sábado, 13 de junio de 2009

EL SINDICALISMO Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA


3.-Orientación revolucionaria de las asociaciones colectivas
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Son muchos los motivos determinantes de que Gran Bretaña haya estado siempre a la cabeza en la creación y desarrollo de los movimientos sindicales. La evolución de estas organizaciones en los demás países, al ser más lenta su industrialización, siempre ha ido por detrás. Y, como no podía ser de otro modo, también fue aquí, en Inglaterra, donde estos movimientos comenzaron a tener un sesgo claramente político y revolucionario.
Fue en junio de 1836 cuando la Asociación de Trabajadores de Inglaterra rompe los moldes y elabora el primer manifiesto claramente revolucionario, que sería conocido con el nombre de Carta del Pueblo. En dicha carta aparece, por primera vez, la exigencia política del voto universal y secreto. Los promotores de esta carta, conocidos con el nombre de cartistas, fueron los primeros que se atrevieron a organizar huelgas para conseguir ciertos fines, que no eran otros que la reforma social y política.
Dadas las circunstancias históricas que rodeaban a este grupo, no obtuvieron resultados muy boyantes, ni muy numerosos. Fueron más bien escasos y muy pobres, ya que el grupo de los cartistas estaba internamente muy dividido y además, por ser los pioneros, tuvieron que soportar unas represiones muy duras. Y esto sin contar el ambiente negativo que primaba en su alrededor. Pues hay que tener en cuenta que les afectó enormemente la revolución de 1848, revolución que conocemos con el nombre de Primavera de los pueblos, y que se extendió muy pronto por la mayor parte de Europa
El carácter social de esta revolución era manifiesto, aunque con ciertos tintes políticos. Se organizaban de improviso manifestaciones populares, donde intervenían conjuntamente los trabajadores y la pequeña burguesía liberal. Organizaban protestas y motines contra la alta burguesía que era la que, en realidad, acaparaba todos los resortes del poder. Pero todo acabó en nada, fracasando estrepitosamente. Únicamente consiguieron una simple reducción de la jornada laboral.
Ante el fracaso de estas manifestaciones populares, la clase trabajadora decidió rechazar todo tipo de colaboración con cualquiera de los sectores de la burguesía, fiándose exclusivamente de sus propias fuerzas. Siguiendo esta pauta, comienzan a organizarse en partidos de clase, mediatizados claramente por el marxismo y por el anarquismo que comienzan a ponerse de moda.
A partir de aquí, es muy frecuente oír hablar de proletarios y proletariados que, en realidad, son términos antitéticos de burgués, burguesía y capitalista. La clase social más baja, la que carecía de propiedad de los medios de producción, era la que llevaba el apelativo de proletariado. Los proletarios, para vivir, se veían obligados a trabajar para los propietarios de esos medios de producción. El capitalismo, en cambio, disponía de otros medios y basó su desarrollo en la descomposición del antiguo gremialismo y al empobrecimiento progresivo de campesinos y artesanos.
En esta época proliferan los relojes y las máquinas, artilugios cada vez más presentes en los medios de producción. Y además de quebrantar la moral del trabajador, el reloj y las máquinas, según Marx, aumentan hasta extremos insoportables esa explotación endémica de la clase obrera. El problema se agrava con el invento de la producción en cadena, que convierte a los proletarios, según la creencia de la época, en simples engranajes de todo el proceso productivo.
El modo de producción pasó a ser auténticamente capitalista, con independencia de que la forma de gobierno fuera socialista o no. Tanto en ambientes de predominio de cualquiera de los socialismos reales, como donde estaba establecido el capitalismo liberal, el régimen de producción era auténticamente capitalista. Esto provocaba en la clase obrera una explotación cada vez más asfixiante, dando lugar a un aumento considerable de proletarios pobres y marginados. De modo que un grupo desclasado muy amplio terminó formando lo que, en terminología marxista, llamaron lumpemproletariado, y en Francia lo bautizaron con el nombre de bohème.
En contraposición al proletariado industrial, destacan los grandes empresarios, usufructuarios de un poder económico y social cada vez más grande. Los precios de las mercancías los fijaría ya la oferta y a la demanda, mientras los obreros contratados seguirían obteniendo unos salarios muy bajos. De este modo, la burguesía industrial se vería doblemente favorecida, con lo que, además de amasar fortunas enormes, desplazaría definitivamente a la aristocracia tradicional terrateniente, que anteriormente dominaba la situación.
Los salarios de hambre creaban grandes capas de pobreza y cada vez era mayor el número de trabajadores afectado. Como consecuencia de esto, fueron apareciendo ciertos movimientos sociales que trataban de aportar una solución a tan grave problema. Consideraban intolerable que los obreros se vieran obligados a vender su trabajo, a bajo precio, a la insaciable burguesía para poder subsistir.
El Papa León XIII, con su Encíclica Rerum Novarum, fue uno de los primeros en defender unos postulados sociales en los que se defendía sin tapujos el derecho de los trabajadores a llevar una vida digna. Pero la voz de la Iglesia Católica no fue escuchada. La fórmula propuesta por Marx tuvo, sin duda, mucho más eco.
Debido al ambiente revolucionario en que vivían los trabajadores, el marxismo o socialismo científico no tuvo problemas para ir calando en el mundo laboral. Carlos Marx y Federico Engels, con su Manifiesto Comunista publicado en 1848, contribuyeron decididamente a poner en marcha todo ese movimiento de lucha de clases, desconocido hasta entonces. Marx deja bien claro que proletariado y clase obrera es la misma cosa. Y él mismo los utiliza indistintamente para indicar el antagonismo existente entre trabajadores y burgueses. Ambos grupos, al defender intereses intrínsecamente antagónicos, dan lugar a que ambas fuerzas sociales sean tremendamente hostiles entre sí. Esa hostilidad manifiesta e irreconciliable, entre una fuerza social y la otra, da lugar a lo que históricamente hemos conocido como lucha de clases.
Tan opuestas son las aspiraciones de ambos grupos sociales, que los capitalistas tratan de apropiarse de los tiempos de producción y los trabajadores, conscientes de sus derechos, trataran de paralizar las aspiraciones capitalistas y exigirán, por su trabajo, un salario lo más alto posible. La burguesía capitalista, como dueños de las fábricas, buscan una rentabilidad, lo más alta posible para el capital que han invertido. De ahí que traten, por todos los medios, de limitar las contraprestaciones por la venta de la mano de obra a límites lo más bajos posibles.
El proletariado, como clase oprimida, se embarcará en acciones revolucionarias con la mente puesta en la emancipación del capitalismo. Concurren condiciones objetivas y condiciones subjetivas para que la clase trabajadora tenga fe en el triunfo final y que, a la vez, ponga todo su empeño en no fallar. Pues, por un lado, es muy claro el alto nivel de explotación a que son sometidos y, por otra parte, están plenamente concienciados de su condición de clase oprimida.
Al mismo tiempo que el socialismo científico de Marx y Engels, apareció otro tipo de socialismo, al que se dio el nombre de bakunismo. Este nuevo movimiento, que sintonizaba perfectamente con el marxismo, fue desarrollado por M. Bakunin, que le dio el nombre, y por P. J. Proudhon. Marxismo y bakunismo no eran dos partidos de clase, ya que formaban una sola realidad social. Realidad social que supo granjearse la atención de la clase trabajadora, convirtiéndose en el movimiento de moda. De ahí que, a partir de 1850, se extendiera rápidamente por toda Europa, dando lugar a que se crearan sindicatos en varios países, entre ellos España, Portugal, Bélgica y Alemania.

José Luis Valladares Fernández

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