Pocas personas habrá tan dadas a vaticinar el futuro como nuestro presidente José Luís Rodríguez Zapatero, sobre todo desde finales del año 2006. Esto quiere decir que, o se siente realmente adivino o cree estar en comunicación directa con la pitia de turno del templo de Apolo. Y estaríamos encantados, sobre todo los pensionistas, si sus pronósticos se cumplieran. Pero, como ocurría con los oráculos de Delfos, ninguna de sus predicciones llega a convertirse en una auténtica realidad.
En diciembre de 2006, con respecto al terrorismo etarra, aventuró lo mucho mejor que íbamos a estar cuando finalizase el año 2007. Bastaron muy pocas horas para que la banda terrorista, con el coche bomba de Barajas, le devolviera a la cruda realidad.
Llega el mes de septiembre de 2007 y promulga a los cuatro vientos que el euribor ya había tocado techo. Otra predicción que, para desgracia de las personas que tienen una hipoteca, tampoco se cumple. El euribor o tipo europeo de oferta interbancaria, lejos de bajar o estabilizarse, ha seguido batiendo todas las marcas y se ha situado ya significativamente por encima del 5 %. Y, según todos los indicios, seguirá subiendo aún más.
A pesar de estos fallos evidentes, el voluntarismo innato de Zapatero le lleva a continuar con ese tipo de pronósticos, sin base real evidente. Y así, en febrero pasado, se atrevió a indicar que los precios comenzarían a decrecer a partir del mes de abril. La realidad, otra vez más, fue bien distinta, ya que la deflación no hizo acto de presencia. Según datos de eurostat, en la zona euro, el precio de los alimentos experimentó en abril un encarecimiento interanual del 6,2 %. Y en España, en ese mismo mes, el encarecimiento interanual alcanzó la cifra del 6,8 %, frente al 3,2 % de abril de 2007.
Una cosa queda clara; con esta reiteración en augurar hechos positivos inmediatos, tratan de maquillar los malos datos económicos. Como si los maquillajes mejoraran, sin más, nuestra cuenta de resultados. Es conocida la frase del presidente cuando habla de nuestra economía: España está en la champion league. Por lo tanto estaría mejor situada que el resto de países europeos. De ahí que podamos hacer frente, con garantía, a la desaceleración económica mundial que padecemos. Huye de llamar a las cosas por su nombre, como tiene por costumbre, y la profunda crisis económica queda simplemente en eso, en una desaceleración más o menos grave.
Y como el alarmismo injustificado es poco patriótico, para disimular mejor los datos negativos, únicamente utilizara cifras económicas absolutas. Y así, tanto él como su gobierno, han repetido hasta la saciedad que mientras la economía de Europa crecía el 2 %, la nuestra llega al 3,8 %. El quid de la cuestión está en que, para este cálculo, no tienen en cuenta el número real de habitantes de España. La población computada en sus cuentas es sensiblemente inferior a la real. A la cifra dada habría que sumar, ni más ni menos, unos dos millones de ciudadanos que no aparecen en las cuentas. No interesa reflejar en absoluto que mientras en Europa la población crecía a un ritmo del 0,5 %, en España lo estaba haciendo nada menos que al 3 %.
Y puesto que la renta per capita se obtiene dividiendo el producto interno bruto por la población, ese crecimiento apuntado ya no es tan boyante. Si aplicamos correctamente el número real de habitantes, nos daremos cuenta que las rentas salariales, como porcentaje del PIB, han perdido más de un 4% desde que Rodríguez Zapatero tomó las riendas del Gobierno. Claramente estamos retrocediendo económicamente y, a pesar de las eufóricas manifestaciones de los ministros, lamentablemente hemos dejado de converger con Europa. Y a esta corrección a la baja de nuestro producto interior bruto, debemos agregar otro dato abiertamente negativo: los impuestos por consumo, en la era de ZP, han subido entre un 33 y un 44%.
Y no es esto solamente. En el último mes de Diciembre, según datos del Eurostat, el índice de precios del consumo (IPC) de la zona euro era del 3,1% en tasa interanual. En España, por el contrario, nos fuimos hasta el 4,3%. Portugal, sin embargo, logró finalizar diciembre con el 2,7%. En la zona euro ocupábamos el penúltimo lugar empatados con Luxemburgo. Únicamente Eslovenia, con el 5,7%, tenía un IPC peor que el nuestro. Al finalizar el mes de mayo último, el diferencial de inflación de España con la zona euro ha empeorado sensiblemente. La media de toda la comunidad ha bajado del 3,1 %, y se sitúa en el 2,9 %. En España, por el contrario, pasamos del 4,3 % a un alarmante 4,7 %.
Ahora nos queda por ver si se cumplen las nuevas previsiones de crecimiento. Desde el gobierno, con su presidente a la cabeza, se insiste, una y otra vez, que vamos a seguir creciendo en torno a un 2%. No tienen en cuenta aquellas opiniones, muy autorizadas, que señalan que ese crecimiento puede estar, incluso, por debajo del 1 %. Seguro que el gobierno, para no variar, tampoco acierta en esto. Y la culpa, naturalmente, la tendrán otros, como el responsable del Banco Central Europeo, al que Zapatero amonestó.
Y es una verdadera pena que vayan fallando, una tras otra, todas las previsiones económicas del presidente. Pues estos fallos no hacen otra cosa que certificar el rumbo errático de nuestra economía. Y sus efectos negativos se dejaran sentir en los hogares españoles con mucha más fuerza que en el resto de Europa. Y, como siempre, las personas más afectadas por esta crisis, además de los que tengan que hacer frente a una hipoteca de tipo variable, son indudablemente los pensionistas.
Los que viven exclusivamente de una pensión ven cómo se acelera el ritmo de deterioro de su poder adquisitivo con estas situaciones de crisis. En circunstancias normales, dado el proceso que se sigue para calcular la inflación, es imposible que las pensiones mantengan su poder adquisitivo. Y cada año, a la hora de su actualización preceptiva, el valor real de esa renta disponible disminuye evidentemente. Pero este deterioro, en estas circunstancias económicas adversas, se hace más evidente y se incrementa de una manera extraordinaria. Pues son muchos más los factores adversos que contribuyen a que el aumento del nivel de precios, tanto de bienes como de servicios, se dispare peligrosamente, creciendo de golpe mucho más que el poder adquisitivo.
Esperemos que un día, ese poder adquisitivo de las pensiones, sea estable y crezca con el mismo ritmo que lo hacen los precios. Para ello habría que utilizar otro método más fiable que el actual, que no modificara, a la baja, el producto interior bruto, base del cálculo del incremento de las pensiones.
José Luís Valladares Fernández (Publicado en La Nueva España el 28-07-08)En diciembre de 2006, con respecto al terrorismo etarra, aventuró lo mucho mejor que íbamos a estar cuando finalizase el año 2007. Bastaron muy pocas horas para que la banda terrorista, con el coche bomba de Barajas, le devolviera a la cruda realidad.
Llega el mes de septiembre de 2007 y promulga a los cuatro vientos que el euribor ya había tocado techo. Otra predicción que, para desgracia de las personas que tienen una hipoteca, tampoco se cumple. El euribor o tipo europeo de oferta interbancaria, lejos de bajar o estabilizarse, ha seguido batiendo todas las marcas y se ha situado ya significativamente por encima del 5 %. Y, según todos los indicios, seguirá subiendo aún más.
A pesar de estos fallos evidentes, el voluntarismo innato de Zapatero le lleva a continuar con ese tipo de pronósticos, sin base real evidente. Y así, en febrero pasado, se atrevió a indicar que los precios comenzarían a decrecer a partir del mes de abril. La realidad, otra vez más, fue bien distinta, ya que la deflación no hizo acto de presencia. Según datos de eurostat, en la zona euro, el precio de los alimentos experimentó en abril un encarecimiento interanual del 6,2 %. Y en España, en ese mismo mes, el encarecimiento interanual alcanzó la cifra del 6,8 %, frente al 3,2 % de abril de 2007.
Una cosa queda clara; con esta reiteración en augurar hechos positivos inmediatos, tratan de maquillar los malos datos económicos. Como si los maquillajes mejoraran, sin más, nuestra cuenta de resultados. Es conocida la frase del presidente cuando habla de nuestra economía: España está en la champion league. Por lo tanto estaría mejor situada que el resto de países europeos. De ahí que podamos hacer frente, con garantía, a la desaceleración económica mundial que padecemos. Huye de llamar a las cosas por su nombre, como tiene por costumbre, y la profunda crisis económica queda simplemente en eso, en una desaceleración más o menos grave.
Y como el alarmismo injustificado es poco patriótico, para disimular mejor los datos negativos, únicamente utilizara cifras económicas absolutas. Y así, tanto él como su gobierno, han repetido hasta la saciedad que mientras la economía de Europa crecía el 2 %, la nuestra llega al 3,8 %. El quid de la cuestión está en que, para este cálculo, no tienen en cuenta el número real de habitantes de España. La población computada en sus cuentas es sensiblemente inferior a la real. A la cifra dada habría que sumar, ni más ni menos, unos dos millones de ciudadanos que no aparecen en las cuentas. No interesa reflejar en absoluto que mientras en Europa la población crecía a un ritmo del 0,5 %, en España lo estaba haciendo nada menos que al 3 %.
Y puesto que la renta per capita se obtiene dividiendo el producto interno bruto por la población, ese crecimiento apuntado ya no es tan boyante. Si aplicamos correctamente el número real de habitantes, nos daremos cuenta que las rentas salariales, como porcentaje del PIB, han perdido más de un 4% desde que Rodríguez Zapatero tomó las riendas del Gobierno. Claramente estamos retrocediendo económicamente y, a pesar de las eufóricas manifestaciones de los ministros, lamentablemente hemos dejado de converger con Europa. Y a esta corrección a la baja de nuestro producto interior bruto, debemos agregar otro dato abiertamente negativo: los impuestos por consumo, en la era de ZP, han subido entre un 33 y un 44%.
Y no es esto solamente. En el último mes de Diciembre, según datos del Eurostat, el índice de precios del consumo (IPC) de la zona euro era del 3,1% en tasa interanual. En España, por el contrario, nos fuimos hasta el 4,3%. Portugal, sin embargo, logró finalizar diciembre con el 2,7%. En la zona euro ocupábamos el penúltimo lugar empatados con Luxemburgo. Únicamente Eslovenia, con el 5,7%, tenía un IPC peor que el nuestro. Al finalizar el mes de mayo último, el diferencial de inflación de España con la zona euro ha empeorado sensiblemente. La media de toda la comunidad ha bajado del 3,1 %, y se sitúa en el 2,9 %. En España, por el contrario, pasamos del 4,3 % a un alarmante 4,7 %.
Ahora nos queda por ver si se cumplen las nuevas previsiones de crecimiento. Desde el gobierno, con su presidente a la cabeza, se insiste, una y otra vez, que vamos a seguir creciendo en torno a un 2%. No tienen en cuenta aquellas opiniones, muy autorizadas, que señalan que ese crecimiento puede estar, incluso, por debajo del 1 %. Seguro que el gobierno, para no variar, tampoco acierta en esto. Y la culpa, naturalmente, la tendrán otros, como el responsable del Banco Central Europeo, al que Zapatero amonestó.
Y es una verdadera pena que vayan fallando, una tras otra, todas las previsiones económicas del presidente. Pues estos fallos no hacen otra cosa que certificar el rumbo errático de nuestra economía. Y sus efectos negativos se dejaran sentir en los hogares españoles con mucha más fuerza que en el resto de Europa. Y, como siempre, las personas más afectadas por esta crisis, además de los que tengan que hacer frente a una hipoteca de tipo variable, son indudablemente los pensionistas.
Los que viven exclusivamente de una pensión ven cómo se acelera el ritmo de deterioro de su poder adquisitivo con estas situaciones de crisis. En circunstancias normales, dado el proceso que se sigue para calcular la inflación, es imposible que las pensiones mantengan su poder adquisitivo. Y cada año, a la hora de su actualización preceptiva, el valor real de esa renta disponible disminuye evidentemente. Pero este deterioro, en estas circunstancias económicas adversas, se hace más evidente y se incrementa de una manera extraordinaria. Pues son muchos más los factores adversos que contribuyen a que el aumento del nivel de precios, tanto de bienes como de servicios, se dispare peligrosamente, creciendo de golpe mucho más que el poder adquisitivo.
Esperemos que un día, ese poder adquisitivo de las pensiones, sea estable y crezca con el mismo ritmo que lo hacen los precios. Para ello habría que utilizar otro método más fiable que el actual, que no modificara, a la baja, el producto interior bruto, base del cálculo del incremento de las pensiones.
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