En el diario EL MUNDO del pasado 4 de Septiembre, Antonio Gala se confiesa defensor acérrimo de la memoria histórica, versión ZP, que ha vuelto a poner en circulación Baltasar Garzón. Quizás no sea Antonio Gala la persona más indicada para defender ese tipo de memoria histórica, dadas las circunstancias que determinaron su salida de la vida castrense. Su estancia en el ejército y su salida obligada del mismo, hacen de él una persona sinsorga (del euskera zenzurgue) , por utilizar sus propias palabras cuando se refiere al giro al centro del PP. Él, efectivamente, cuando habla de temas relacionados con el franquismo, se convierte en una persona poco fiable.
Sabe Antonio Gala que hay muchas maneras de narrar los hechos históricos. Sabe que hay historiadores que, como Tucídides y Jenofonte, se limitan a desempolvar fuentes y documentos para narrar los hechos tal como sucedieron en realidad, sin atribuirles intencionalidad alguna. Sabe que hay otros, como Julio Cesar, que se dejan llevar por los aspectos más favorables a su propio interés personal, lo que les lleva a introducir el virus de la propaganda interesada. Y también sabe que existen los historiadores áulicos. Estos van más allá y distorsionan conscientemente la historia, siguiendo pautas marcadas desde instancias superiores. Y, lamentablemente, para narrar lo sucedido en nuestra guerra civil y lo ocurrido en la posterior etapa de posguerra, abundan los historiadores áulicos, que distorsionan la realidad histórica a la carta.
Y parece ser que Antonio Gala, sin asumir directamente el papel de historiador áulico, da por buenos los juicios interesados de este grupo, sin un análisis previo de la veracidad de los hechos. Todo lo ocurrido en esa larga etapa de posguerra tiene un contexto determinado que no podemos olvidar. Pues los datos históricos que van del 14 de Abril de 1931 al 1 de Abril de 1939 determinaron lo acontecido en la larga etapa franquista de posguerra. Este contexto histórico de esa época trágica de nuestra historia, quizás no justifique todos los actos posteriores al 1 de Abril de 1939; pero sin dicho contexto es imposible enjuiciar y entender correctamente la etapa inmediata de posguerra.
Es evidente que la ley de memoria histórica nació con la clara intencionalidad política de discriminar a los entonces llamados nacionales. Eso es, al menos, lo que se deduce de la disposición adicional tercera: se trata de recuperar “la memoria histórica de la Segunda República, la represión de la dictadura franquista y la lucha por las libertades”. Se busca, y eso está bien, rehabilitar a los republicanos, pero estigmatizando intencionada y sectariamente a los del bando contrario. Lo más gracioso es que dicha ley quiera hacernos creer que el advenimiento de la República constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podamos contemplar al mirar al pasado. Y, obviamente, la represión franquista se llevó a cabo contra los defensores de los principios y valores democráticos.
Después de solazarse metiendo el dedo en el ojo de la Iglesia, Antonio Gala termina diciendo: “Aquí hubo nazismo, fascismo y terror antes, en, y después de la Guerra. Los campos españoles están llenos de ajusticiados anónimos… Necesitan el ataúd de la memoria. Y porqué se les hizo desaparecer sin más explicaciones.” Antonio Gala se tapa la nariz y achaca estos lamentables hechos exclusivamente a la actuación del franquismo. Para él no existió ninguna de las numerosas checas de la zona republicana. Durante la guerra civil ambos bandos competían en eliminar enemigos. Es la ley de la guerra. Aunque en crueldad, sin duda alguna, ganó por goleada el bando republicano. El franquismo eliminaba enemigos declarados. El Frente Popular era mucho más expeditivo. Funcionaban las sacas de las listas de personas que tenían presas en las checas. Y, además de a sus enemigos políticos, formaban parte de la saca gente tan peligrosa como simples monjitas o imberbes seminaristas.
Le sugiero a Antonio Gala que repase la lista de los llevados al paraje del arroyo de San José en Paracuellos del Jarama, o los llevados a Soto de Aldovea en Torrejón de Ardoz y verá que estas personas fueron víctimas tan reales como las del franquismo. Y que muchas de las víctimas ejecutadas por el Frente Popular eran todavía niños, sin más delito político que profesar la religión católica. Para mirar a lo que él llama biseles de la memoria histórica hay que ojear obligatoriamente las listas de víctimas producidas por el bando republicano, sin olvidar, claro esta, las del franquismo.
Una cosa es la historia, y otra cosa muy distinta es la propaganda interesada que se quiera hacer. Y hoy ser franquista es un verdadero anacronismo, del mismo modo que considerarse antifranquista, a estas alturas, no pasa de ser una solemne tontería.
Antonio Gala, como buen acólito del PSOE, aprovecha la ocasión para criminalizar al Partido Popular. Hecho que escenifica perfectamente, al poner en entredicho la asimilación de este partido a cualquiera del centro europeo. Los populares, con este pretendido giro al centro, únicamente pretenden, según él, disimular su condición franquista, para no inspirar miedo entre el electorado. La ecuanimidad, por lo visto, es una virtud desconocida para Gala, lo mismo que la imparcialidad.
Sabe Antonio Gala que hay muchas maneras de narrar los hechos históricos. Sabe que hay historiadores que, como Tucídides y Jenofonte, se limitan a desempolvar fuentes y documentos para narrar los hechos tal como sucedieron en realidad, sin atribuirles intencionalidad alguna. Sabe que hay otros, como Julio Cesar, que se dejan llevar por los aspectos más favorables a su propio interés personal, lo que les lleva a introducir el virus de la propaganda interesada. Y también sabe que existen los historiadores áulicos. Estos van más allá y distorsionan conscientemente la historia, siguiendo pautas marcadas desde instancias superiores. Y, lamentablemente, para narrar lo sucedido en nuestra guerra civil y lo ocurrido en la posterior etapa de posguerra, abundan los historiadores áulicos, que distorsionan la realidad histórica a la carta.
Y parece ser que Antonio Gala, sin asumir directamente el papel de historiador áulico, da por buenos los juicios interesados de este grupo, sin un análisis previo de la veracidad de los hechos. Todo lo ocurrido en esa larga etapa de posguerra tiene un contexto determinado que no podemos olvidar. Pues los datos históricos que van del 14 de Abril de 1931 al 1 de Abril de 1939 determinaron lo acontecido en la larga etapa franquista de posguerra. Este contexto histórico de esa época trágica de nuestra historia, quizás no justifique todos los actos posteriores al 1 de Abril de 1939; pero sin dicho contexto es imposible enjuiciar y entender correctamente la etapa inmediata de posguerra.
Es evidente que la ley de memoria histórica nació con la clara intencionalidad política de discriminar a los entonces llamados nacionales. Eso es, al menos, lo que se deduce de la disposición adicional tercera: se trata de recuperar “la memoria histórica de la Segunda República, la represión de la dictadura franquista y la lucha por las libertades”. Se busca, y eso está bien, rehabilitar a los republicanos, pero estigmatizando intencionada y sectariamente a los del bando contrario. Lo más gracioso es que dicha ley quiera hacernos creer que el advenimiento de la República constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podamos contemplar al mirar al pasado. Y, obviamente, la represión franquista se llevó a cabo contra los defensores de los principios y valores democráticos.
Después de solazarse metiendo el dedo en el ojo de la Iglesia, Antonio Gala termina diciendo: “Aquí hubo nazismo, fascismo y terror antes, en, y después de la Guerra. Los campos españoles están llenos de ajusticiados anónimos… Necesitan el ataúd de la memoria. Y porqué se les hizo desaparecer sin más explicaciones.” Antonio Gala se tapa la nariz y achaca estos lamentables hechos exclusivamente a la actuación del franquismo. Para él no existió ninguna de las numerosas checas de la zona republicana. Durante la guerra civil ambos bandos competían en eliminar enemigos. Es la ley de la guerra. Aunque en crueldad, sin duda alguna, ganó por goleada el bando republicano. El franquismo eliminaba enemigos declarados. El Frente Popular era mucho más expeditivo. Funcionaban las sacas de las listas de personas que tenían presas en las checas. Y, además de a sus enemigos políticos, formaban parte de la saca gente tan peligrosa como simples monjitas o imberbes seminaristas.
Le sugiero a Antonio Gala que repase la lista de los llevados al paraje del arroyo de San José en Paracuellos del Jarama, o los llevados a Soto de Aldovea en Torrejón de Ardoz y verá que estas personas fueron víctimas tan reales como las del franquismo. Y que muchas de las víctimas ejecutadas por el Frente Popular eran todavía niños, sin más delito político que profesar la religión católica. Para mirar a lo que él llama biseles de la memoria histórica hay que ojear obligatoriamente las listas de víctimas producidas por el bando republicano, sin olvidar, claro esta, las del franquismo.
Una cosa es la historia, y otra cosa muy distinta es la propaganda interesada que se quiera hacer. Y hoy ser franquista es un verdadero anacronismo, del mismo modo que considerarse antifranquista, a estas alturas, no pasa de ser una solemne tontería.
Antonio Gala, como buen acólito del PSOE, aprovecha la ocasión para criminalizar al Partido Popular. Hecho que escenifica perfectamente, al poner en entredicho la asimilación de este partido a cualquiera del centro europeo. Los populares, con este pretendido giro al centro, únicamente pretenden, según él, disimular su condición franquista, para no inspirar miedo entre el electorado. La ecuanimidad, por lo visto, es una virtud desconocida para Gala, lo mismo que la imparcialidad.
José Luis Valladares Fernández
Quizás a estas alturas de su vida al señor Gala la memoria le está jugando malas pasadas. Después de magníficos libros que ha escrito y que le han permitido vivir como un "lord" sin que ninguna política de las que el llama fascista y nazi le hayan amordazado aunque el ahora, como muchos otros "progresistas", dirá que sí. Mi opinión es que, si el hubiera escrito de forma distinta es muy probable que no habría obtenido el mismo éxito y eso no le habría permitido disfrutar de una vejez rodeado de lujo y comfort. ¿Por que será que todos los abanderados "progresistas" tales como actores, escritores y un largo etcétera, son muy acaudalados y nada dados a compartir sus bienes con los que realmente lo necesitan? ¡Y todavia se atreven a atacar a la iglesia!
ResponderEliminarMB