La presidenta de la Academia de Cine, Ángeles González-Sinde, llega al Ministerio de Cultura, sustituyendo al anterior titular Cesar Antonio Molina. Y lo hace evidentemente con muy mal pie. Será esta la primera vez que se da en la historia, al menos en la de España, que se pida la dimisión de un Ministro o una Ministra antes de tomar posesión de su cargo. Y este es el caso de González-Sinde, cuya dimisión fue pedida desde varias instancias nada más ser preconizada Ministra. Todo un record que indica, bien a las claras, cuales son sus querencias. Y para que la polémica no cese, la Ministra de Cultura se atreve a iniciar su gestión concediendo importantes subvenciones al mundo del que procede.
La propia Ministra de Cultura se ha visto obligada a reconocer como legítima la preocupación de las diversas asociaciones de internautas, que no dudaron en reprobarla y en pedir su dimisión, aún antes de acceder a su cargo. De ahí que, recién estrenada en el Ministerio, se viera obligada a declarar a los medios que los internautas “no deben tener miedo porque internet es una herramienta imparable y no va a ser un espacio acotado, sino de oportunidades, acceso y actualización de la cultura”. Se ha atrevido a negar que exista un verdadero conflicto de intereses y pide que se tenga en cuenta que ella misma es una usuaria asidua de internet. Ni más ni menos que la mayoría de las personas, sobre todo si se dedican a la comunicación.
No tiene empacho en afirmar que tiene un gran interés por conocer las opiniones de las diferentes voces que se han dejado oír. De este modo, espera encontrar la solución a los distintos problemas de internet. Y se compromete a estudiar cómo han resuelto estos mismos problemas los demás países de nuestro entorno.
La cuestionada Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, rechaza de plano que el cine español se haya convertido en un simple “gremio de pedigüeños”. Claro que ahí está, por ejemplo, Pilar Bardem para desmentirlo y exigir la defensa de los derechos de autor con uñas y dientes. Y además de admitir en El País que su llegada al Gobierno ha sido controvertida, admite igualmente que el cine es un sector claramente politizado, pero que debe estar “por encima de los partidos”.
Se da la circunstancia de que González.-Sinde carece de la más mínima credibilidad, al menos para los usuarios de internet. Durante su periplo por el mundo de cine, enseñó demasiado la oreja, tratando de que se cerraran, por vía administrativa, las distintas web de descargas. Y ahora, desde el poder político, da a entender que quiere ejercer sobre internet un control semejante al ejercido sobre los medios de comunicación tradicionales. Todo esto a parte de los distintos intereses creados que tiene dentro del sector del cine, intereses irreconciliables con la más elemental neutralidad exigible. Por estos y otros motivos, alguien se ha atrevido a tildar a la Ministra y a su protegido Guardans, como auténticos talibanes de la propiedad intelectual.
Por si todo esto fuera poco, González-Sinde inicia su gestión como Ministra con otra grave polémica, que puede violar la Ley de Incompatibilidades que afecta a los cargos públicos. Comienza su andadura concediendo una serie de ayudas directas al sector del cine donde hacen negocios familiares suyos muy directos. Pero esto en González-Sinde es completamente normal. Siempre ha sido una conocida adicta a las subvenciones y lo demostró ampliamente estos años de atrás, desde su puesto como presidenta de la Academia de Cine. Ella misma, según El Economista, ha recibido, a lo largo de su carrera como profesional, casi 10 millones de euros –ahí es nada- en subvenciones. La mayoría de ellas bajo la égida de Zapatero.
El problema para La Ministra de Cultura, a la hora de conceder esas ayudas al cine, está en que su tío Miguel González-Sinde y su hermano José María se dedican al mundo del cine que ahora ella regula. Hay medios, además, que la emparejan sentimentalmente con Ray Loriga, tan relacionado con ese mundo de la pantalla. Su hermano es consejero y accionista de la productora Alcalá, de la que la propia Ministra es administradora. Y su tío es vocal de la propia Academia de Cine.
Dejando a un lado el aspecto moral y ético de la concesión de estas subvenciones, nos encontramos que la utilidad de las mismas es completamente nula y hasta delictiva en nuestras circunstancias actuales económicas. Las subvenciones, para empezar, nunca han funcionado a la hora de estimular la cultura. Ahí está el cine para demostrarlo que, tras años de abundantes subsidios, las obras de calidad brillan por su ausencia, y las salas de proyección cada vez están más vacías. No hay nadie que tenga interés en descargar o bajar de internet películas españolas.
La calidad de las creaciones cinematográficas no se consigue con subvenciones. Más que dinero, se requiere genialidad en el que se dedica a ese oficio, cosa que, por desgracia no abunda. Quieren disimular su falta evidente de aptitudes para rodar verdaderas películas, echando la culpa a la falta de medios económicos, como en tiempos de Franco cargaban las tintas con la censura.
Pasó Franco y llegaron las abundantes subvenciones y seguimos igual. La valía de los que se dedican al cine queda en entredicho desde el momento que mueven mucho más dinero de las ayudas o subvenciones que de lo adquirido en taquilla. Y es bochornoso que haya personas que, para vivir, tengan que recurrir al subsidio programado. Que se dediquen a otra cosa, ya que no hay nada más digno que vivir del propio trabajo, sin ser una carga para el resto de la sociedad. ¡Estábamos arreglados si toda aquella profesión o negocio que no fuera rentable, tuviéramos que subvencionarla!
Y decíamos que estas ayudas eran hasta delictivas por que, hoy más que nunca, necesitamos dinero para invertir en industrias productivas que generen puestos de trabajo, en vez de destinarlo absurdamente a mantener a vividores, incapaces de suscitar el interés del público. Y es más inadmisible aún que, mediante un canon ilógico, nos obliguen al mantenimiento económico de tanto cineasta inútil, aunque sus obras nos importen un pito. ¿Por qué tengo yo que contribuir con mi dinero al rodaje y explotación de una película que no me interesa lo más mínimo?
Lo que si ocurre es que, en este caso, se junta el hambre con las ganas de comer. Por un lado, la pandilla del cine necesita la subvención, ya que la mediocridad de sus obras no motiva la asistencia de público a las salas de proyección. Por otro lado, tenemos un Gobierno que necesita de la ayuda del constituido sindicato de la ceja. Es el PER andaluz transplantado al mundo de los tritiriteros para comprar unos votos que les ayuden a mantenerse en el poder. ¡Una verdadera vergüenza y, como siempre, se cuestiona la libertad individual de las personas!
La propia Ministra de Cultura se ha visto obligada a reconocer como legítima la preocupación de las diversas asociaciones de internautas, que no dudaron en reprobarla y en pedir su dimisión, aún antes de acceder a su cargo. De ahí que, recién estrenada en el Ministerio, se viera obligada a declarar a los medios que los internautas “no deben tener miedo porque internet es una herramienta imparable y no va a ser un espacio acotado, sino de oportunidades, acceso y actualización de la cultura”. Se ha atrevido a negar que exista un verdadero conflicto de intereses y pide que se tenga en cuenta que ella misma es una usuaria asidua de internet. Ni más ni menos que la mayoría de las personas, sobre todo si se dedican a la comunicación.
No tiene empacho en afirmar que tiene un gran interés por conocer las opiniones de las diferentes voces que se han dejado oír. De este modo, espera encontrar la solución a los distintos problemas de internet. Y se compromete a estudiar cómo han resuelto estos mismos problemas los demás países de nuestro entorno.
La cuestionada Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, rechaza de plano que el cine español se haya convertido en un simple “gremio de pedigüeños”. Claro que ahí está, por ejemplo, Pilar Bardem para desmentirlo y exigir la defensa de los derechos de autor con uñas y dientes. Y además de admitir en El País que su llegada al Gobierno ha sido controvertida, admite igualmente que el cine es un sector claramente politizado, pero que debe estar “por encima de los partidos”.
Se da la circunstancia de que González.-Sinde carece de la más mínima credibilidad, al menos para los usuarios de internet. Durante su periplo por el mundo de cine, enseñó demasiado la oreja, tratando de que se cerraran, por vía administrativa, las distintas web de descargas. Y ahora, desde el poder político, da a entender que quiere ejercer sobre internet un control semejante al ejercido sobre los medios de comunicación tradicionales. Todo esto a parte de los distintos intereses creados que tiene dentro del sector del cine, intereses irreconciliables con la más elemental neutralidad exigible. Por estos y otros motivos, alguien se ha atrevido a tildar a la Ministra y a su protegido Guardans, como auténticos talibanes de la propiedad intelectual.
Por si todo esto fuera poco, González-Sinde inicia su gestión como Ministra con otra grave polémica, que puede violar la Ley de Incompatibilidades que afecta a los cargos públicos. Comienza su andadura concediendo una serie de ayudas directas al sector del cine donde hacen negocios familiares suyos muy directos. Pero esto en González-Sinde es completamente normal. Siempre ha sido una conocida adicta a las subvenciones y lo demostró ampliamente estos años de atrás, desde su puesto como presidenta de la Academia de Cine. Ella misma, según El Economista, ha recibido, a lo largo de su carrera como profesional, casi 10 millones de euros –ahí es nada- en subvenciones. La mayoría de ellas bajo la égida de Zapatero.
El problema para La Ministra de Cultura, a la hora de conceder esas ayudas al cine, está en que su tío Miguel González-Sinde y su hermano José María se dedican al mundo del cine que ahora ella regula. Hay medios, además, que la emparejan sentimentalmente con Ray Loriga, tan relacionado con ese mundo de la pantalla. Su hermano es consejero y accionista de la productora Alcalá, de la que la propia Ministra es administradora. Y su tío es vocal de la propia Academia de Cine.
Dejando a un lado el aspecto moral y ético de la concesión de estas subvenciones, nos encontramos que la utilidad de las mismas es completamente nula y hasta delictiva en nuestras circunstancias actuales económicas. Las subvenciones, para empezar, nunca han funcionado a la hora de estimular la cultura. Ahí está el cine para demostrarlo que, tras años de abundantes subsidios, las obras de calidad brillan por su ausencia, y las salas de proyección cada vez están más vacías. No hay nadie que tenga interés en descargar o bajar de internet películas españolas.
La calidad de las creaciones cinematográficas no se consigue con subvenciones. Más que dinero, se requiere genialidad en el que se dedica a ese oficio, cosa que, por desgracia no abunda. Quieren disimular su falta evidente de aptitudes para rodar verdaderas películas, echando la culpa a la falta de medios económicos, como en tiempos de Franco cargaban las tintas con la censura.
Pasó Franco y llegaron las abundantes subvenciones y seguimos igual. La valía de los que se dedican al cine queda en entredicho desde el momento que mueven mucho más dinero de las ayudas o subvenciones que de lo adquirido en taquilla. Y es bochornoso que haya personas que, para vivir, tengan que recurrir al subsidio programado. Que se dediquen a otra cosa, ya que no hay nada más digno que vivir del propio trabajo, sin ser una carga para el resto de la sociedad. ¡Estábamos arreglados si toda aquella profesión o negocio que no fuera rentable, tuviéramos que subvencionarla!
Y decíamos que estas ayudas eran hasta delictivas por que, hoy más que nunca, necesitamos dinero para invertir en industrias productivas que generen puestos de trabajo, en vez de destinarlo absurdamente a mantener a vividores, incapaces de suscitar el interés del público. Y es más inadmisible aún que, mediante un canon ilógico, nos obliguen al mantenimiento económico de tanto cineasta inútil, aunque sus obras nos importen un pito. ¿Por qué tengo yo que contribuir con mi dinero al rodaje y explotación de una película que no me interesa lo más mínimo?
Lo que si ocurre es que, en este caso, se junta el hambre con las ganas de comer. Por un lado, la pandilla del cine necesita la subvención, ya que la mediocridad de sus obras no motiva la asistencia de público a las salas de proyección. Por otro lado, tenemos un Gobierno que necesita de la ayuda del constituido sindicato de la ceja. Es el PER andaluz transplantado al mundo de los tritiriteros para comprar unos votos que les ayuden a mantenerse en el poder. ¡Una verdadera vergüenza y, como siempre, se cuestiona la libertad individual de las personas!
José Luis Valladares Fernández
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