La pretensión de Zapatero de igualar a hombres y mujeres, tendrá que esperar tiempos mejores. La Ministra que recibió el encargo de gestionar esa igualdad, o no está por la labor o es que no era la persona más indicada para realizar tal misión. Es una consecuencia lógica de elegir personas por simple cuota, sin tener en cuenta la aptitud y valía personal de cada una de ellas.
Inauguró su cargo, prácticamente, abroncando a los miembros de la Real Academia Española porque, entren los mismos, no había nada más que dos mujeres, siendo el resto de las sillas para los de siempre, los varones. Detrás de la bronca, vino el intento de instruirles en lexicografía. Sin ningún tipo de reparo les sugirió que deberían incluir en el diccionario algunos vocablos y modificar otros. La palabra estrella de esa inclusión la tendríamos en miembra. Y, como no, a miembra habría que agregar, entre otros, los siguientes vocablos: feminicidio y sororidad, ya que homicidio y fraternidad resultarían muy machistas.
También deberían admitir nuevos giros y nuevas expresiones, como culturas inferiorizadas. Son culturas inferiorizadas, según Bibiana Aido, las que discriminan a las mujeres. Es todo una lucha darviniana de la Ministra de Igualdad por dar un carácter sexuado a las palabras.
Mal servicio le hace la Señora Ministra a la pretendida igualdad de género, si es que se empeña en diferenciar las palabras, más allá de lo que establecen actualmente las reglas gramaticales. Si nos inventamos palabras nuevas, a nuestro aire, para señalar diferencias, subrayaremos y exageraremos hasta las más nimias diferencias que podamos encontrar entre hombres y mujeres. Volatizaremos así esa deseada igualdad, convirtiéndola en una verdadera entelequia.
Que Bibiana Aido es más Ministra de desigualdad que de Igualdad, queda demostrado con su empeño por crear bibliotecas exclusivas para mujeres. De seguir así, terminará por revindicar hasta un carácter específico de la propia cultura para hombres y para mujeres. En una palabra: bibliotecas sexuadas igualmente, lo que no deja de ser inaudito. De aquí, a pedir que se restauren de nuevo los antiguos colegios, por separado, de niños y niñas, hay solamente un paso. Y todo esto, más que igualdad, es desigualdad y discriminación de género. Bibliotecas sí, cuantas más mejor, pero con toda clase de fondos editoriales para que, de verdad, sean culturalmente útiles a todas las personas.
Quizás no se de cuenta que, al subrayar exageradamente aspectos innegablemente femeninos de las mujeres, no hace otra cosa que ahondar en las diferencias de todo orden. No es suficiente indicar, al explicar las diferencias entre hombre y mujer, que no se trata de peleas entre géneros, ni de subvertir los órdenes que establece la propia naturaleza.
Al enfatizar las diferencias lógicas entre hombres y mujeres y, a la vez, tratar de feminizar ciertos términos gramaticales, no se hace otra cosa que perder el tiempo miserablemente.
La Señora Ministra debe procurar, con ahínco, que todas las mujeres reciban una preparación cultural, lo más elitista posible, para competir con los hombres con toda clase de garantías. Y exigir, eso sí, el mismo trato, a la hora de promocionarse. Que la elección de personas, a cualquier puesto, se haga en un verdadero plano de igualdad, ateniéndose exclusivamente a la valía de las personas, con independencia de que sea hombre o mujer. Cuando se logre esto, habremos conseguido la perfecta igualdad.
José Luís Valladares Fernández
Inauguró su cargo, prácticamente, abroncando a los miembros de la Real Academia Española porque, entren los mismos, no había nada más que dos mujeres, siendo el resto de las sillas para los de siempre, los varones. Detrás de la bronca, vino el intento de instruirles en lexicografía. Sin ningún tipo de reparo les sugirió que deberían incluir en el diccionario algunos vocablos y modificar otros. La palabra estrella de esa inclusión la tendríamos en miembra. Y, como no, a miembra habría que agregar, entre otros, los siguientes vocablos: feminicidio y sororidad, ya que homicidio y fraternidad resultarían muy machistas.
También deberían admitir nuevos giros y nuevas expresiones, como culturas inferiorizadas. Son culturas inferiorizadas, según Bibiana Aido, las que discriminan a las mujeres. Es todo una lucha darviniana de la Ministra de Igualdad por dar un carácter sexuado a las palabras.
Mal servicio le hace la Señora Ministra a la pretendida igualdad de género, si es que se empeña en diferenciar las palabras, más allá de lo que establecen actualmente las reglas gramaticales. Si nos inventamos palabras nuevas, a nuestro aire, para señalar diferencias, subrayaremos y exageraremos hasta las más nimias diferencias que podamos encontrar entre hombres y mujeres. Volatizaremos así esa deseada igualdad, convirtiéndola en una verdadera entelequia.
Que Bibiana Aido es más Ministra de desigualdad que de Igualdad, queda demostrado con su empeño por crear bibliotecas exclusivas para mujeres. De seguir así, terminará por revindicar hasta un carácter específico de la propia cultura para hombres y para mujeres. En una palabra: bibliotecas sexuadas igualmente, lo que no deja de ser inaudito. De aquí, a pedir que se restauren de nuevo los antiguos colegios, por separado, de niños y niñas, hay solamente un paso. Y todo esto, más que igualdad, es desigualdad y discriminación de género. Bibliotecas sí, cuantas más mejor, pero con toda clase de fondos editoriales para que, de verdad, sean culturalmente útiles a todas las personas.
Quizás no se de cuenta que, al subrayar exageradamente aspectos innegablemente femeninos de las mujeres, no hace otra cosa que ahondar en las diferencias de todo orden. No es suficiente indicar, al explicar las diferencias entre hombre y mujer, que no se trata de peleas entre géneros, ni de subvertir los órdenes que establece la propia naturaleza.
Al enfatizar las diferencias lógicas entre hombres y mujeres y, a la vez, tratar de feminizar ciertos términos gramaticales, no se hace otra cosa que perder el tiempo miserablemente.
La Señora Ministra debe procurar, con ahínco, que todas las mujeres reciban una preparación cultural, lo más elitista posible, para competir con los hombres con toda clase de garantías. Y exigir, eso sí, el mismo trato, a la hora de promocionarse. Que la elección de personas, a cualquier puesto, se haga en un verdadero plano de igualdad, ateniéndose exclusivamente a la valía de las personas, con independencia de que sea hombre o mujer. Cuando se logre esto, habremos conseguido la perfecta igualdad.
José Luís Valladares Fernández
Sr Valladares, ha expresado brillantemente el sentir de muchas mujeres que no nos sentimos identificadas por defensas feministas dado que lo único que hacen al tratar de defendernos es discriminarnos. El role de la mujer es único, como únicas somos las mujeres. No por llamarnos abogadas, juezas, medicas o quizás ¿huéspedas? varían en absoluto nuestros derechos.
ResponderEliminarA.M.M