa rentabilidad, además de la producción en serie, y puesto que no había norma jurídica alguna que regulara esa actividad, se explotaba descaradamente a los trabajadores. Para empezar, y por un simple salario de hambre, se les hacía trabajar de sol a sol sin garantía laboral alguna. Hasta se utilizaban niños en la cadena de producción de una manera totalmente inhumana, ya que estos eran más rentables al tener aún un salario mucho menor.
Los nuevos trabajadores se dieron pronto cuenta de que, luchando individualmente contra la avidez desmedida de los patronos, nunca lograrían mejorar su precaria situación laboral. Necesitaban que la lucha fuera colectiva. De ahí que comenzaran a unirse en una especie de asociaciones, inicialmente de corte muy rudimentario, dando así inicio a lo que más tarde se denominó movimiento obrero. Las complicaciones con que se encontraban para llevar a cabo ese asociacionismo eran enormes. Pues no podemos olvidar que ese movimiento asociativo, en aquella época, era totalmente ilegal y estaba claramente tipificado como delito penal. Al tratarse de asociaciones clasificadas como ilegales, estaban rigurosamente prohibidas y perseguidas con la mayor dureza. Pero a los trabajadores de la nueva industria no les quedaba otro camino si es que querían poner coto a la explotación creciente y, a la vez, mejorar sus propias condiciones de vida. Y este movimiento asociativo, aunque con desigual fortuna se fue extendiendo poco a poco al resto de países europeos.
A pesar de lo arriesgado de esas actuaciones colectivas de los trabajadores, esas asociaciones terminaron por imponerse y, aunque continuaban siendo ilegales, terminaros por convertirse en una auténtica y prometedora realidad. No tenían aún peso específico, es verdad, ni influían para nada en las leyes que promulgaban los distintos gobiernos. Pero, no es menos cierto, que adquirieron tal relevancia, tanto en prestigio como en número de asociados, que los países se vieron obligados a tolerarlas primero y reconocer posteriormente el deseado derecho sindical.
Inglaterra fue el primer país que les reconoció ese derecho. Fue en 1824, cuando el parlamento británico, como consecuencia de una considerable presión popular y obrera, derogó las famosas Combination Acts o leyes que prohibían el asociacionismo de los trabajadores. Esta derogación supuso de hecho la legalización de esas asociaciones. El ejemplo de Gran Bretaña fue imitado más tarde por los demás países.
Estas asociaciones que, con sudor y lágrimas, pusieron en marcha los iniciadores del movimiento obrero, se fueron perfeccionando y, con el tiempo, se convirtieron en lo que hoy conocemos por sindicatos.
José Luis Valladares Fernández
El síndico, según este último significado, es siempre una persona elegida por la comunidad o corporación para que cuide de sus intereses. Las actuales sindicaturas públicas tienen su origen en la activad de aquellos antiguos síndicos. Y por analogía, se dio el nombre de sindicatos a todas aquellas asociaciones que, aunque ilegales y perseguidas, fueron apareciendo a partir del año 1776, sin otro objetivo que la defensa de los intereses del mundo laboral.
Entre 1776 y 1810 tiene lugar lo que conocemos como revolución industrial. Se inició en Inglaterra y se extendió después, poco a poco, a toda Europa. Esta industrialización, además de un gran impacto económico, dio también lugar a enormes transformaciones sociales. Hasta entonces, la economía se basaba exclusivamente en el trabajo manual. A partir de aquí, esa economía familiar y rudimentaria da paso a otra economía más pujante y que pilotan la industria y la manufactura.
El Reino Unido fue el primer país que puso en marcha una prometedora innovación de su industria, transformando radicalmente los modos de producción, lo que le lleva a colocarse a la cabeza de los países del mundo.
Son varios los factores decisivos que llevaron a Gran Bretaña a ser el primer país en industrializarse. En primer lugar, disfrutaban de un régimen político muy estable. La monarquía reinante, al ser de corte liberal, les libró de muchas de las revoluciones que tuvieron que soportar el resto de países europeos por culpa del absolutismo de sus monarcas. Inglaterra, además, contaba ya, desde 1694, con un sistema bancario muy bien organizado, lo que daba a la moneda inglesa una estabilidad que no tenían las restantes monedas europeas.
Hay otros factores de tipo social y económico que aceleraron esa industrialización. En Gran Bretaña había una cantidad notable de capitales, dispuestos a ser invertidos en ese naciente proceso industrial, y que procedían del intenso tráfico de la marina mercante, del comercio con sus colonias, y hasta del tráfico de esclavos.
A todo esto, hay que añadir que en Inglaterra prácticamente había ya desaparecido el régimen señorial. Los gremios heredados del Antiguo Régimen, que torpedeaban todo tipo de innovación industrial en los países europeos, apenas si existían en Gran Bretaña. Esto facilitaba la modernización industrial, al tener libertad para invertir los recursos económicos de la manera más eficiente posible. También influyó decisivamente en ese despegue de la industria, el hecho notable de que en Inglaterra no hubiera aduanas interiores y que el comercio, en el mercado interno, gozaba prácticamente de unos impuestos muy bajos.
La abundancia de carbón y de hierro en Gran Bretaña fue otro factor determinante en su desarrollo industrial. Esto propició el nacimiento de su fuerte industria siderúrgica, industria básica para la creación de riqueza y un desarrollo económico sostenido
Las mejoras tecnológicas aplicadas a la explotación agrícola fueron determinantes de una mayor producción de alimentos con mucha menos mano de obra. Esto dio lugar a un excedente notable de trabajadores agrícolas que emigraban hacia la ciudad buscando nuevos puestos de trabajo. Y es este masivo éxodo de campesinos, prestos a convertirse en obreros industriales, lo que da un empuje notable al desarrollo de las nuevas fábricas. La industria textil algodonera fue la primera en utilizar masivamente a estos obreros agrícolas, que procedían del campo. El ejemplo de la industria textil sería posteriormente imitado por la siderurgia, los transportes y la minería.
Desde un principio se intentó que estas fábricas fueran plenamente rentables. Y en busca de esa rentabilidad, además de la producción en serie, y puesto que no había norma jurídica alguna que regulara esa actividad, se explotaba descaradamente a los trabajadores. Para empezar, y por un simple salario de hambre, se les hacía trabajar de sol a sol sin garantía laboral alguna. Hasta se utilizaban niños en la cadena de producción de una manera totalmente inhumana, ya que estos eran más rentables al tener aún un salario mucho menor.
Los nuevos trabajadores se dieron pronto cuenta de que, luchando individualmente contra la avidez desmedida de los patronos, nunca lograrían mejorar su precaria situación laboral. Necesitaban que la lucha fuera colectiva. De ahí que comenzaran a unirse en una especie de asociaciones, inicialmente de corte muy rudimentario, dando así inicio a lo que más tarde se denominó movimiento obrero. Las complicaciones con que se encontraban para llevar a cabo ese asociacionismo eran enormes. Pues no podemos olvidar que ese movimiento asociativo, en aquella época, era totalmente ilegal y estaba claramente tipificado como delito penal. Al tratarse de asociaciones clasificadas como ilegales, estaban rigurosamente prohibidas y perseguidas con la mayor dureza. Pero a los trabajadores de la nueva industria no les quedaba otro camino si es que querían poner coto a la explotación creciente y, a la vez, mejorar sus propias condiciones de vida. Y este movimiento asociativo, aunque con desigual fortuna se fue extendiendo poco a poco al resto de países europeos.
A pesar de lo arriesgado de esas actuaciones colectivas de los trabajadores, esas asociaciones terminaron por imponerse y, aunque continuaban siendo ilegales, terminaros por convertirse en una auténtica y prometedora realidad. No tenían aún peso específico, es verdad, ni influían para nada en las leyes que promulgaban los distintos gobiernos. Pero, no es menos cierto, que adquirieron tal relevancia, tanto en prestigio como en número de asociados, que los países se vieron obligados a tolerarlas primero y reconocer posteriormente el deseado derecho sindical.
Inglaterra fue el primer país que les reconoció ese derecho. Fue en 1824, cuando el parlamento británico, como consecuencia de una considerable presión popular y obrera, derogó las famosas Combination Acts o leyes que prohibían el asociacionismo de los trabajadores. Esta derogación supuso de hecho la legalización de esas asociaciones. El ejemplo de Gran Bretaña fue imitado más tarde por los demás países.
Estas asociaciones que, con sudor y lágrimas, pusieron en marcha los iniciadores del movimiento obrero, se fueron perfeccionando y, con el tiempo, se convirtieron en lo que hoy conocemos por sindicatos.
José Luis Valladares Fernández
El sindicato es la unión de los trabajadores para defender los derechos de la comunidad, en armonía con el cumplimiento de sus deberes. El movimiento sindical debe sustentarse en virtudes, principios y valores morales y espirituales.
ResponderEliminarVíctor Colán Ormeño.
Sindicalista