Desde que Zapatero se apeó del tren de cercanías que le llevó a la Moncloa, ya se fijó como meta prioritaria, hacer lo que no supieron hacer sus antepasados políticos: ganar la dichosa guerra civil. Para ello ha ideado, como Azaña cuando llegó la II República, todo un “plan de demoliciones” de las distintas tradiciones españolas, y muy especialmente las tradiciones fundadas en el catolicismo.
Ese afán por borrar de nuestra cultura todo lo que tiene de occidental, al menos todo lo que huela a cristianismo, le llevó a copiar y, posteriormente asumir como propia, la dichosa Alianza de Civilizaciones. Nada como importar tradiciones islamistas, ancladas como poco en la Edad Media, para crear problemas a la más moderna y actualizada cultura cristiana. No importa que el islamismo sea integrista, reduzca a la mujer a un simple objeto y realice otros actos que para todo occidental suenan a pura barbarie. El islamismo es para Zapatero un arma que utiliza intencionadamente para su lucha particular contra nuestras tradiciones más arraigadas.
No ha sido otra su intención al apropiarse de nombres y ritos tan tradicionales y queridos por nuestra cultura cristiana, como el matrimonio y, últimamente el bautismo. Para molestar a la Iglesia católica, se empeñó en dar rango de matrimonio a las uniones entre personas del mismo sexo. No importa ni el significado de la palabra matrimonio, que indica complementariedad, algo que en la unión entre homosexuales no se da. Con otro nombre, y reconociendo todos los derechos a esas uniones de hecho, tendrían los mismos efectos legales que el matrimonio canónico. Pero había que molestar lo más posible a los católicos. Y para seguir hurgando en la herida, se han comenzado a celebrar bautismos laicos.
La misma Ley de Memoria Histórica que se ha inventado trata de fijar el punto de partida en aquel momento histórico, donde por inepcia del Frente Popular, quedó roto con la victoria, en la guerra civil, del ejército de Franco. Zapatero, con esta ley, pretende dejar sentado, de una vez por todas, que los del Frente Popular luchaban por la democracia y, como tales, fueron masacrados de manera inmisericorde por un ejército fascista. Ellos exponían sus vidas desinteresadamente para defender la República, contra la que se habían alineado fuerzas reaccionarias españolas y todo el fascismo europeo.
Olvida Zapatero que existió la insurrección de 1934 contra el resultado de unas elecciones que dieron el poder a la derecha y que fue precisamente esa derecha la que entonces defendió a la República. También olvida Zapatero la existencia de las checas, donde sin juicio previo, se asesinó, entre otros, a peligrosas monjas y a imberbes seminaristas. Olvida, o no sabe muchas cosas de ese período histórico de la República Española, donde se intento volchevizarnos, aunque afortunadamente no lo consiguieron.
Ignora Zapatero el dicho de Largo Caballero de cara a las elecciones de febrero de 1936: “si triunfan las derechas, […] tendremos que ir forzosamente a la guerra civil declarada”. También desconoce, porque no sabe nada de historia, la confesión de Amós Salvador a Portela con ocasión de esas mismas elecciones: estamos dispuestos a formar el Frente Popular para empeñar una lucha a muerte con las derechas. Y si vencen ellos que nos exterminen; y si vencemos nosotros los exterminaremos a ellos.
Pero ahora Zapatero parece ser que acertó para corregir el rumbo errático de la España de Franco y enderezar las sendas del régimen heredado del franquismo y ganar por fin la guerra civil, lo que entonces no fue posible. Cuenta para ello con la colaboración inestimable de personajes del anterior régimen que nacieron ya en coche oficial y con el de varios estamentos estatales. Así celebró, por todo lo alto, el homenaje a Carrillo, el héroe de Paracuellos del Jarama, en cuyo honor se retiró una estatua ecuestre del anterior jefe del Estado.
A Santiago Carrillo, último santón del Frente Popular y responsable final de muchas muertes durante la contienda civil, aunque ya amnistiado, se le declara Doctor honoris causa. A Franco, en cambio, se le retiran todos los honores que le fueron concedidos a lo largo de su dilatada vida. Si se pudiera, se le borraba hasta de la Historia, reduciéndole a una pesadilla o un mal sueño. Ha habido Ayuntamientos, como el de Madrid, que han tenido que esperar treinta y cuatro años para retirarle los títulos y medallas. Necesitaban estar muy seguros de que Franco había muerto.
Con estas ayudas, no cabe duda de que Zapatero tiene despejado el camino para ganar ahora la guerra, que la izquierda perdió en 1939. Y, con la inestimable ayuda de tantas personas cuyos ancestros formaban parte del extinto régimen -Bermejo, Fernández de la Vega, Bono, etc.-, Zapatero terminará por dejar fuera de la Ley al franquismo. Lo malo es que si el régimen de Franco no era legal, será también ilegal la actual situación política emanada de aquel.
José Luis Valladares Fernández
Ese afán por borrar de nuestra cultura todo lo que tiene de occidental, al menos todo lo que huela a cristianismo, le llevó a copiar y, posteriormente asumir como propia, la dichosa Alianza de Civilizaciones. Nada como importar tradiciones islamistas, ancladas como poco en la Edad Media, para crear problemas a la más moderna y actualizada cultura cristiana. No importa que el islamismo sea integrista, reduzca a la mujer a un simple objeto y realice otros actos que para todo occidental suenan a pura barbarie. El islamismo es para Zapatero un arma que utiliza intencionadamente para su lucha particular contra nuestras tradiciones más arraigadas.
No ha sido otra su intención al apropiarse de nombres y ritos tan tradicionales y queridos por nuestra cultura cristiana, como el matrimonio y, últimamente el bautismo. Para molestar a la Iglesia católica, se empeñó en dar rango de matrimonio a las uniones entre personas del mismo sexo. No importa ni el significado de la palabra matrimonio, que indica complementariedad, algo que en la unión entre homosexuales no se da. Con otro nombre, y reconociendo todos los derechos a esas uniones de hecho, tendrían los mismos efectos legales que el matrimonio canónico. Pero había que molestar lo más posible a los católicos. Y para seguir hurgando en la herida, se han comenzado a celebrar bautismos laicos.
La misma Ley de Memoria Histórica que se ha inventado trata de fijar el punto de partida en aquel momento histórico, donde por inepcia del Frente Popular, quedó roto con la victoria, en la guerra civil, del ejército de Franco. Zapatero, con esta ley, pretende dejar sentado, de una vez por todas, que los del Frente Popular luchaban por la democracia y, como tales, fueron masacrados de manera inmisericorde por un ejército fascista. Ellos exponían sus vidas desinteresadamente para defender la República, contra la que se habían alineado fuerzas reaccionarias españolas y todo el fascismo europeo.
Olvida Zapatero que existió la insurrección de 1934 contra el resultado de unas elecciones que dieron el poder a la derecha y que fue precisamente esa derecha la que entonces defendió a la República. También olvida Zapatero la existencia de las checas, donde sin juicio previo, se asesinó, entre otros, a peligrosas monjas y a imberbes seminaristas. Olvida, o no sabe muchas cosas de ese período histórico de la República Española, donde se intento volchevizarnos, aunque afortunadamente no lo consiguieron.
Ignora Zapatero el dicho de Largo Caballero de cara a las elecciones de febrero de 1936: “si triunfan las derechas, […] tendremos que ir forzosamente a la guerra civil declarada”. También desconoce, porque no sabe nada de historia, la confesión de Amós Salvador a Portela con ocasión de esas mismas elecciones: estamos dispuestos a formar el Frente Popular para empeñar una lucha a muerte con las derechas. Y si vencen ellos que nos exterminen; y si vencemos nosotros los exterminaremos a ellos.
Pero ahora Zapatero parece ser que acertó para corregir el rumbo errático de la España de Franco y enderezar las sendas del régimen heredado del franquismo y ganar por fin la guerra civil, lo que entonces no fue posible. Cuenta para ello con la colaboración inestimable de personajes del anterior régimen que nacieron ya en coche oficial y con el de varios estamentos estatales. Así celebró, por todo lo alto, el homenaje a Carrillo, el héroe de Paracuellos del Jarama, en cuyo honor se retiró una estatua ecuestre del anterior jefe del Estado.
A Santiago Carrillo, último santón del Frente Popular y responsable final de muchas muertes durante la contienda civil, aunque ya amnistiado, se le declara Doctor honoris causa. A Franco, en cambio, se le retiran todos los honores que le fueron concedidos a lo largo de su dilatada vida. Si se pudiera, se le borraba hasta de la Historia, reduciéndole a una pesadilla o un mal sueño. Ha habido Ayuntamientos, como el de Madrid, que han tenido que esperar treinta y cuatro años para retirarle los títulos y medallas. Necesitaban estar muy seguros de que Franco había muerto.
Con estas ayudas, no cabe duda de que Zapatero tiene despejado el camino para ganar ahora la guerra, que la izquierda perdió en 1939. Y, con la inestimable ayuda de tantas personas cuyos ancestros formaban parte del extinto régimen -Bermejo, Fernández de la Vega, Bono, etc.-, Zapatero terminará por dejar fuera de la Ley al franquismo. Lo malo es que si el régimen de Franco no era legal, será también ilegal la actual situación política emanada de aquel.
José Luis Valladares Fernández
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