. Está a punto de cerrarse el período, abierto por Hacienda, para la Declaración de la RentaIglesia de las personas físicas. La Iglesia Católica, como todos los años, ha llevado a cabo una propaganda intensa para que, los que reconozcan su labor, pongan la famosa cruz en su casilla. Esto le reportaría a la Iglesia, de acuerdo con el sistema de asignación tributaria, un ingreso del 0,7% de lo declarado.
Hay mucha gente que no está de acuerdo con lo que consideran un privilegio excesivo de la Iglesia. En nombre de un laicismo mal entendido, no quieren reconocer la ingente labor asistencial que está llevando a cabo la Iglesia Católica, por sí misma o a través de Cáritas. Y mucho más en épocas de crisis como la que padecemos. Últimamente la Iglesia ha tenido que multiplicarse para tratar de quitar el hambre a tantos miles de ciudadanos que han quedado sin trabajo.
Ahí están los datos de Cáritas, que reflejan perfectamente las consecuencias de nuestra crisis económica, bastante más grave e intensa que en cualquier otro país de nuestro entorno. En el año 2008 han acudido a Cáritas en busca de ayuda “básica para subsistir” nada más y nada menos que un 50% más que en 2007. Ahora, en lo que va de 2009, esta cifra se ha disparado hasta cotas impensables. Las peticiones de ayuda para alimentos y artículos básicos, se han ido al 89,6% con respecto a 2007. Y las ayudas para hacer frente a alquileres o hipotecas, para no perder la vivienda, han aumentado un 65,2%.
Esta labor tan ingente que desarrolla la Iglesia en favor de los necesitados, debiera ser valorada hasta por personas laicistas que viven ajenas a cualquier religión. Pero, dado su historial, es comprensible que no lo hagan. Es más llamativo que protesten otras personas que presumen de creyentes y se definen a sí mismos como teólogos. Recuerdo a este respecto un artículo de Juan José Tamayo, publicado en El País el 27 de Mayo de 2008. Ya el título es llamativo y desconcertante: “¿ES EL GOBIERNO REHÉN DE LA JERARQUÍA CATÓLICA?”. Y las conclusiones a las que llega, creo que le desacreditan definitivamente como teólogo y hasta como persona.
Los que se tienen por profesionales de la teología, aunque se trate de la ya trasnochada teología de la liberación, están ética y moralmente obligados a ser más serios en sus publicaciones. Y ser escrupulosamente cuidadosos en todas y cada una de sus afirmaciones. Cualquier alegato gratuito, en personas que van de intelectuales, tiene como consecuencia su descalificación definitiva.
Es cierto que nuestra Constitución propugna un Estado aconfesional. Pero un Estado aconfesional no tiene por qué ser un Estado abiertamente laico y, menos aún, un Estado laicista. Y, por las afirmaciones que hace Tamayo, da la sensación de que profesa un laicismo beligerante. Y, como le pasaba a Manuel Azaña, no se si no equiparará laicismo con antireligión, lo que sería absurdo e incompatible con la formación religiosa que se le supone.
Hasta el año 2006, aparte del 0,5% que correspondía a la Iglesia católica, gracias a su casilla en la declaración del IRPF, el Estado aportaba una financiación extra de unos 30 millones de euros al año. En dicho año, Iglesia y Gobierno llegaron a un acuerdo, mediante el cual, la Iglesia renuncia a la financiación extra y a cambio, en vez del 0,5% por la casilla marcada, pasa al 0,7%.
La Iglesia católica, como es natural, cuando se abre el período para la Declaración de la Renta de las personas físicas, pone en marcha diversos tipos de propaganda para que, al menos los fieles, pongan la cruz en la casilla correspondiente, habilitada en el impreso del IRPF. Esto dio lugar a que Juan José Tamayo se atreviera a escribir: se “incrementó la asignación tributaria para la Iglesia católica del 0,52% al 0,7%, a través de un acuerdo blindado entre la Santa Sede y el Gobierno español, con la exclusión de las demás religiones.
Tal situación de privilegio es aún más llamativa estos días en que asistimos, inermes, a la discriminatoria publicidad en los medios de comunicación, las vallas publicitarias y los templos católicos pidiendo a los contribuyentes que pongan la cruz en la casilla de la Iglesia católica en vez de hacerlo en la destinada a fines sociales”.
Este párrafo habla por sí solo y proyecta hacia el exterior la imagen sicológica del autor de una manera perfecta. Una de dos: o escribe de oídas, sin molestarse en comprobar la veracidad de lo que dice, o, intencionadamente, trata de ser un profesional de la confusión, alterando a sabiendas la realidad que describe. En ambos casos queda ampliamente descalificado.
Y mira que tenía fácil averiguar el sentido de la publicidad de la Iglesia católica. Con acercarse a un atrio de cualquier templo, vería que simplemente se pide que se ponga la cruz en la casilla de la Iglesia. No hace referencia alguna a la casilla destinada a fines sociales. Y me imagino que Tamayo, como buen español, habrá hecho su Declaración de La Renta y, en consecuencia, habrá comprobado que, tanto la casilla de la iglesia, como la destinada a fines sociales, son perfectamente compatibles. Es más, estoy seguro que la mayoría de los católicos simultanean ambas cruces en sus respectivas declaraciones.
Una postura así sería disculpable en personas como Victorino Mayoral, presidente de la fundación laicista CIVES, y otros ciudadanos por el estilo, pero no en Juan José Tamayo, que presume de ser el fundador de la Asociación de teólogos Juan XXIII. Su postura, desde luego, tiene que ver muy poco con el pensamiento y con la obra de tan magnífico Papa.
José Luis Valladares Fernández
Hay mucha gente que no está de acuerdo con lo que consideran un privilegio excesivo de la Iglesia. En nombre de un laicismo mal entendido, no quieren reconocer la ingente labor asistencial que está llevando a cabo la Iglesia Católica, por sí misma o a través de Cáritas. Y mucho más en épocas de crisis como la que padecemos. Últimamente la Iglesia ha tenido que multiplicarse para tratar de quitar el hambre a tantos miles de ciudadanos que han quedado sin trabajo.
Ahí están los datos de Cáritas, que reflejan perfectamente las consecuencias de nuestra crisis económica, bastante más grave e intensa que en cualquier otro país de nuestro entorno. En el año 2008 han acudido a Cáritas en busca de ayuda “básica para subsistir” nada más y nada menos que un 50% más que en 2007. Ahora, en lo que va de 2009, esta cifra se ha disparado hasta cotas impensables. Las peticiones de ayuda para alimentos y artículos básicos, se han ido al 89,6% con respecto a 2007. Y las ayudas para hacer frente a alquileres o hipotecas, para no perder la vivienda, han aumentado un 65,2%.
Esta labor tan ingente que desarrolla la Iglesia en favor de los necesitados, debiera ser valorada hasta por personas laicistas que viven ajenas a cualquier religión. Pero, dado su historial, es comprensible que no lo hagan. Es más llamativo que protesten otras personas que presumen de creyentes y se definen a sí mismos como teólogos. Recuerdo a este respecto un artículo de Juan José Tamayo, publicado en El País el 27 de Mayo de 2008. Ya el título es llamativo y desconcertante: “¿ES EL GOBIERNO REHÉN DE LA JERARQUÍA CATÓLICA?”. Y las conclusiones a las que llega, creo que le desacreditan definitivamente como teólogo y hasta como persona.
Los que se tienen por profesionales de la teología, aunque se trate de la ya trasnochada teología de la liberación, están ética y moralmente obligados a ser más serios en sus publicaciones. Y ser escrupulosamente cuidadosos en todas y cada una de sus afirmaciones. Cualquier alegato gratuito, en personas que van de intelectuales, tiene como consecuencia su descalificación definitiva.
Es cierto que nuestra Constitución propugna un Estado aconfesional. Pero un Estado aconfesional no tiene por qué ser un Estado abiertamente laico y, menos aún, un Estado laicista. Y, por las afirmaciones que hace Tamayo, da la sensación de que profesa un laicismo beligerante. Y, como le pasaba a Manuel Azaña, no se si no equiparará laicismo con antireligión, lo que sería absurdo e incompatible con la formación religiosa que se le supone.
Hasta el año 2006, aparte del 0,5% que correspondía a la Iglesia católica, gracias a su casilla en la declaración del IRPF, el Estado aportaba una financiación extra de unos 30 millones de euros al año. En dicho año, Iglesia y Gobierno llegaron a un acuerdo, mediante el cual, la Iglesia renuncia a la financiación extra y a cambio, en vez del 0,5% por la casilla marcada, pasa al 0,7%.
La Iglesia católica, como es natural, cuando se abre el período para la Declaración de la Renta de las personas físicas, pone en marcha diversos tipos de propaganda para que, al menos los fieles, pongan la cruz en la casilla correspondiente, habilitada en el impreso del IRPF. Esto dio lugar a que Juan José Tamayo se atreviera a escribir: se “incrementó la asignación tributaria para la Iglesia católica del 0,52% al 0,7%, a través de un acuerdo blindado entre la Santa Sede y el Gobierno español, con la exclusión de las demás religiones.
Tal situación de privilegio es aún más llamativa estos días en que asistimos, inermes, a la discriminatoria publicidad en los medios de comunicación, las vallas publicitarias y los templos católicos pidiendo a los contribuyentes que pongan la cruz en la casilla de la Iglesia católica en vez de hacerlo en la destinada a fines sociales”.
Este párrafo habla por sí solo y proyecta hacia el exterior la imagen sicológica del autor de una manera perfecta. Una de dos: o escribe de oídas, sin molestarse en comprobar la veracidad de lo que dice, o, intencionadamente, trata de ser un profesional de la confusión, alterando a sabiendas la realidad que describe. En ambos casos queda ampliamente descalificado.
Y mira que tenía fácil averiguar el sentido de la publicidad de la Iglesia católica. Con acercarse a un atrio de cualquier templo, vería que simplemente se pide que se ponga la cruz en la casilla de la Iglesia. No hace referencia alguna a la casilla destinada a fines sociales. Y me imagino que Tamayo, como buen español, habrá hecho su Declaración de La Renta y, en consecuencia, habrá comprobado que, tanto la casilla de la iglesia, como la destinada a fines sociales, son perfectamente compatibles. Es más, estoy seguro que la mayoría de los católicos simultanean ambas cruces en sus respectivas declaraciones.
Una postura así sería disculpable en personas como Victorino Mayoral, presidente de la fundación laicista CIVES, y otros ciudadanos por el estilo, pero no en Juan José Tamayo, que presume de ser el fundador de la Asociación de teólogos Juan XXIII. Su postura, desde luego, tiene que ver muy poco con el pensamiento y con la obra de tan magnífico Papa.
José Luis Valladares Fernández
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